Ronnie: El consejo del ángel de la muerte

Capítulo 30

”Me quedé  demasiado tiempo dentro de mi cabeza y  terminé perdiéndola”

Edgar Allan Poe  

24 de marzo del 2019

Si hay una salida de la oscuridad que me muestre esperanza en algo aunque sea una pequeña luz, la encontraré. 

Toby me acarició el cabello mientras esa vocecita canturreaba mi nombre con sosiego, estaba frente a mi cama y se lanzó a sostener mi mano, pero me removí asustada de su tacto frío.

«Ronnie»

—¿Por qué tienes miedo de ti? —interrogo conmovida pero algo dentro de mí me aterraba al punto de soltar un chillido y aferrarme a mi vecino aun mas—. Será mejor que descanses, cariño.

Expreso la agente impávida y al contrario del otro que se mostró en añoranza de algún recuerdo que lo deprimió. La actitud reacia que había tomado era como la de un huraño excepto por la cercanía de Toby, pero ¿él creería si le advertía de los sucesos dentro de mi cerebro?

Mi mente se hallaba en descontrol, era un animal sin rumbo alguno, y era peligrosa. Mentí cuando negué a que esos ojazos que me penetraban en la oscuridad fueran los que alguna vez le pertenecían alguien importante. 

Charlie, quién eres...

Un fantasma del pasado que me atormentaba o era mi imaginación de mi cabeza. 

—Eres pecado —escuché con un retintín en esa oscuridad y repitió con siniestra lúgubre del ambiente—: Eres el pecado que no deseo alejar. 

Sonreí sin gracia. La voz salía de las profundidades de mi mente, era falso, blasfemia lo que mis pupilas miraban. 

Una melena negra que bañada en sangre salpicada en su rostro, mientras suplicaba en mis brazos, luchando por no abandonar sus últimos alientos. Vivir, desea vivir.

—¡No, no! —brame titilando mis manos y con espasmos alejaba a todos de mi—. ¡Vete, largo de mi vista, mi vida, mi corazón!

Esa imagen del que parecía llamarse «Charlie» se desvaneció como si se tratara de el simple viento, como los primeros días de la primavera el sol brillo resplandeciente pese al vacío que sentía por dentro. 

La tarde trasmitió la sensación de venganza, en la soledad de  habitación se halló una punzada en mi corazón, me negaba admitir que sucedía. Sin embargo, en el fondo de donde mis latidos del corazón cesan y vuelven a latir más fuerte es cuando sus palabras perforan mis oídos con un simple: “te quiero”.

Pero profundos sentimientos se desvanecen al amanecer y donde su voz inundaba la habitación no hay nadie, una quimera de mi mente, quien sea que halla estado según mi mente desaparecía con el transcurso de la semana horas.

Al sentir un tacto delicado aferrarse a mi mano mientras daba masajes en mi melena desaliñada supe que se trataba del único que venía a visitar tras cada hora, Toby se hallaba con su sonrisa felina y esos ojos astutos que escondían mucho por develar.

—¿Deseas volver a asistir al instituto? —propuso Toby con una expresión preocupada, exaltado, y se podría decir con pavor a algo que no mencionó—. ¿Qué opinas?

—De acuerdo —repuse tácita. No deseaba continuar aquí encerrada y recordando a un fantasma que desaparecía y aparecía en mi memoria sin cesar. Me mataba, enloquecería.

—Si no deseas puedes seguir aquí —pero aquí solo me esperaba recuerdos y tristeza—. Después de todo creo que repetirás el año, V.

Reí pese a su broma era pésima, apenas recordaba levantarme para ir a unas clases, eso yacía en mi memoria como si fuera hace un milenio.

—¿Y mis padres, vecino? —Cuestione pese a que algo me decía que en un año de olvidar y con los sucesos caóticos de muertes y desaparecidos era un problema simple pero nunca se me ocurrió que la noticia que Toby iba a darme sea verdadera.

Él titubeo y callo unos minutos antes de negar con su cabeza mientras me abrazaba fuerte, cuando susurro sin aliento—: Tú madre murió, V. Lleva así hace un año y tu padre sigue en luto por su pérdida. Lo lamento mucho —solloce en su hombro, sintiéndome cansada y débil, necesitaba una buena noticia o terminaría perdiendo mi cordura—. Lamento mucho tu pérdida pero debes ser fuerte, lo superarás créeme.

Llore y grite a los cuatro vientos una retahíla de vocablos que se suponía que no debían pronunciarse en presencia de nadie, odiaba sentirme como si quien estaba en mi cuerpo fuera otra persona, no era Veronica Miller. 

Yo no era Ronnie, sino alguien que soñaba con Charlie. 

—¿Quién es Charlie?

Mi amigo suspiro cansino y sus brazos me soltaron sin más, conmocionado por el nombre que surco mis labios, pero él lo conocía vagamente tal vez.

—¿Charlie? ¿Qué Charlie? —vociferaba caminando de un lado a otro, nervioso y su frente empezaba a sudar sin hacer calor alguna. Mentía y escondía algo cuando respondió—. No conozco a ningún Charlie.

Algo había alterado al ser que era un perfecto en engañar, manipular y de tal manera lo perturbó que no podía controlar su cuerpo para que no lo delatara como sucedió en es el pasillo de estancia del hospital.

—¿Le conoces? No me lo quieres decir pero sabes perfectamente quién es ese tipo —declaró victoriosa. Lograría sacarse de la duda si había alguien con aquel nombre que halla conocido durante el tiempo en la nebulosa—. Dime quién es ahora mismo, Toby.

Insistió sin preámbulo a lo que el simpático pero mentiroso vecino de mi infancia se negó rotundamente repitiendo una y otra ve que no había nadie que conociera a un Charlie en ese pueblo.

¿Eres mi ilusión, Charlie?

No podía mantener mis párpados abiertos mucho tiempo sin entrar en un trance de sueño donde la doctora venía a vendar unas heridas, luego sin más se marchaba siguiendo con los demás.

Por consiguiente, veía muchos rostros opacos sin vida alguna ni esperanza al ver los cuerpos que reposaban en las camillas, y uno tras otro moría por heridas graves desde dagas en el tórax que habían terminado desangrándose a morir o pequeños que venían por una gripe que azotaba al pueblo por los inviernos que al parecer habían sigo terribles. Morían de hambre algunos que ya no tenían lo suficiente fuerza para salir de su refugio por el denso frío.




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