Leslie Belmont.
No estaba ciega. Sabía que Noah no era un hombre perfecto, pero siempre se esforzó por nosotros. No podía negar que todo fue su responsabilidad porque yo también tuve cosas que ver como por ejemplo el ser fría y cortante con él. No es que no se lo mereciera, solamente que me incomodaban todas esas pruebas de afecto. Sin embargo, con el paso del tiempo me esforcé para demostrarlo. Afortunadamente, se logró.
Fernando siempre me decía que cuando querías a una persona no la intentabas cambiar o moldear a tu gusto, porque eso con el tiempo se volvería tóxico.
—No todo es perfecto. Siempre habrá inconformidades. —defendí.
—Lo sé, pero una cosa es poner un límite en una situación que te incomodó a limitarte a ti misma de hacer ciertas cosas. Cuando se trató de él, siempre había festejos y diversión, pero cuando te empezó a ir bien a ti, Noah nunca estuvo contento.
No es que no estuviera contento porque él me repetía lo orgulloso que estaba de mí, pero no podía negar que desde que todo empezó a mejorar para mí, las discusiones se hicieron más constantes.
—Has tenido relaciones tan tormentosas que crees que porque no te cela ni te reprime, ya es una relación sana. Pero créeme que es más que eso. Se supone que debe alegrarse por tus logros e incluso acompañarte en esos momentos especiales.
Me quedé callada.
—Cuando él se graduó, cuando no tenía carro ni casa y mucho menos un trabajo estable. ¿Quién estuvo ahí? ¡Tú! Ahora…—hizo una pausa—Te graduaste, ¿dónde estuvo él?
—Trabajando—susurré.
—¿Y tu cumpleaños?
—Con su madre.
—¿Y qué pasó cuando obtuviste tu plaza en la escuela?
Me quedé callada. Esa vez habíamos discutido días antes y creí que al darle la noticia, se alegraría por mí. Sin embargo, lo único que recibí fue un mensaje a las 3:00 a.m. cuando la fiesta de celebración había sido desde la tarde del día anterior.
“Perdón por no contestar, tuve un día muy ocupado. Mañana te paso a ver a casa de tus padres. Te amo.”—Noah.
Me quedé callada por un momento. El que mi hermano me hiciera un recuento de las cosas que viví con Noah me hizo darme cuenta de que él jamás estuvo para mí, si no yo. Era yo la única que estaba para él cuando más lo necesitaba. Si se enfermaba, yo iba dispuesta a llevarlo al doctor. Si no tenía dinero, le prestaba. De igual manera, cuando llegó el momento de que lo aceptaron de su trabajo, fui capaz de organizarle una fiesta sorpresa en compañía de todos sus familiares y amigos, pero cuando llegó mi momento, lo único que le pedí fue que asistiera a la comida que organizaron mis padres y ni así fue capaz de ir más que para mandarme un simple mensaje.
Siempre creyó que compensarme con comida, dinero o regalos iba a arreglar las cosas cuando lo único que esperaba era su compañía y atención. Creí que el irme a Canadá reforzaría más nuestra relación hasta el punto en que noté que las cosas mejoraron más que cuando estaba en México. Lamentablemente, no contaba con que fuera un gran impedimento para él.
De no ser por mi hermano, seguiría pensando que yo era la culpable por no entenderlo, pero he confirmado que todo este tiempo tenía una venda en los ojos que no me permitía ver la realidad de la situación. Noah era romántico, detallista y, hasta donde sabía, fiel; pero no podía romantizar aquello sabiendo que muchas veces me dejaba sola, esperando que constantemente llenara sus expectativas, que Leslie siempre estuviera disponible para él cuando él todo lo excusaba con trabajo o problemas familiares.
No quería compararnos, pero pese a que tenía problemas familiares, proyectos académicos e incluso estrés en el trabajo, siempre buscaba un espacio para dedicárselo a él así como a nuestra relación. Estaba cansada de ser la única que se hacía un espacio cuando a él le nacía exclusivamente en sus tiempos libres, fines de semana e incluso en sus vacaciones.
Por una vez en mi vida busqué a alguien a quien no tuviera que pedirle cosas que debían nacer por cuenta propia. No quería ser siempre la que se partía en dos para tener contento al otro. Quería alguien que estuviera dispuesto a todo por mí. No porque me creyera una reina que únicamente extendería la mano sin otorgar nada a cambio. Al contrario, por lo mismo de que me conocía, sabía de todo lo que era capaz de hacer por una persona. Sabía la calidad de persona que era y esperaba lo mismo a cambio.
—Entiendo que te duela porque duraron muchos años, pero mientras más pronto lo dejes ir, más pronto encontrarás la felicidad. Enfócate en ti. Estás a escasos meses de terminar el posgrado, trabajas, vives cerca de la universidad, eres responsable… En tu lugar, yo estaría muy orgulloso.
Sonreí para posteriormente abrazarlo. Le agradecí.