Leslie Belmont.
Estábamos en una cafetería de Toronto. Seo-hyeon y yo fuimos de compras por unos zapatos que moría por comprar después de ahorrar varios meses. Además de surtirse de ropa para su trabajo en la oficina. Había sido aceptada en una de las corporaciones más importantes de Toronto para el puesto de Directora de Marketing Digital teniendo a su cargo profesionales del área que, en conjunto con ella, llevarían la publicidad de la empresa al siguiente nivel.
Como era de esperarse, Seo-hyeon se encontraba en éxtasis y euforia conjunta por la nueva oportunidad que le fue brindada. Por ello, terminando de nuestras compras decidimos pararnos en una cafetería con temática coreana. Ella pidió una leche de fresa mientras que yo preferí un capuchino de amaretto.
Habían pasado días desde que acudí a la entrevista del college. Al ver que no recibía respuesta por parte de la institución Seo-hyeon me acompañó a otras escuelas de la Región de Niagara para entrevistas. Muchas prometieron llamarme, aunque tenía esa esperanza de que fuera por parte de Niagara College, donde estudié. Aun así, no perdía la esperanza. Sabía que en algún lado me contratarían.
—Tu tranquila, Less. Yo tardé tres años en pasar de un puesto junior a directora. Además, ser profesor en Canadá es algo que no se toman a la ligera. Analizan muy bien a los candidatos porque el gobierno busca brindar educación de calidad y quieren ver que sus docentes estén calificados para el puesto.
Me quedé pensando. El mesero nos trajo nuestras bebidas. Agradecimos.
—Lo sé, no me quiero desanimar. Es sólo que… ya he dado como veinte clases muestras que no sé si rendirme.
—¿Dónde quedó la Leslie recién llegada con ganas de comerse el mundo? —sonreí pero no dije nada—Que yo sepa, venir a Canadá no es ni barato ni fácil. Aún así, lo lograste. Si pudiste con todo eso, claro que podrás contra veinte, treinta o más instituciones.
Agradecí. Encontrar a una amiga como Seo-hyeon en medio de la frialdad de la gente y el ambiente, me hacía sentir bien. Podía ser dura a veces, pero muy en el fondo trás esa máscara de mujer fuerte y poderosa, había un alma sensible y muy noble; dispuesta a ayudar a los suyos sin necesidad de expresar palabra alguna, simplemente con verlos, lo notaba.
—Oye, ¿Cómo es qué sabes tanto de esto?
—Mi novio era maestro. Bueno, aún lo es… creo. Eso si no ha muerto, ¿verdad?—río—Lo que sí es que ya no es mi novio. ¿Si me estoy dando a entender? Es que siento que no me explico bien.
Agachó su mirada dándole un sorbo a su bebida. Reí levemente. Era muy divertida.
—No te preocupes, entiendo. Pero, ¿Qué pasó con él? ¿Por qué ya no…?
—Oh, no me quería casar con él. —interrumpió—Creyó que yo me sentiría realizada quedándome en casa cuidando a hijos que no sabía si quería tener. También por eso huí de Corea. Las mujeres allá son muy sumisas, y luego yo; aventurera, rezongona, independiente… ¿Crees que iba a soportar quedarme en casa, haciendo lo que mi marido me pidiera? ¡Por supuesto que no!
Fernando Belmont.
Navidad estaba a pocas semanas. Con mi familia nos organizamos para darle una sorpresa a Leslie de irla a ver en Navidad. Así sea nada más los dos días principales que era el veinticuatro y veinticinco de diciembre. Por ende, compramos los boletos con anticipación por aquello de que los llegarán a subir de precio por la temporada. Mientras yo me encargué de los boletos, mis papás invirtieron en su negocio para que les diera ganancias suficientes y ahorrar para pasearnos por los lugares turísticos de por allá, además de que mamá moría por comprarse ropa y traer recuerdos para su familia. Especialmente a mi tía Lucrecia.
Desde el incidente pasado con Leslie, Mamá tuvo una discusión con sus hermanos que provocó el rompimiento de su relación. Más que nada porque mi mamá se enteró de las cosas por las que Leslie se había callado mucho tiempo. Se molestó con ella por no decirle, pero en cuanto Leslie le expresó sus motivos, lo entendió.
—Mi terapeuta me mencionó muchas veces que no podía adjudicarme responsabilidades que eran tuyas. En mi amor de hija, lo hice para quitarte un poco del peso o dolor que sentías para que no tuvieras ese sentimiento de soledad. Por ello, jamás entendí el porqué nos ocultabas las cosas, pero luego comprendí que era para protegernos. No querías que sufriéramos. Y por eso jamás te dije nada. —expresó Leslie.
Ahí, mamá comprendió que mis peleas no eran innecesarias. Más bien, tenían un porqué. Y ese por qué, un historial de años atrás. Durante nuestra infancia, Leslie era capaz de enfrentar a la familia, mentirles por mamá con tal de que no la interrogaran o juzgarán. Soportó el que vieran a todos hablar mal e incluso tener ese concepto de mamá como una prostituta por decidir casarse de nuevo, ya que ellos no creían en los divorcios sin importar la gravedad que orillaba a las personas a hacerlo. El matrimonio era algo serio, importante y de toda la vida.