Ronnie: El consejo del ángel de la muerte

Capítulo 29

“Cree solo en la mitad de lo que veas y en nada de lo que escuches “.

Edgar Allan Poe 

24 de marzo del 2019

Gotas de lluvia eran las que perforaban mis tímpanos al caer contra el cristal del ventanal, una contra la otra, ruidosamente sin descanso como campanas sonaban en mis oídos. No necesitaba comprobar dónde me hallaba pues lo reconocía a la perfección por ese olor a etanol en mis fosas nasales tan familiar.

Un hospital, un lugar donde sus paredes eran blancas y sin duda las aceleradas personas pululando de un lugar a otro eran los salvavidas. Héroes para la sociedad que morían por no existir quien los rescate a ellos, sumergidos al igual que nosotros, la única diferencia recae en que ellos hacen el intento de salvarnos.

Pero yo no tenía salvación

No, desde el momento en que escuché las voces de un recuerdo lejano en mi mente. Uno que parecía querer resurgir de donde se hallará.

«Ronnie busca a el ángel guardián»

Mi mente recordaba algo que yo no sabía pero que mi corazón sentía profundamente real al latir con fuerza al recordar su nombre: Charlie.

—Saldrás de esta, Verónica Miller —aseguró la doctora a mi lado acariciando mi cabello. Sin embargo, sabía que lo que decía era incorrecto cuando vi sus gestos mirando la atrocidad frente al caos que sucedía: llegaban muertos cada vez más—. Eres una luchadora. 

En eso sus pasos se alejaron al entrar por las puertas más personas y algunas estaban vivas o eso parecían antes de ver como su mano caía sin vida minutos después de luchar con todas sus fuerzas de que no la tocaran. Al verlas me recordaba que habían aún más personas que seguían buscando en las profundidades del bosque entre ellos el de la sonrisa como un felino, Toby.

Todo daba vueltas alrededor al sentir un tacto contra mi piel que tenía hematomas en el cuerpo, aseguraban que eran por caídas aunque la flecha en mi hombro me decía que era algo peor como si me hubieran cazado como un depredador a su presa.

—Todo mejorara, confía en mí —susurro con parsimonia mientras que a lo lejos vio algo que lo puso intranquilo y ansioso por correr lejos—. Debo salir un momento, vuelvo pronto.

Toby se cruzó con unas personas en trajes elegantes y también con unas enfermeras que impedían el paso de estos extraños visitantes.

—No pueden venir aquí, ¿acaso no ven que está herida? —Bramó como un animal hacia ellos en especial a los que tenían cámaras y una libreta en mano—. ¿Son ciegos o sordos? ¿No piensan o que sucede en su cabeza? 

Entonces los que suponía eran periodistas y reporteros desaparecieron con sus cámaras mientras que quedaron dos muy extraños arraigados a esa costumbre de su traje costoso que los hacían lucir a que intimidan con su actitud airada y seria.

Frente a mí se encontraban dos policías. Una era una mujer de melena negra y también de ojos verdes que era como un témpano de hielo, fría como un iceberg, junto al sujeto alto daba la sensación de seguridad como desasosiego.

—Somos agentes de la policía y lamentó decirle que este caso tiene prioridad antes que el bienestar por la urgencia y atrocidad del suceso —Pero su tono no era nada de tristeza sino condescendiente y decidido a revelar todos los maldivos demonios ocultos en el pueblo—. Permítame hacer mi trabajo, joven.

Ella se situó en la silla a mi lado donde minutos antes fue ocupada por el que donde iba antes llenaba el aire con risas y sonrisas por damas sin lugar a dudas ahora solo era de rabia y preocupación.

No solo por mí sino también por él, ocultaba algo de las sombras que lo acechaban sin piedad de su pobre alma torturada, ninguno habló al respecto de ello pero sus ojos revelaban que lo que sea que fuera lo carcomía por dentro como ese sentimiento retándome a hallar a un prófugo en mis memorias.

— Temo que no pueden porque ella se ha quedado muda —reí con amargura al escucharlo, no estaba muda, pero tarde sentí que mis cuerdas vocales no respondían. Solo se seguía escuchando esa repiqueteo de las gotas de lluvia más atronador que eran como mis gritos y llantos al posar una mano sobre mi garganta. 

¿Mi voz la había perdido? ¿Cómo era posible que me sucediera eso? ¿Qué ocurría aquí? Nadie me daba respuestas a preguntas no pronunciadas pero sus pupilas cayeron sobre mi mirada como comprendiendo aunque sin mencionar más.

— Hay muchos métodos de comunicarse, joven —dimitió el otro policía sin dudar en silenciar las palabras de Toby. 

Sus palabras se las llevaron el viento al rechistar entre dientes como cuando un niño que lo que deseaba no le salía, pocas veces he de admitir. Pues él tiene él don de convencer, manipular y terminar rendida a sus pies. 

—No le dirá nada que no sea en mi presencia o debería llamar a un abogado —farfullo mi vecino al borde de la cólera al ver que esos oficiales no se marcharían muy fácilmente—. ¿Cual es su decisión?

  Ellos callaron, dubitativos a dejar a un adolescente acompañarlos a un interrogatorio porque sabía que eso sería. Preguntas que yo carecía de respuestas, y ellos seguirían con dudas u otras muchas más preguntas.

Al revelarles de que recuerdo un nombre que nunca antes conocía o que escuchaba voces en mi mente que anhelaban buscar a un ángel guardián. ¿Me diagnosticarían demente y enviarían a un psiquiatra o me creerían? Pensaba quizás que que fingía mintiendo sobre lo que me sucedió, probablemente.

Estaba dispuesta a colaborar a pesar de que trataba de respirar pero que mis alveolos se negaban a trabajar provocando una falla al respirar. Mis pulmones anhelaban conectarse de nuevo al oxigeno junto a mi. Estaba volviéndome adicta a eso que me ayudaba a seguir con vida.

—Bien, empecemos pero nada sale de esta sala, ¿entendido? —asintió antes de tomar mi maña con cariño dándome fuerzas para comenzar el espectáculo—. Relájate, no te haremos daño.




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