El mundo está a lleno de sorpresas pero la más grande que he visto, es esta, su ojos brillan de alegría al ver el lugar donde nació, creció y donde estoy en este momento.
El infierno estoy, en lo que al ojo humano sería el misterio más grande y tenebroso, siempre me advirtieron desde niña mis abuelos pórtate bien o iras a terminar en el infierno.
El averno es como una rosa marchitándose pero revive de la nada, surgir de las cenizas. Así es como lo veo donde hay luces donde se halla la oscuridad, brilla pero en realidad hay mucha niebla tenebrosa pero a mi lado está un ser que al parecer no pensó donde me traía.
—Lo pensé muy bien, y las respuestas a tus preguntas mi querida hada las puedes encontrar aquí donde la magia vive y no en el mundo mundano —respondió y añadió con burla, y malicia—. Espero que disfrutes tu estadía aquí pero debo ser claro contigo hada. En este lugar no confíes en nada, y menos si se ven inocentes son los peores.
—Como tú —solté.
Él soltó mi mano y camino por el sendero donde se encontraban pululando muchos seres distintos desde lo que parecía ser brujos hasta lo que es un lobo grande negro, y supongo que los animales de pelaje grande eran los menos peligrosos allí.
Charlie me dio una capucha de piel cubriendo mi cabeza y también se puso la suya, aferrándome a una piel que no me pertenece, camuflándome entre la gente que parecía muy interesada en comprar objetos de halloween.
—¿Qué hacen en Halloween? ¿Van a asustar a humanos? O quizás...
Deje la pregunta al aire y él sonrió de lado, mientras avanzábamos hacia lo que parecía un camino infinito.
—Crees a caso eso de que comemos humanos, si es así debo reconocer que los mortales no tienen imaginación. Estamos en el siglo XXI y nadie que viva en el centro hace eso, solo los que viven en las profundidades del valle o algunos protestantes.
Señalo hacia la gente y mencionó casi aburrido—. Lo único que nos diferencia de los humanos es nuestro modo de pensar, nacer y también la sangre por ser hijos del lado de la luna, mágicos o algunos inmortales.
Caminé y camine sin mencionar palabra alguna después de eso. Charlie tampoco era muy conversador y se mantuvo observando a todos con premura, buscando un lugar para escondernos, o que no haya peligro alrededor y aunque parecía tranquilo había algo que me decía ia que me estaba ocultando...
Un secreto que lo perturbaba y angustiaba demasiado como para caminar junto a mi, tan cerca que parecía querer sostener mi mano con la suya, querer protegerme de cualquier peligro.
No obstante, él era el peligro más cercano a mi, era mi peligrosa obsesión y también mi salvador.
—Estamos cerca, no te muevas.
Advirtió y luego se alejó hacia lo que parecía un subterráneo, oscuras sombras pasaban caminando por el lugar y entre ellas una alma la reconocí, Cam.
Estaba aquí, deambulando y perdida en tiempo y espacio, parecía preocupada por algo. La última vez que la vi dijo que no quería volver a servir a nada con el mundo infernal.
A su lado se encontraba alguien que parecía sonreír de oreja a oreja, la de cabello rojo pero sus ojos habían cambiado eran un rojo intenso que se manifestaba mientras observaba a las personas hasta localizar a Charlie.
Y entonces todo pareció absorberse en tinieblas, todos los gritos llenaron mi cabeza, voves que no pertenecían a las anteriores sino era más almas pidiendo, suplicando que alguien los ayude, los salve de su trágico destino. Gritando desgarradamente en mi mente, todos parecían no escucharlas a mi alrededor excepto yo.
Sálvame, por favor...
No quiero morir, no así...
Hada...
Pero una que siempre la escuchaba volvió entre las voces, esa que parecía querer ansiosamente correr y luchar a la vez.
«No temas, ten calma y tendrás el control»
Esa voz profunda anhelando ser escuchada pero que me daba tranquilidad al sentir que no estaba sola en esto, quien quiera que fuera, era valiente.
Mis oídos dolían, quería sacar las voces pero no sabía como hacerlo. Caí de rodillas en el suelo y el estruendo no tardó en llegar mientras mis manos tapaban mis oídos en un intento soez de intentar parar de escuchar.
Mis ojos vieron algo en las tiniebla, con la obscuridad dejando mi visón segada puede ver algo que no sabía que sucedió, mi madre se hallaba allí.
En la nieve, su cabello anaranjado se había vuelto casi rojo por la sangre que estaba saliendo de su cabeza, sangraba mucho pero me di cuenta que no era mi madre porque sus ojos eran distintos, no eran claros como los de mi madre sino un color rojo intenso y tenía en su vientre un bebé, uno que podía sentir su pulso y respiración mientras con ganas de vivir estaba la chica aferrándose a una cadena de plata en su mano, y con su último aliento suplico e imploro a todos los dioses pero solo uno escuchó sus plegarias: el ángel de la muerte no se negó ayudarla sabiendo las consecuencias de su acto.
La dejó vivir.
Abrí mis ojos y sentí su mano en la mía, intentando tranquilizarme me abrazo aunque su tacto era frío como si estuviera muerto. No, no era él quien estaba frío sino era yo quien lo estaba congelando.
—Ronnie.
Su voz llegó a mis oídos como si fuera una súplica, pero él nunca había estado tan desesperado, roto sino que siempre me hacía sentir libre, feliz. Pero yo lo estaba hundiendo conmigo, nos congelábamos en el maldito averno.
Hasts que sentí fuego. Estaba en una lucha mi poder descontrolado con el suyo, quemando el hielo, una danza que parecía no existir nada más en este mundo.
Solo él y yo. Los dos en el infierno, en este mundo o existencia desconocida.
Ardiendo en el infierno, destruyéndonos uno al otro, con hielo y fuego.
—Para, Ronnie. —Escuche de sus labios pronunciar con temor y quizás también amor—. Estás a salvo conmigo.
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Editado: 22.10.2021