Rompiendo Paradigmas

27: Error Profesional

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Leslie Belmont. 

Dolor de cabeza fue lo primero que pasó por mi mente en cuanto sentí los rayos del sol pegar sobre mi rostro. Me toqué la frente, el dolor era incesante. La pesadez de mis ojos era evidente. No quería despertar, pero ¿qué podía hacer? Era sábado por la mañana. Seo-hyeon y yo iríamos a desayunar juntas a St. Catherines, por lo que no tardaría en venir a tocar mi puerta exigiendo que me arreglara porque se nos haría tarde. Por lo que estiré mis brazos, me tallé los ojos que poco a poco iban enfocando con mayor facilidad. De repente, noté algo extraño. Mi habitación era diferente, ya no estaba mi escritorio a un costado del closet, mucho menos mi ropa en su cesto. En su lugar, había un enorme closet color blanco, tapete gris y unas chanclas negras con franjas blancas debajo de la cama. Todo era completamente nuevo y de alguien más. Por un momento pensé que estaba en el sillón pero al voltearme vislumbré una espalda completamente desnuda. 

Sorprendida. Asustada. No había necesidad de mirarme en un espejo como para darme cuenta de los gestos impresionantes que yacían en mí ahora. Por inercia, levanté un poco de la cobija que tapaba la mayoría de mi cuerpo con cierto miedo de que no fuera lo que estaba pensando. ¡Oh no! Estaba desnuda. Y no solo eso; en una cama que no era la mía, junto a un cuerpo igual de desnudo que el mío, de alguien que parecía doblarme la estatura. ¡No! ¡No! ¡No! ¡No puede estar pasándome esto! Claramente sucedió algo con el desconocido que soltaba ronquidos a mi lado. Parecía más inconsciente que consciente. Me toqué la cara con desesperación. 

¿Qué acabas de hacer Leslie? 

Desesperada, busqué mi ropa con la mirada, porque si hice lo que creo que hice, es probable que mi ropa esté tirada en algún lugar de esta habitación. Sin embargo, no lo estaba, cosa que me asustaba aún más. No quería despertar al desconocido que parecía disfrutar de su sueño de descanso después de lo que suponía una noche muy agitada, pero debía vestirme e irme. ¿Cómo se suponía que lo haría? ¿Desnuda? La pregunta aquí era, ¿sigo en Niagara Región? ¿Estaré en Ontario o de plano me fugué con un desconocido a otro país? Nah, no creo. De ser así, ya estaría en alguna oficina policial o migratoria por irme a otro país en estado de ebriedad. No sabía si eso era posible, así que lo descarté. 

Ok, hay que pensar con la cabeza fría. Me quiero ir, pero estoy desnuda, no encuentro mi ropa por ningún lado y no deja de zumbarme la cabeza como si fuera un gorila deseando salir físicamente de mi cabeza y ni modo de despertar al susodicho para pedirle explicaciones de una noche que ni siquiera recordaba. ¿Lo habré hecho? Pero por supuesto que sí, qué cosas dices Leslie. No creo que alguién que fue a tomar un café despierte desnuda sin saber lo que sucedió, a menos que me drogaran. En tal caso, sabría de quién se trataba, pero no era así.  

Suspiré buscando alternativas para salir de aquí. Con cuidado, me senté en el marco de la cama, agarré la almohada que yacía abajo de mi cabeza. Era lo suficientemente grande como para tapar desde mi pecho hasta las rodillas, aunque bueno, exagero. Era un poco arriba de ellas. La almohada no era tan grande. En fin, me tapé tratando de no hacer ruido dirigiéndome a la puerta. Sin embargo, me entró la curiosidad de saber el rostro de la persona con quien me había acostado. Sigilosa, me acerqué para que él no se diera cuenta. Para mi desgracia, tenía el cabello desordenado sobre gran parte de su rostro, evitando reconocerlo. Acerqué mi mano haciendo a un lado un gran mechón ubicado en el centro de sus ojos, esperando que tuviera el sueño tan pesado como para no darse cuenta. ¡Oh no! ¡NO PUEDE SER!  

 

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Fernando Belmont.

Mientras más pasaba el tiempo, no podía entender cómo había sacado a flote la barbería sin mi presencia durante toda la universidad. Ahora que me metí de lleno al negocio he valorado más la labor y el compromiso que mi gerente Jonathan le ha puesto. De hecho, entre ambos hemos organizado y gestionado cada paso para la apertura de la nueva sucursal. Por ende, mi vida personal la he tenido lo más alejada posible. No porque quiera, sino que al estar tan ocupado en el negocio, apenas y llego a dormir; casi no veo a mi familia y mucho menos a mi novia Melissa. 

Sé que ella me entiende, pero también soy consciente de lo mucho que la he descuidado los últimos meses. Ella ha sido muy entregada a nuestra relación que me siento un completo egoísta. La última vez que hablamos, fue cuando me invitó a la fiesta de compromiso de uno de sus hermanos; y eso fue hace tres semanas. Yo acepté sin dudarlo, pero no me acordaba que se mezclaba con la apertura de la nueva barbería. 




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