Ronnie: El consejo del ángel de la muerte

Capítulo 12

21 de Octubre del 2018

La única salida está en mi cabeza, esa es la única escapatoria, el resto está sellado, muerto y enterrado. Como mi madre, así yace ella en el bosque, más muerta que enterrada, ¿sabías eso, psicólogo?

Repetía sin cesar. No cabía duda de que  había sufrido algo que la desquició. Más que eso, la quebró de raíz hasta solo convertirla en polvo, solo cenizas quedaban de lo que alguna vez fue Ronnie. 

—Hola. Buenos días, ¿sabes por que está aquí? 

La misma pregunta una y otra vez, dijo y río siniestramente, perdida y sin vida en sus ojos más que solo locura y soledad. 

—¿Cómo te llamas? 

Me miro fijamente sin articular palabra, contuvo su risa y  ensanchó una sonrisa que podía describirse como endemoniada, y por fin después de casi una semana su voz se escuchó en la habitación diciendo algo coherente. 

—Mi nombre es Ronnie. Y no tengo miedo ni me rendiré, lo prometí hace algún tiempo. 

Un avance. Había logrado un avance después de que ya llevara internada aquí como un mes, su ingreso fue exactamente hace un mes, pero siempre estaba hablando con ella misma sin decir palabra a nadie más. Luego, decidió que hablaría de que había sucedido y lo hizo. Ella contó más disparates como el de antes y recién una semana después dice algo con sentido. 

—Piensa que estoy loca, ¿no es así? —la mire y ella sonrió con burla—. Es justamente lo que piensa, ¿cierto mi psicólogo número siete? 

Leí todos sus archivos y a pesar de que uno de ellos apelaba a que ella no era peligrosa, y solo era una chica con muchos problemas de comportamiento. Ese psicólogo era muy reconocido, sin embargo se equivocaba en ello. 

Ella está demente. 

—Necesito ver a mi psicólogo, ¡quiero verlo! 

Se exaspero, era más inestable que antes que llegará a el centro psiquiátrico y mucho más antisocial según sus reporte anteriores era una persona muy sociable entre sus amigos de confianza. 

No obstante, desde que llegó sólo dice incoherencias o intenta comunicarse con el anterior psicólogo el señor Dylan Lee.    

—Ahora yo soy tu psicólogo, puedes decirme a mi todo, soy de confianza. 

Ella bufó y río sin gracia. Mientras pronunciaba con cólera—: Usted no es de confianza. ¿Sabe usted por lo menos la definición de confianza? No, no responda aún. —respondió, y señaló al expedienté en mi mano, sus expedientes de años atrás, cada uno desde que era joven había estado viendo cosas que no existían, afirmando que eran real. 

—¿Qué sucede con esto? 

Cuestione con cautela ante su mirada acusadora.

—Eso es lo que soy para usted: una paciente, una enferma mental. Una chica con un expediente cada vez más largo que parece que nunca va a acabar. Un caso sin resolver o concluir, un desafío. Me se de memoria como estoy archivada en tus registros, me llamas el expedientes X, el peligro y la muerte en aquel.

—No lo negare. 

—Por lo menos no se molesta en negarlo, me agrada aunque también debe saber que la última persona que me agrado ha desaparecido. —respiro profunda y cerró sus ojos recordando algo que le causa un profundo dolor.

—Él me amo con todo su ser y yo lo dejé morir...—susurro antes de caer desmayada en el suelo, y su mirada antes de ello era de vacío y desesperación. Anhelando profundamente a ese ser que tanto extraña.

No era la primera vez que sus recuerdos y palabras eran solo disparates. No tenían sentido aunque lo intentara, solo una cosa de todo lo que había dicho era correcto: un chico a muerto.

Se dice que desapareció, pero ya ha pasado un mes de aquello, sin noticias se lo da por muerto. La persona estuvo implicada en una relación cercana con la paciente, ciertamente no era un tipo que se veía todos los días, más misterioso que ella. 

Sin familia cercana más que un hermano, sin duda alguien solitario debido a que casi nadie sabía más de él que su nombre y que tenía un hermano. Pero lo más intrigante es que esta persona no tenía un registro entre los que constaban como ciudadanos en el pueblo, como si nunca existiera, un fantasma. 

Era como una sombra, no lo ves hasta el día que él se muestre. Alguien con capacidad para ocultarse y no ser detectado, y al buscar un registro de quién es tal persona solo encontramos su nombre: Evans D’angelo.

Evans vivía por el bosque en una cabaña lejos del pueblo, y luego se mudó cerca de Ronnie, según las personas cercanas a ellos. 

Pero la casa donde vive el hermano de Evans lleva vacía meses, sin noticias de su hermano, y la casa no se registra a nadie más que la fallecida madre de Verónica Miller, su cuerpo encontrado por su hija. 

Expediente X 

Leí la portada. En realidad ese expediente es llamado así por el misterio que oculta todo lo relacionada a la señorita Veronica Miller.

—Hola, ¿Cómo te va? 

Me saludo una compañera. Sentándose frente a mi y con el ceño fruncido me regaño por quinta vez en la semana.

—Quita esa cara, Roger. Seguro que pronto se mejorará solo dale tiempo y mucha paciencia— Sonrió, siempre tan optimista, y me dio una taza de café—. Y cuéntame de nuevo vi como se la llevaban a su cuarto desmayada, ¿que sucedió esta vez? 

—Muchas cosas y a la vez ninguna con lógica, Milly. 

Milly sorbió un poco del café y se acomodó el cabello blanco en una alta coleta, una postura que la veo hacer cuando tiene algo importante  que decir: siempre sin excepción.

—Déjame hablar con ella. Solo como colega no como su doctora, que de eso ya tiene mucho. 

—Aún no estás capacitada para tratar con ella, recién empiezas prácticas aquí como cuidadora. 

Ella puso una cara seria y se acercó a mi—. Enserio que soy inexperta y muy curiosa, doctor Roger. Me conoce bien, muy bien diría yo que de la cabeza a los pies. Así que sabe que no me voy a detener hasta que lo que solicito sea cumplido. 




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