Ronnie: El consejo del ángel de la muerte

Capítulo 35

[Toby]

Podía ver las estrellas del bosque. Podía ver sus ojos observando desde la lejanía frente a mi ventana, pero nunca logré ver sus temores profundos.

Eso lo sabía perfectamente cuando cedí a los impulsos profanos donde su cuerpo era mío y yo suyo, tan sólo un instante. 

Jadeé al sentirme agitado con la respiración que parecía quedarme sin aire en los pulmones, y mis manos buscaron sentir su sedoso cabello en busca de recordar todo de ella. 

—Eres única en tu especie —musité y bese sus labios mientras podía porque el tiempo se agotaba. 

Busque refugio en sus labios para despedirme antes de que inicie una tormenta y debe correr para ayudar a Ronnie. Obtuve sus labios como una acaricia y un recuerdo para siempre en mi memoria. 

—¿Solo lo dices para repetir? —pronunció dándome acceso a su cuello. Parecía pensativa y al contrario de otros días en aquel momento estaba menos estable que antes—. ¿Podemos bailar de nuevo, si quieres? 

Sonrió y despojo las sábanas de su cuerpo cuando se escuchó la primera gota de lluvia. La tormenta recién había comenzado, y sin querer mirar el tiempo caí en su mirada anhelante que delataba sus intenciones.   

—¿Qué planeas? 

Ella me empujó frente a la cama y se sentó a ahorcadas sobre mí. Me cayo con sus besos mientras luchaba contra un instinto primario que era salvarse de sus pensamientos profundos que ocultaba de todos.

—Aprendí unos trucos —levante una ceja, sin comprender su referencia—. Aprendi que se puede bailar mejor si primero juegas bien tus piezas.

—No quiero jugar más —Respondí. Sin embargo mis manos fueron a su cintura, aferrándose a no soltarla en ningún momento, y ya había ganado. 

—Se que te gustará. 

  Rozó sus labios por los míos y gruñí al sentir su calor corporal tan extraño para mí, una criatura que se considera un monstruo, y sus labios sabor a mente no me dejaban pensar con claridad. 

—Quiero saber algo —inquirí y tome su barbilla para que no me esquivara como siempre con evasivas. El tema era caótico, pero necesitaba saberlo—. ¿Si terminamos enamorándonos qué sucedería? 

—Ninguno de los dos lo hará —¿y si sucede? Me cuestionaba y ella parecían leer mi mente y contestó al fin—. Si llega a suceder dejaremos de vernos hasta sentirnos de vuelta normal. ¿Eres especial para mi, sabes? 

—¿Enserio? ¿Soy con quien tienes sexo especial? —Solo una palabra definiría bien aquella discusión: destrucción—. O quizás soy con quien fornicas mas seguido porque vivo cerca.

La aparte al leer sus pensamientos sobre nuestra relación. Si se podía llamar así aquella cosa entre nosotros, y vi algo que no me gustaba para nada.

—¿Qué? Claro que no, tonto —bramó mientras seguía negando con histeria en su voz. Sabía a lo que me refería y no era mi actitud la que la molestaba sino la de nuestro secreto—. Sabes perfectamente que tú para mi eres especial porque nos conocemos más de lo que me gustaría.

Admitió y se enrolló en las sábanas. Sus ojos destilaban pánico al ver el cielo oscuro sobre nosotros, pero no la atemorizó para quedarse callada. No obstante, si para que no mencionara el nombre que surcó de sus labios. 

—¿Soy especial? ¿Enserio crees que no se que piensas? Puedes por lo menos dejar de pensar en su nombre por tan sólo un momento. —Sostuve mi mirada a sus ojos que destilaban pavor al clima, y más a lo que estaba a unos metros de distancia—. Se que piensas en él, cuando estamos juntos, después de todo fuimos amigos ambos de él. Todos lo queríamos y no es malo extrañarlo.

Ella negó y fingió no entender. Fingí no verla hasta que sentí una punzada en mi cabeza, su mente quedó expuesta al escuchar el rayo caer, y así me permitió acceso a su cerebro.

Eres especial, eres amigo de él.

—Quiero que te vayas de mi casa y no vuelvas nunca más, ¿entendido?  — Ella se cruzó de brazos y negó cansada hasta rendirse en una mueca en su peculiar rostro lleno de vida y a la vez muerte—. No necesito verte otra vez. Ya no mas.

—¿Por qué? 

—Por el mismo motivo que no deseas verme de nuevo en el fondo —confesé. Nos estábamos destruyendo mutuamente  por conocer quién sabía más sobre nosotros mismo. 

Deseaba saber el motivo y causa que nos lleva a repetir un ciclo donde siempre terminamos dañándonos, queriendo que nuestras alma terminen en la profunda soledad, y sinceramente la razón de nuestros confusos motivos para enamorarnos.

Elegir a alguien que vale oro y a la vez es una maldita perfección que quiere que pierdas en el juego del ajedrez, jaque mate, quiere destruirnos.

No, nosotros nos complementamos en la perfecta destrucción. ¿Pero quien nos salva del abismo cuando ya tocaste fondo y no hay marcha atrás? ¿Cuando ya no esté esa persona que era tu salvavidas? ¿Quién rescata tú alma de la infinita tristeza si ya no esta? 

¿Tú lograrías salvarte por ti mismo...? 

{***}

La tormenta se acercaba era una bomba de tiempo, y  sabía a la perfección que la mejor combinación para este momento era la aparición del Ángel de la muerte. Sin embargo, quien se presentó justo detrás del rostro que seguía sin creer como sabía todo y mucho más de lo que hablaba, el individuo detrás era alguien que nunca antes había visto en mi vida. 

—¡Estoy lista para luchar! —pronuncie sin duda en la voz, firmeza y mi corazón latía como si fuera la primera vez en sentirme realmente viva.

—Encantada de conocerte, Hada Escarlata —siempre pensé que la vida te daba oportunidades para vivir sin pedirlo. Pero me di cual en su rostro que no habría más oportunidades para equivocarse—. ¿Debes preguntarte qué hago aquí? 

—No con exactitud. Eso ya lo sé —leí un susurro en sus labios “matarte”. La novedad era quien era aquel con aspecto siniestro, pupilas azules con un brillo oscuro violeta. No comprendía a qué especie pertenecía—. Mi duda es quien eres...




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