Lo veía y sentía lo mismo que él, el pavor, intriga y también su sufrimiento que causaba que sintiera rabia. Ira contra si mismo, letal tanto como si fuera un huracán.
Él mismo sabía las consecuencias de todo lo que sucedía al rededor pero se negaba a creer lo que pasaría.
Él sabía que no debía estar allí y menos que sabía que él precio que pagaría su amigo por irrumpir en el clan de las brujas. Charlie estaba demente y quería proteger a su hermana de la salida garras de aquellas brujas pero luchar contra ellas era imposible siendo solo unos críos.
Mi lucha había acabado cuando nos atraparon. Primero a la bruja, llevándola lejos de su hermano Charlie, quien pese a las insistencias de que debíamos volver no hizo caso.
No existía una regla inscrita que decía que no se podía estar aquí pero todos sabíamos que nadie respetaba nada y si pisas su territorio era castigado o cosas peores que eso.
No escuche nada cuando me hallaron, entre los matorrales y Charlie oculto en un arbusto, y él iba a salir por mi pero negué.
Huye...
Pero era tonto y un cabezota. Una vez más se negó a mi petición de irnos, o por lo menos uno. Y así nos hallamos en la hoguera donde las brujas traidoras eran quemadas y morían.
Pero eso no nos mataría a ninguno de los dos. Pero sus planes no eran matarnos sino algo mucho peor. Torturarnos hasta hablar.
—No le diré nada —vocifere a la bruja que no paraba de con su magia buscar puntos débiles en mi aunque no halló ninguno. Después siguió con sus látigos y sin casi nada de mis sentidos escuche los gritos desgarradores de la garganta de Charlie.
La bruja hablaba mucho de todo y de que si quería algo lo debía tomar, llevaba casi encerrado a su merced tres noches y cuatro días.
—Ayúdalo, por favor —suplico la bruja Emma.
La hermana de Charlie asustada de no poder hacer nada me había despertado y repetía una y otra vez lo mismo. Hasta que la anciana bruja llegó y de nuevo iba a comenzar con todos sus trucos para torturarme pero no lo soporten más, no grite, el dolor no me afectaba, sus gritos y el miedo en los ojos de la bruja me hizo entender que algo malo sucedía.
Sal de mi mente
No podía controlar lo que veía pero con una fuerza sorprendente él logró sacarme de su cabeza. Sus ojos se toparon con los míos, se acercó a paso apresurado mientras con firmeza sostuvo mi cuello queriendo arrebatarme el aire, mi último suspiro robado por sus propias manos, mis manos dejaban de luchar cuando sentí ofuscada por la falta de aire.
Sonrío y luego me soltó. Caí aventada hacia el suelo frío, rozando mi piel que parecía apenas sentir el viento porque solo se concentraba en respirar profundo, bocanada tras bocanada, y con repugnancia pregunté hacia él: “¿Por qué no matarme, de una vez?“
No respondió pero sabía su respuesta cuando vi su rostro. Lo supe al igual que cuando entré en su mente, y no podía sacar ese sentimiento de destrucción queriendo acabar con todo a su paso.
—Porque no es divertido —interrumpió Charlie, y añadió dubitativo—. Y esto para él será un espectáculo, ¿cierto?
—No lo negaré
Respondió simple y cuando ya se hallaba todo perdido sintiéndome sin fuerza, y ganas de levantarme sentí su mano levantándome. Por un motivo desconocido sus labios rozaron con mis labios y susurro encima de ellos con cautela de que solo los dos escucháramos.
—Muero de ganas por saber que te hace tan especial, Ronnie.
Sus palabras más que un simple comentario fueron todo lo contrario. Una advertencia de amenaza para que me sintiera débil, inferior y asustada como aquel niño que no sabia que hacer para ayudar a sus seres queridos. Logró lo contrario a su propósito, no me amedrento ni logró influenciar pavor sino fuerza y osadía.
—No te tengo miedo
Él y el ángel de la muerte sonrieron cómplices de algún secreto. Uno que no sabía nada ni deseaba enterarme hasta que llegue al rostro de Charlie y Will.
Sus caras no poseían cordura ni un poco. Su sosiego desapareció al ver algo detrás de mi, al girar me di cuenta pero era algo tarde. No, no era alguien sino era yo misma.
En mis manos un fuerte brillo apareció, intenso y radiante como una estrella en el firmamento y al mirar mi reflejo en el espejo del lugar sentí pavor de mi propia existencia. La iris de mis pupilas habían cambiado a un color extraño, ni negro ni azul sino que eran ámbar, inyectados del color como el sol y a la vez en el otro ojo era un color más oscuro como si fuera negro.
Mis orejas se volvieron puntiagudas, mis manos temblaban al ver en lo que me había transformado: una combinación extraña. Las garras que sentí en mis manos fueron de Merida, quien tratando de calmarme sostuvo mi mano, sin percatarme me hallaba moviéndome de un lado a otro, sin marcharme solo confundida.
Era un monstruo
Me veía como uno excepto porque mi piel era igual que antes, y sin dudarlo lo que causa más terror dentro de mi fue cuando sin aviso sentí esa voz profunda desde las tinieblas gritar mi nombre.
Ronnie, te hallaré
La había llevado escuchando en mi cabeza mucho tiempo. Era la misma voz que desde que había recuperado un pequeño recuerdo me alentaba a más.
—¿Aparece al fin tu verdadero rostro? ¿Esto eres? —cuestionó con intriga. Su sonrisa se dirigió a mi mano, donde seguía una luz brillante y esta se convirtió en una oscura pero letal luz.
La lance al sentirme al borde de un colapso, sus manos no detuvieron mi ataque que paso arrasando con todo a su paso. Destrucción, lleno todo de un huracán que lo que tocaba quemaba hasta convertirlo en polvo.
De las cenizas resurgiremos... Venimos del polvo y polvo seremos.
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Editado: 22.10.2021