Leslie Belmont.
Después de posponer en repetidas ocasiones mi alarma, tocó apagarla al dar las 7:15 a.m. De prisa, me levanté a paso apresurado en dirección al baño para comenzar a bañarme y posteriormente arreglarme. El college estaba a treinta minutos por lo que me quedaban menos de quince minutos para estar subida sobre el autobús. Así que no quedaba más que apresurarme. En Canadá tenían la puntualidad como una tradición que nadie podía dejar pasar por alto. Mucho menos si tenía que trabajar con un coreano que lo tenía más que arraigado.
Al bajar, me encontré con Dean y Chandler preparándose su comida para ir a trabajar. Seo-hyeon, al ser directora de Marketing, debía acudir más temprano para recibir a su equipo de trabajo; por lo que no me extrañaba que su presencia no inundara el lugar. Salude a los chicos, me serví un poco de café en un termo que saqué de uno de los muebles. Agarré mis llaves y subí corriendo a lavarme los dientes.
—¿Qué no entras a las 9? —preguntó Dean.
—Tengo excursión a las 8. —grité desde arriba.
Dean se despidió para después marcharse. Al bajar, Chandler me esperó con una chamarra y la puerta ligeramente abierta.
—Nos vas a llegar a tiempo. —comentó tranquilo—Son las 7:45 a.m. Yo te llevo.
—¿En serio?—asintió—¡Ay, muchas gracias! No sabes cuanto te lo agradezco.
Después de agarrar el termo que yacía sobre el desayunador, cerré la puerta. Con una escoba especial, empezó a quitar la nieve que se encontraba sobre el parabrisas de su carro. Era un Nissan Tiida blanco. Muy bonito, por cierto.
7:50 a.m. Me estaba haciendo un favor, no podía apresurarlo, pero era consciente que Jeong era capaz de dejarme si no llegaba a la hora exacta. Ambos seguíamos en el vecindario. En eso, Chandler dirigió su vista a mis piernas que no dejaban de moverse ansiosamente. En seguida, aceleró lo más rápido que pudo logrando que llegáramos al college antes de las 8:00 a.m.
—¿Aquí está bien o me meto al estacionamiento?—preguntó.
—No te preocupes aquí está bien.
Agradecí, me bajé del carro despidiéndome y caminando a paso apresurado. El camión estaba estacionado en la entrada principal del edificio de gastronomía el cual se encontraba del lado del estacionamiento. Saqué mi celular; 7:59 a.m. A tiempo.
Una silueta masculina, alta y delgada sostenía unos papeles mientras permitía el paso a un grupo de cinco personas. Era Jeong. Al voltear, me cruzó los brazos señalando a su reloj.
—Estaba a punto de dejarte. —comentó en cuanto me acerqué. Lo ignoré subiendo al camión.
Todo estaba lleno de gente. Sin embargo, las primeras dos bancas estaban apartadas con una bufanda. Jeong me hizo a un lado quitando la misma.
—Siéntate.
Sin esperar, me senté en el asiento del lado de la ventana. Acto seguido, se sentó en el que quedaba libre; específicamente el del pasillo. Jeong revisó sus listas donde todos los nombres tenían firmas a un lado. Estaba lleno, ya no faltaba nadie. El chofer arrancó y se levantó llamando la atención de los demás.
—¡Buenos días a todos! Soy el Profesor Jeong Wong y ella la Profesora Leslie Belmont del edificio de Negocios. El día de hoy vamos a guiarlos a una serie de actividades por la región de Niagara para terminar en Toronto. Es necesario que cualquier cosa que necesiten, nos lo comuniquen a nosotros. —hizo una pausa—A continuación, la profesora va a pasar con cada uno de ustedes para que llenen unos formularios. Este es únicamente para las personas que no regresaran con nosotros en el autobús. ¿De acuerdo?
Jeong se acercó a mí, me entregó otras hojas y un bolígrafo. Me paré dejando mi termo sobre mi asiento y me dirigí con cada uno de los estudiantes. Las edades eran muy variadas, pero en promedio se podría decir que las edades rondaban entre los 18 a 35 años. Eso sí, todos y cada uno de ellos de diferentes nacionalidades. Este grupo era del nivel 3, lo que se traduciría en un nivel básico.
Cuando terminé, regresé a mi asiento entregando las hojas donde solamente ocho de treinta notificaron que se regresaran por su cuenta. Jeong las guardó en un maletín que tenía sobre sus piernas. Se levantó dejándome pasar. Me senté e hizo lo mismo. Suspiré. Cerré los ojos. Poco a poco sentí que el espacio entre mis piernas se reducían porque él las abría cada vez más para sentirse cómodo. Quien te manda ser tan grande; pensé.