—¡Lysander Vale!.
Mierda. Son las 10 de la mañana, ¿Qué pueden querer?.
—¡LYSANDER VALE!— mierda.
Baje rápidamente medio dormido, y rodee por las escaleras. Estaba tirado en el piso y a nadie pareció importarle, tome la compostura y mire hacia donde venían las voces.
—¿Qué es eso de que Jhonnatan no pasara la navidad aquí?.
Mire confundido a Mamá, quien tenia una cara kilometral de enojo puro—Ya no es nuestro amigo.
—Asi es señora Vale— dijo Oscar abriendo la puerta de la entrada— Y antes de que se pregunte de donde he sacado esta llave culpe a Ly.
—Cúlpelo de todo— lo respaldo detrás de él Blass.
—Culpen al pobre Lysander—dije viéndolos a todos.
—Ya que están aquí los tres, me explicaran que ocurre.
—Es un idiota.
—Un asno.
—Peor que eso.
—Basta los tres.
—Amor, los chicos tendrán sus razones, es mejor que seamos solo nosotros este año.
—Jamás te agrado Jhon, Angeline, por eso estas de acuerdo, pero yo quiero saber que pasa en la vida de mi hijo.
—Bien, Ly, cuéntanos a tu madre y a mi, por que este año Jhonnatan no estará.
—Por idiota— volví a decir.
—Por asno— repitió Blass.
—Peor que eso.
—Bien, son unos niños todos, quiero a sus padres mañana aquí a primera hora y mas le vale a Julieta traer la ensalada que tanto me gusta—dijo señalando a Oscar.
Todos asentimos y subimos corriendo las escaleras rumbo a mi habitación.
—¿Qué le diremos a tus madres si siguen preguntando?.
—Nada, ellas no necesitan estar metidas en esto. Solo protegimos a Seraphine.
—Bien Vale, como tú mandes.
Me senté en mi cama pensando demás como siempre. Prontamente mis amigos dejaron mi habitación para ir a casa y prepararse mentalmente para las millones de preguntas que habrán mañana. Seria un verdadero bombardeo.
La mañana de noche buena daba inicio bastante bien, se sentía la atmosfera navideña y ese calor hogareño que solo se podía encontrar en estas épocas.
La Navidad siempre ha sido una época especial para mí, llena de alegría, amor y tradiciones familiares. Este año, decidí celebrarla de una manera diferente, junto a mis dos mejores amigos, Oscar y Blass, y sus familias.
Nuestra casa estaba decorada con luces brillantes y adornos festivos. El árbol de Navidad se alzaba majestuoso en el salón, adornado con brillantes bolas de colores y luces intermitentes. La mesa estaba puesta con una deliciosa cena navideña, y el ambiente estaba lleno de risas y alegría.
Blass había traído su guitarra, y juntos cantamos villancicos alrededor del árbol, recordando los tiempos pasados y creando nuevos recuerdos juntos. La noche estaba fría, pero el calor de la amistad y el amor familiar nos mantenía calientes y felices.
Después de la cena, intercambiamos regalos, compartiendo la alegría de dar y recibir. Mis amigos, mi familia y la de ellos se sentían mas unidos que nunca. Me sentía agradecido por tenerlos en mi vida, por su amor y amistad incondicional.
Al final de la noche, nos reunimos alrededor de la chimenea, compartiendo historias y risas. El calor del fuego y el amor de mis amigos me llenaban el corazón de felicidad y gratitud. Sabía que esta Navidad sería una que nunca olvidaría, una celebración de amistad, amor y la verdadera esencia de la Navidad.
Junto con nuestras pijamas nuestras madres nos comenzaron a grabar además de sacarnos fotografías.
La puerta resonó en toda la casa, y algo en mi se estremeció.
—Yo voy— dije levantándome.
Al abrir la puerta, Seraphine estaba parada, casi templando por la nieve que caía detrás de ella, en sus manos se posaban unas galletas un tanto deformes de hombre de jengibre. Su sonrisa triste me suplicaba poder entrar.
—Hola...Oscar...Él me dijo que podía venir.
—Pasa—dije sin pensarlo.
Seraphine entro, y dejo las galletas en la mesa y desde lejos note como se detuvo a contemplar a nuestras familias. Vi como lagrimas caían de sus ojos, y caminaba de vuelta a donde había dejado sus galletas.
—Hey, ven— dije tomando la bandeja de galletas y su mano, la que estaban sutilmente moradas en algunas partes, como si fueran moretones y quemaduras de cigarrillo.
La lleve a donde estaban los demás captando su atención en todo su esplendor.
—Hola hermosa— dijo mamá— ¿Quién es ella Lysander?.
—Una amiga, es hermana de Oscar.
—En ese caso ven hija, te ves con frio, una hermana de Oscar es hija mía— hablo mamá.
Vi como la madre de Oscar le susurraba un gracias a lo lejos.
—QUE RICO GALLETAS—grito Blass.