Ronnie: El consejo del ángel de la muerte

Capítulo 31

"Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón"

— William Shakespeare

Los seres oscuros me aterraban, quedándome petrificado con un nudo en la garganta, y sin sentir el aire en mi pulmones. 

Era devastador sentir un ataque de ansiedad por dentro pero que los demás siguieran actuando normal. Sin embargo, nada era normal en este lugar donde recordaba que iba a mi clase hace solo unos días con personas completamente diferentes. 

Al ser un caso especial tuve que repetir el año sin cambiar de instituto. Donde los profesores estaban al tanto de mi condición, pero era pertubador las miradas de los jóvenes nuevos sobre mi, pues yo ya debería estar en mi ultimo año como Bella, Toby, Thomas, Lukas y Evans. 

¿Acaso Evans murió? Mi mente me atormentaba de preguntas sin respuestas. Porque nadie vio a Evans D’Angelo de nuevo y tampoco parecían extrañar a un huraño que solo se juntaba con pocas personas entre ellas los dos primeros mencionados y yo.

Junto a mí se hallaba un extraño con pavor de que lo que sea que me pasara no le u. Yo era como la peste en ese crucial momento hasta que de la puerta entraron nuevos personajes que lucían familiares.

Una joven de melena blanca y su porte era demasiada alta que ocasionaba muchas miradas por su atuendo excéntrico. Ni hablar de que llegaba gafas ocultando sus ojos que eran las que demostraban las verdades del alma.

Dicen que puedes ver la verdad en el corazón aunque creo que en los ojos se revela la realidad porque son los que te delatan y traicionan al igual que tú corazón.

¿Qué quien más entro? 

Pues alguien que con su traje totalmente negro ya denotaba atención y con unos ojos hazel -avellano- provocaban estragos entre las señoritas que se situaban en este salón. 

Y sin duda la más importante alguien quien tenía la mirada pérdida en el espacio con un increíble melena negra que destilaba en el ambiente un siniestro y alentador silencio. Pero más allá entre la oscuridad de las sombras una pequeña, aterrada y cohibida, por su aspecto parecía mucho menor al borde de que no pertenecía a la clase con jóvenes de edad más grandes en altura. No obstante, lo que le faltaba de estatura lo recompensaba en sabiduría note al ver como se aferraba a un cuaderno gastado. 

Percatándose de mi inspección sonrió con ternura mostrando sus dientes, y sus ojos brillaron en comprensión de algo que no podía ver, su rostro se iluminó de vida al igual que su cabello pareciendo un puto rayo de sol. Ella era la más enigmática, con sus rasgos angelicales, era la que más llamó mi atención del grupo que había ingresado para presentarse.

—Emma Black siéntese junto a Jack —pronunció la profesora de historia quien era nuestra tutora según había comentado el director. Nuestra charla fue amena y casi sincera al mencionar que repetiría el año por todos los inconvenientes sucedidos aunque sin dudar prefirió guardar sus palabras al mencionar el tema delicado: secuestro—. ¿Y Jack donde esta se puede saber? 

Cuestiono la delicada maestra de historia sin levantar la voz. La conocía pero nunca había tenido clase con ella sin duda alguna era una mujer que caía bien a casi todo el mundo. Menos a quien apareció con la camisa desabrochada y se situó justo frente a ella gritando como un demente.

—¡No me fugué! —frunció el ceño y se situó en su sitio haciendo un ademán de reproche hacia los nuevos—. ¿Pero que demonios esperaban sus padres al enviarlos a estudiar en el centro del caos? 

El caos era el pueblo donde yacían los cadáveres aún sin averiguar a quién pertenecían y entre ellos también muchos agentes intentando resolver el enigmático caso del Asesino a sangre fría. 

Pero nadie sabía más allá de que desaparecían muchos adolescentes cada noche sin procurar hacer demasiado ruido porque todo el caos es en silencio. Era el verdadero culpable los secretos de las personas, que nunca reportaron a nadie perdido, hasta que sus cuerpos sin gota de sangre eran reclamados en el bosque donde se cernía algo oscuro.

—Abróchate esa camisa —reprendió con sosiego la señorita Licia Gutiérrez, maestra de historia y continuo ignorando el asunto de los terribles asesinatos del pueblo—. Y Addison Brown delante de Veronica Miller y el asiento de a lado falta el joven...

Los murmullos empezaron de nuevo y antes de que mencionen un nombre, todos lo llamaron como si se tratara de alguien quien era un fantasma, nombrándolo así: el bibliotecario.

—Él no vendrá hoy —anunció una voz melodiosa y su propia existencia se fundió con ella. Era como si fuera de otro mundo que nadie conociera jamás, llamativa con esa melena azul y su voz angelical—. Se encuentra indispuesto.

Los jóvenes canturreaban una canción en sus mentes, una donde palpitaban sus corazones junto a esa melodía, y que averiguaría su procedencia.

—¿No estará en la biblioteca, eh? —interrumpió el silencio un joven haciendo reír a los demás. 

—¡Suficiente, silencio! —exaltó Licia Gutiérrez, y señaló al último estudiante que había interrumpido—. Una palabra más y a mi clase no entras. 

El joven dubitativo por el descontrol de la maestra de historia no hablo nada ni un argumento; pero quien si comento algo fue el nuevo. Una batalla de sentimientos corrió toda mi espina dorsal, una extraña sensación, de que le conozco de algún lado.

—Me han cambiado de aula que antes estaba en el aula con el profesor de filosofía como tutor el señor Méndez —dijo, y si su intención era captar miradas femeninas seria un júbilo para él; ya que media aula se lo comía vivo a ese bombón—. Mi nombre es Will. 

Las miradas fueron desviadas de su presentación por el estruendo chillido de alguien en los pasillos, quien más tarde conocería como el bibliotecario, y en ese preciso momento supe que mi perdición comenzó al ver sus ojos cristalizados, rojos y se posaron sobre mí con ahínco. 




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