“Presa de deseo carnal, así quedó mi cuerpo desde aquel día que tus ojos penetraron mis pupilas“.
La eternidad y la condena son la base de la perdición para él. Son cada uno de los retratos colgados en la iglesia que le recordó que seguía vivo, nunca pensó verla allí, y menos en aquella ocasión.
—¿Qué haces aquí?
Sus ojos brotaban de ira y confusión, no por él sino por algo más. Él también lo escuchaba pero con menos intensidad: las voces.
—Sabes que te dicen —cuestionó y ella confusa lo miro con recelo—. A todos los niños le dicen que no se acerquen a la iglesia si no está bendecido.
—¿De que habla?
Ronnie confusa y también con incertidumbre hacia aquel joven que parecía perdido en sus pensamiento, algo demente como lo categoría un sacerdote.
—Tú ... ¿no las escuchas?
Si pero no las entiendo...
—No se de que hablas. —farfullo atropelladamente y camino de regreso hacia la entrada secreta. Él sonrió como un gato haciendo una travesura.
—¿Qué hace aquí?
—Aquí es mi lugar de diversión —respondió con simpleza. Y la miro con desconfianza—. La pregunta correcta es: ¿que hace usted aquí?
—Escuche la música:
«La más dulce canción
y más bella que tuve el placer de escuchar.»
—Gracias, y creo que no me he presentado aún—le extendió la mano y ella la aceptó, besándole el dorso con un delicado beso—. Mi nombre es Will.
La joven se iba a presentar aunque de la entrada principal de la Iglesia apareció la joven de cabello oscuro como la noche, y esa furia intensa perforando cada instinto como si no fuera de aquel mundo.
—Creo que debes marcharte, Ronnie.
Apareció detrás de ella en un instante al siguiente la halaba del brazo lejos de la iglesia, lejos del extraño joven, lejos de la armoniosa sinfonía.
—¿Quién te crees que eres?
—Eso no importa mientras mantengas al margen de ese chico. Además, considéralo una advertencia, no soy buena cuando me hacen enojar. —Resopló aquella quien había convertido en cenizas lo que antes era un consultorio—. Recuerda una cosa Ronnie Miller, tú no tienes idea de quién soy yo y yo no diré que sé de ti.
Sonrió perversa, ella había fisgado en unos archivos y no eran cualquiera sino que eran los de ella.
—¿Qué sabes de mi, chica ladrona?
—Podré ser ladrona pero sé cuidarme sola, querida.
Sin más se subió a una moto dejándola a ella con mil intrigas en la cabeza y unas nuevas dudas a la lista.
¿Quiénes buscaban hacerle daño? ¿Quién era ella? Y aún más importante: ¿Qué sabía ella que no se daba cuenta?
🗝🗝🗝
Era de noche y frío como si el clima estuviera acorde con la oscuridad que sentía crecer dentro de ella. Cada vez más, y más fuerte ese sentimiento de angustia la hundía profundamente.
Este día se encontraba en una fiesta, una de las más grandes de todas, y esa era la fiesta en el bosque que se reunían todos los alumnos del instituto para celebrar el día de la inauguración de la institución.
Una soez, pensó.
Ya que todos solo venían a por la fiesta sin saber el significado del día.
La noche era muy encantadora llena de estrellas y con el fuego ardiendo como si se acercara un final trágico, ya que las personas bailaban alrededor de ello con un baile tradicional, tan antiguo como la iglesia con su pasaje secreto.
No podía olvidar esa iglesia.
—Me concede una pieza.
Ella giro esperanzada en ver a Ethan con aquellos ojos grises que delataban sus sentimientos por ella. Lo que se encontró fue esa mirada penetrante y sus pupilas obsidiana mirándola fijamente como si se tratara de una princesa, no más que eso, una reina.
—No me diga que esperaba a alguien más, Ronnie.
Ella se acercó unos pasos hacia donde él se encontraba cómo una sombra oculta en la oscuridad al igual que ella. Él era parecido a ella en esos aspectos.
“Puede brillar como un sol y al mismo tiempo ser una linda tormenta”.
—No creo que sea coincidencia el volver a encontrarnos de nuevo, y tan seguido.
—No lo creo. Puede que me esté siguiendo me tal vez...
—Lo mismo preguntó, Charlie Parker.
El sonrió y bailaron uno, dos y tres piezas hasta que la música paró a una más rápida. Un baile que estaría encantado de seguir sino fuera por el dolor de sus pies de tanto bailar.
Se acercaron a una carpa que había en el bosque, sin nadie más de testigo él se había quedando mirando y repasando sus labios, ojos y su hermosa cabellera donde él se detuvo en su cuello, anhelando con tanta pasión desbordada probar esa piel que le atraía desenfrenadamente como una maldición.
Se acercó lento y con unas ansias que parecía un demente aunque nunca estuvo cuerdo, y pasó su mano por aquel cabello rojizo y anaranjado intenso como las llamas que arden en la fogata.
Ella era su tentación, obsesión, y su condena.
Acaricio con su palma la suave piel y delicada de ella, y ella sintió escalofríos al sentir su tacto frío cono su mirada, tan frío como el día de invierno.
Y él se acercó y susurro en su cuello:
Eres mía y yo soy tuyo.
Besándola desenfrenadamente a la luz de las estrellas y el frío viento que golpeaba su cuerpo con fuerza, un susurro estalló gritando parar.
Su conciencia le decía que obedezca y que se detenga que tenga una buena razón para cometer tal acto atroz cuando sentía cosas por Evans. Sin embargo, era demasiado tarde ya que sus deseos carnales pidieron más, tan vulnerable ante la tentación, y ante la cosa prohibida que sentía hacia la esencia ese que era más un desconocido que causaba estalló en su mente. Él era el causante de que la bomba de tiempo estallará.
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Editado: 22.10.2021