Ronnie: El consejo del ángel de la muerte

Capítulo 36

Especial 

”Navegamos sin rumbo, sin mapa y ninguna dirección precisa a la que deseamos llegar, ¿es demente querer lograr lo mismo junto a ti?”

Toby 

Las puertas del infierno se abren y detrás esperan acechando dos almas demoníacas que siempre permanecieron entre las tinieblas. Nadie lo sabía, nunca escucharon el susurro de un lamento pedir ayuda, deseando ser salvado de una condena que no pidió y nadie la merecía. 

—Bienvenido al reino de los mortales, Ezequiel —mencionó la bruja, y él sonrió escuchando los latidos del corazón cercanos que pertenecían aquella mortal que un día logró escuchar entre sus plegarias de desesperación que lo llamaban desde las tinieblas más profanas que nadie pisaba ese suelo—.  Oliver Shill me advirtió  que vendrías a este lugar para ayudarme, ¿es cierto?

—Bruja, ¿sabes que no estamos solos? — susurro y también fijó su atención detrás del librero donde sabía a la perfección de quien se hallaba allí, la mortal y a su vez la niña maldita: la Hada Escarlata.

Vamos a otro lugar.

Sin detenerse a pensar sobre cómo lograría su propósito, aquel que de las tinieblas provenía se marchó sin dejar rastro junto a la bruja Emma Blake.

Sabían ambos que la mitad mortal debía mantenerse al margen hasta lograr la primera parte de su plan. Aquella bruja no sabía que la tormenta comenzaba a caer, pronto todo cambiaria sólo faltaba una pieza en el tablero de ajedrez. 

Y esa ya se estaba acercando cuando las puertas del abismo fueron cruzadas por el monstruo sin propósito de parar, llevaba esperando mucho tiempo oculto en aquella máscara que había olvidado su rostro. 

—Ezequiel, dime la verdad ahora, demonio sin lealtad, ¿que te trae al mundo mortal? 

La mordaz lengua de la bruja blanca y fría como la estación de invierno atacó los pensamientos de aquel ser que un día tuvo un nombre distinto, milenios de nombres olvidados y solo uno era importante. 

—No me perdería la diversión, llegue antes de que las campanas del infierno suenen proclamando una guerra, y en el momento preciso para ver arder en llamas lo que ustedes llaman mundo mortal —. Sonrió y leyó en la mente de Emma lo mismo que pensó él cuando escuchó aquel extraño llamado. 

“Maldita sea, quien demonios eres”

—No importa y no temas, cumpliré mi promesa con Oliver Shill, no matare a nadie hasta que la primera parte del plan llegue. Por ahora, soy tan inofensivo como lo estás tú al pisar esta tierra mundana infestada de sombras. 

Ezequiel chasqueó los dedos delatando a la sombra oculta detrás de un hechizo de invisibilidad, y camino hacia donde estaba ella con aquella mirada llena de ira y descontrol.

—No pierdas el control, Camile —mencionó Emma, y al mirar al cielo la primera gota de lluvia cae sobre su mano, convirtiéndose en hielo de inmediato, la bruja al mirar el cielo maldeció y blasfemo contra el tiempo.

La oscuridad se acerca, solo a un paso más adelante que todos, y también pronto buscaría un alma que reclamar. Un balance por las atrocidades que se desataban en aquel lugar.

—No permitiré que este demonio arruine el plan —soltó enfurecida mientras su rostro delataba su descontrol, dolor y sufrimiento que sus rasgos delataban—. ¡Ni siquiera parece conocer a Ronnie! No tiene intenciones de salvarla, se nota en su mirada delatándolo, ¿acaso sientes por lo menos? 

El cielo rugió antes de que su voz pronunciara palabra, y fue como su contestación sobre sus interrogantes. No era un héroe, sin mencionar que sus intenciones eran ver arder todo. 

Los pasos de la sombra fueron más deprisa y antes de que los relámpagos sonaron advirtiendo un peligro acechando, y de que la tormenta comenzara fue  un rugido de dolor, desesperación que salió de la garganta del susodicho que miraba con atención los ojos de la sombra, Cam. 

Rugió de dolor que no le pertenecía a él, aquel frente a sus ojos ya no podía entender aquel sentimiento ni menos comprender que era aquello que causaba tanta tristeza, violencia e ira a la pequeña mortal.

—Fuiste salvada de la muerte por Charlie, así que no te atrevas a morir sin antes cobrar la venganza contra Dylan Lee —susurró en su oreja al ver por esos pozos vacíos su vida, la niñez encerrada con otros infantes que eran parecidos a él, monstruos sin nombre—. Si mueres antes, yo cumpliré tu promesa de sangre, sombra.

 

Ezequiel se sostuvo de la pared al entrar en esa mente llena de caos sintió mareos y una sed de sangre que no se saciaría hasta matar a aquel que en la cabeza de la sombra pensaba, Dylan Lee debía morir, y no iba a limitarse si lo hallaba.

—¿Qué diablos le hiciste a Cam? —cuestionó  Emma, pero aquel no respondió de inmediato sólo miró a la sombra sin duda alguna que aquel descontrol se desvaneció por completo—. ¡Contesta, Ezequie!

La bruja se quitó las gafas que ocultaban la locura que la perseguía, la delataba su alma, la fragancia que desprendía y a la vista de los mortales aquellos pozos sin fondo de color rojo con la oscuridad sumergida en su mirada. Estaba siendo consumida por aquella oscuridad aterradora que no podía mencionar en voz alta.

Tú ya no eres una bruja, Emma Blake.

—¡QUÉ DEMONIOS! —vociferó la bruja con aquel poder que no le pertenecía, y desató en sus manos el fuego con mezcla del olor que conocía a la perfección: Azufre. 

—Cálmate, bruja —comentó al intentar pensar el motivo de que todos estaban en descontrol en ese preciso momento hasta que lo supo, lo sintió, había atravesado el portal también—. Todos correrán peligro si seguimos cerca de los mortales, debemos correr ahora. 

Ezequiel no le afectó lo que desprendía en el ambiente con la tormenta que ya había comenzado, estaba acostumbrado a esa mezcla de demencia en su sistema, azufre con una sustancia conocida como demente maldita. 




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