Rompiendo Paradigmas

36: Complice

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Fernando Belmont.

El ambiente en casa era raro. No era pesado como en otras ocasiones por los problemas, pero tampoco era cómo que estuviera bien. Nadie decía nada más que para lo necesario. Los albañiles llegaban muy temprano para comenzar a trabajar en la construcción del local de mis papás. Con el dinero que Leslie dejó, mamá no sabía si ocuparlo o no. Ella decía que sentía que no era su dinero, sino de su hija. Sin embargo, y pese a que le repetíamos constantemente que Leslie se lo estaba dando, ella no lo quería recibir. Desconocía si por orgullo o porque creía que a lo mejor debía compartirlo con sus hermanos. En fin, todo era tan incierto. Con todo lo que conocía a mamá, ahora sí podía decir que tenía miedo de lo que pudiera hacer. Nadie quería que le dijera la verdad a sus hermanos porque significaría más problemas así como el tener a Alexia sobre nosotros todo el tiempo. Cosa que no queríamos y apreciábamos la paz que teníamos ahora; lejos de ellos.

Ha pasado casi un mes desde que Leslie regresó a Canadá y tanto ella como mamá seguían distanciadas. Sin embargo, seguía comunicándose mediante e-mail, pero ninguno tocaba el tema de mamá. De hecho, el más reciente me llegó cuando estaba en mi oficina planeando la logística de la apertura de la nueva sucursal. Jonathan me estaba comentando que estaría comenzando con el proceso de reclutamiento y selección. No obstante, me cayó de sorpresa cuando Miguel entró a la oficina mencionando que mi madre estaba esperándome. Me sorprendí porque, aunque sabía que mis papás me apoyaban, casi no acudían a mi trabajo a verme. Jonathan se retiró avisándome que le indicaría a mi mamá a que pase.

A decir verdad, estaba un poco nervioso y preocupado. Tenía la sensación de que no venía a “verme”. Más bien, era algo más. De no ser así, esperaría a que llegue a casa en la noche para hablar. Quizá, sea algo que no quiere que escuchan ni papá ni Amelia.

—¿Mucho trabajo? —preguntó al entrar a mi oficina. Me levanté a saludarla y dirigirla al sillón que se encontraba en una esquina.

—¿Estás bien? ¿Quieres algo de tomar? ¿Un café, agua, refresco?

—Te acepto un vaso de agua.

Me levanté en dirección al dispensador de agua que tenía a lado de la puerta de mi oficina, agarré un vaso y lo llené. Cuando regresé mamá soltó un largo suspiro.

—Fer… yo sé que estás del lado de Leslie.

—No estoy de ningún lado, mamá. Pero entiéndeme que no podía permitir que mis tíos se metieran con ella. Así como tampoco he permitido que se metan contigo. Ustedes son mi familia y perdón que te lo diga de esta forma, pero ellos no lo son. Y tengo que proteger a mi familia.

Se quedó callada. Estaba triste, pensativa; cómo si estuviera buscando las palabras adecuadas. Al final, aclaró su garganta.

—Agradezco que me protejan, pero hay asuntos que solamente es entre adultos.

No dije nada.

—Hijo, yo… Sé que Leslie no tuvo una mala intención con todo lo que hizo. Tampoco voy a justificar a tus tíos, pero hay algo que no me tiene tranquila y me gustaría que me respondieras con la verdad y esta vez sin andar de tapadera de Leslie.

—Dime mamá, ¿qué pasa?

—¿Por qué jamás me dijiste lo del dinero de la casa de tu abuela?

—Era una promesa que le hice a Leslie.

Soltó otro suspiro.

—Yo sabía que tu hermana no había vendido esa casa, —¿Qué? —pero no que la estaba rentando para generar dinero para mí.

—Leslie no es el monstruo que todos creen.

—Yo no digo que sea un monstruo, es mi hija. Pero…

—Mamá, —interrumpí—perdón que te lo diga, pero a Leslie le importó la abuela, más no su dinero. Esa casa era más significativa para ti que para ella. Si, era su abuela, pero la casa era de tu madre. —me quedé callado unos segundos dudando de si estaba haciendo lo correcto—Ella dijo que se vendió la casa porque sabía que, si decía que te la dio a ti, ellos te la hubieran peleado hasta quitártela y es lo que no quería; por eso les hizo creer eso a todos para que no tuvieran motivos para indagar más. No le importó que la juzgaran o la odiaran por ello, porque sabía tú tendrías un patrimonio y es lo único que le importaba.

—¿Entonces? ¿Qué se supone que haga? Tus tíos se van a enterar tarde o temprano y ahora es peor porque se les hizo creer que esa casa…

—¿Y qué tiene? —interrumpí—Ellos no te hablan. No se preocupan por ti. Es más, ni siquiera fue para que te mandaran un mensaje en tu cumpleaños. Ellos no quieren estar presentes en tu vida. Si ellos no piensan en ti, ¿tú porque habrías de hacerlo? —suspiré, sentándome a lado de ella tomando su mano—Lo siento, lo siento, me alteré. Es sólo que… —suspiré—me enoja ver que tú todavía piensas en ellos y en lo que sienten, pero ellos no se inmutan de lo que te pasa a ti. Pero entiendo que son tus hermanos y los amas. No tienes nada que ocultar. Al final del día, Leslie lo dijo muy bien; Esa casa es tuya. Nadie puede interferir en lo que hagas con ella. Si quieres repartirla entre tus hermanos, está bien. Si quieres rentarla, está bien. Si quieres venderla, está bien. Si quieres conservarla, está bien. Nosotros no somos nadie para juzgar ni interrogar sobre la decisión que tomes. Sólo…—hice una pausa—no te olvides de Leslie.




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