Los días previos a la graduación estuvieron llenos de rumores sobre Seraphine. Algunos decían que se había ido a vivir a Chicago, otros aseguraban haberla visto en París, y había incluso quienes afirmaban que se había casado con Harry Styles. Los rumores eran tan absurdos que a veces resultaba difícil distinguir la realidad de la ficción. Cada uno parecía peor que el anterior. La verdad era raro pensar que alguno de esos rumores podía ser real.
Pero yo sabía la verdad. Sabía que Seraphine se había ido por mi culpa, por mis acciones precipitadas y mis palabras mal dichas. Me sentía culpable por haberla alejado, por no haber sabido ver más allá de las apariencias y haberla juzgado sin antes conocer la verdad y solo actuando por parte del odio.
A medida que se acercaba la graduación, mi ansiedad aumentaba. Sabía que este era mi último oportunidad para encontrarla, para disculparme y tratar de enmendar mis errores. Pero también temía que ella no estuviera allí, que mis acciones hubieran sido suficientes para hacerla desaparecer de mi vida para siempre.
El día de la graduación finalmente llegó, y mientras caminaba por el pasillo hacia el escenario, buscaba desesperadamente entre la multitud un rastro de su presencia. Mis ojos recorrían cada rostro, cada figura, en busca de su cabello oscuro y su sonrisa cautivadora.
Y entonces, la vi. Estaba al final del pasillo, cerca de la puerta de salida, observando la ceremonia con una expresión serena en su rostro. Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia ella, ignorando las miradas curiosas y los susurros a mi alrededor. Pero ella al verme solo se fue, no me dejo acercarme o decir algo si quiera.
—Señor Lysander Vale, lo esperamos en auditorio junto a todos sus compañeros para escuchar su discurso.
Asentí caminando junto a la maestra, y entrando aquel auditorio que estaba lleno de todos aquellos con los que tome una clase alguna vez. Todos poseían sus túnicas doradas con sus gafetes. La verdad ahora me sentía nervioso.
—Ahora uno de los mejores alumnos, les dirigirá unas palabras a toda su generación.
Todos aplaudieron dándome paso a estar de frente ante todos, desde aquí arriba todo lucia mas pequeño y distante.
—Hola— dije tímidamente a lo que todos rieron y me dieron ánimos— Queridos compañeros de clase, profesores, familiares y amigos. Hoy, en este día tan especial, me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones sobre lo que significa graduarse y comenzar esta nueva etapa en nuestras vidas. En palabras del Principito, "Lo esencial es invisible a los ojos". Así que les animo a mirar más allá de lo superficial, a valorar las pequeñas cosas que hacen la vida hermosa y a cultivar relaciones profundas y significativas. En primer lugar, quiero decirles que estoy increíblemente emocionado por lo que nos depara el futuro. La universidad nos espera con nuevos desafíos y oportunidades, y estoy seguro de que todos estamos listos para enfrentarlos con valentía y determinación. Pero también quiero recordarles que la vida universitaria no se trata solo de estudiar y obtener buenas calificaciones. Se trata de disfrutar cada momento, de hacer amigos que durarán toda la vida, de descubrir nuevas pasiones y de crecer como personas. Y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar algo tan importante como enamorarse. Sí, enamorarse mucho y locamente. Porque el amor nos hace sentir vivos, nos inspira a ser mejores y nos llena el corazón de alegría y felicidad. Así que no tengan miedo de abrir sus corazones y dejarse llevar por ese sentimiento maravilloso. A medida que nos despedimos de la escuela secundaria y nos preparamos para enfrentar el mundo, llevemos con nosotros estos consejos. Disfrutemos cada momento, busquemos el amor en todas sus formas y recordemos siempre que la vida es un regalo que debemos aprovechar al máximo. Gracias a todos por estar aquí y por ser parte de esta increíble jornada. Les deseo a todos mucho éxito en sus futuros proyectos y que nunca pierdan la pasión por la vida y el amor. ¡Felicidades a la clase del 2024! Juntos, ¡vamos a conquistar el mundo! Muchas gracias. —todos aplaudieron y ovacionaron de pie. Al bajar del escenario mi mirada se junto con la de Seraphine por unos segundos hasta que mis amigos me molestaron.
—¡Eso es amigo!.
—Eres un maestro.
—Ya cállense— dije riendo.
La ceremonia había terminado y todos lanzamos nuestros gafetes al cielo dejándolos caer como una película típica gringa. Me sentía contento, y feliz de lo que había logrado. Mis madres se acercaron a felicitarme y darme unos bellos tulipanes rosa. No paraban de repetir lo orgullosa que estaban de mi.
Quite un tulipán y fui donde Seraphine, camine entre la gente y la vi junto a la familia de Oscar, riendo hasta que me vio.
—Hey.
—Ya vengo— comento ella alejándose de su alrededor.
—Seraphine yo.
—No. No quiero oír excusas, ni nada, ya dijiste demasiado aquel día.
—Seraphine te amo.
Pero no dijo nada de vuelta. Me di la vuelta y camine, de pronto todo a mi alrededor desapareció y con cada paso que daba sentía que me hundía en el piso, era como si caminara por arena movediza, sentía como me comía lentamente. Desde ahi ya nada fue igual.
Después de la graduación, me sentía como un barco a la deriva en un mar de emociones tumultuosas. Había decidido abrir mi corazón a Seraphine, esperando que ella sintiera lo mismo por mí. Pero su silencio me dejó en un abismo de confusión y dolor. ¿Acaso no sentía lo mismo por mí? ¿Había arruinado todo con mis suposiciones apresuradas de ella?