Rompiendo Paradigmas

32: Se fue

Leslie Belmont.

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Estaba en shock. Parecía una mala broma. Quería que lo fuera. No lo asimilaba y tampoco era como que quisiera hacerlo. No grité. No me exalté. Hubo toda una respuesta neutra de mi parte. Cualquiera que me viera, diría que no tenía sentimientos, pero no podía expresar lo que sentía. Por más que intenté, no podía. Parecía un fantasma.

Al colgar con mi hermano, me puse lo primero que encontré en mi closet sin importarme el que la ropa no combinara entre sí. Lo único que quería era tomar un avión que me llevara de regreso a mi país. Sonaba a locura, pero era lo que estaba por hacer.

Es lo que uno hace por los suyos.

Seo-hyeon tocó mi puerta y al no escuchar palabra de mi parte abrió con una sonrisa la cual quitó al verme apresurada poniéndome unos tenis mientras mi pasaporte sobresalía de mi bolsa en el borde de la cama.

—¿Qué haces? ¿A dónde vas? —preguntó preocupada.

—A México.

—¡¿Qué?! Pero es miércoles. ¿Tienes boletos?

Negué.

—Necesito ir. Mi tía falleció y mi familia me necesita. —hablé desesperada, con la voz agitada. Me acerqué a ella y ella me abrazó muy fuerte. Una lágrima salió.

Por muy protegida que me sentía en sus brazos, sentía que estaba perdiendo el tiempo. Uno, muy valioso donde ahora mismo podría estar en el aeropuerto.

—No te preocupes, yo te llevo al aeropuerto. —me tomó del brazo para dirigirse a su habitación. Salió con su bolsa y las llaves de su carro en mano.

—¿En serio? ¿Harías eso por mí?

—Tú misma lo dijiste. Tu familia te necesita.

Ambas corrimos al carro. Lo encendió y en cuestión de minutos ya se encontraba por tomar la autopista. Mientras tanto, intenté marcar a la oficina de Carl para informar que no acudiré a dar clases, pero no recibí respuesta alguna. Nadie atendía mis llamadas.

—¿No te contestan?

Negué. Voltee a ver por la ventana mientras recargaba mi brazo en mi mejilla. Estaba ansiosa, desesperada y muy preocupada.

—No te preocupes, si quieres yo voy a decirles que no vas al trabajo.

—¿En serio?

—Claro, sólo dime con quien me dirijo.

—¿Cómo crees? Bastante me ayudas con llevarme al aeropuerto. Además, también tienes que ir a trabajar.  

Me miró mal.

—Less, eres mi amiga y no la estás pasando nada bien. Si puedo aminorarte un poco la carga, lo haré.  Si tengo que ir hasta tu trabajo para que entiendan que es una urgencia, también lo haré.

Apenada, le agradecí el gesto. La verdad, era un bonito detalle de su parte. No tenía como agradecerle todo lo que estaba haciendo por mí.

—Además, soy la jefa. La empresa no morirá si un día llego tarde al trabajo. Así que confía. Pronto llegaremos al aeropuerto.

Me guiñó el ojo.

—¿Cuándo piensas regresar?

—No sé, supongo que el viernes o sábado.

—Yo te sugiero que te regreses el domingo. Si, es cierto que a lo mejor llegues muy cansada para el lunes y no aguantes la jornada de trabajo, pero aprovecha el fin de semana para pasar tiempo con tu familia. Necesitan estar todo el tiempo posible juntos.

—Tienes razón. Hace mucho que no sé de ellos.

 

Emm Wright.

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Aunque prometí mantener mi distancia, en el fondo extrañaba a Jeong. No la versión idealizada o romantizada, sino la real; la genuina amistad que teníamos. Más que compañerismo, era un lazo fuerte e increíble. No voy a adjudicarle la culpa, porque no es culpa suya que me haya enamorado de él, y mucho menos, el no poder sentir lo mismo por mí. Solo esperaba que todos los sentimientos que tenía por él se esfumarán antes de ver como sentía algo por alguien más. Lo conocía. Su historia con Noelle fue larga, apasionada y muy intensa. Lo que pasó después fue peor para él, porque perderse a sí mismo fue el primer paso. Perder todo lo que había construido, fue el segundo. Sin embargo, logró levantarse. Podía entender que Noelle fuera la principal razón por la cual no buscaba enamorarse de nadie más. Incluso, si eso implicaba quedarse solo. Aunque claro, no lo estaba. Nos tenía a nosotros. Un grupo de profesores de diferentes nacionalidades, con diferentes costumbres, tradiciones, formas de pensar, pero siempre con la similitud del cariño y lazo que habíamos forjado en todos estos años.




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