Amy
Solté un suspiro ya que era mi turno de noche, me encontraba leyéndolo un libro de poemas al Sr. Maddox que me oía atentamente.
—es agradable tu compañía—dijo Sr. Maddox sonriendo—me haces sentir menos solitario desde que mi Lizzy se fue...—
—me alegra que así sea... Para mí es un placer hacerlo... Usted es como el abuelo que no tuve—susurre tímida cerrando el libro-—aunque no seamos familia usted me hace sentir como si lo fuéramos... Y me gusta—
El hombre me sonrió de vuelta y acarició mi cabeza en señal de afecto, pero no era cualquiera era realmente genuino, sonreí y continúe hablando con el hombre hasta que pasó algo inesperado. Me había pedido un vaso con agua y no tardé en llevárselo al llegar el médico me dijo que ya le quedaba poco tiempo y que su familia no llegaría a tiempo.
Corrí hasta la habitación de aquel hombre y me senté a su lado tomando su mano, el me sonrió con las pocas fuerzas que le quedaban me susurró un par de palabras que me hicieron derramar lágrimas.
—Debes prometerme algo...—el me miró aún con la sonrisa en sus labios—no dejes que nadie te quite esa hermosa sonrisa que tienes... Cualquier hombre mataría por una chica como tú... Desearía que... Mi nieto te conociera—
—qué cosas dice señor... Guardé sus fuerzas no me iré de su lado—él se rió y apretó mi mano- por favor resista...—
Suplicaba a Dios que permitiera vivir más a este hombre y que me quitara la vida a mi, el no merecía morir.
—eres una mujer maravillosa... Me recuerdas a Lizzy... Gracias por soportar a este viejo por un largo tiempo... Por favor no dejes que esa sonrisa se borre nunca...—fue todo lo que dijo antes de cerrar los ojos, el agarre de su mano de aflojó hasta que callo de la mía y no me contuve.
Comencé a llorar en silencio una de las pocas personas que me había tratado bien acababa de morir, simplemente me quedé sentada a su lado hasta que llegaron a retirar el cuerpo, me ordenaron arreglar las cosas del Sr. Maddox para cuando vinieran a reclamar el cuerpo y sus pertenencias.
Continúe con lo que hacía hasta que escuché que alguien entraba por la habitación, me gire y era el chico del departamento "Room side A", estaba llorando mientras me hablaba.
— ¿Donde esta?—pregunto tragándose los jadeos.
Respire profundo y me alegré que mis lágrimas se separan a tiempo no sé qué habría echo si me encontraba llorando.
—El Sr. Maddox está en la morgue... Fue llevado hace cinco minutos—susurre intimidada por el chico que estaba enfrente de mí.
Aleje mi vista de esta mientras terminaba de ordenar cada una de sus pertenencias, su voz profunda hablo.
—¿Cómo te llamas?—dijo aquel chico aún con llorando.
Comencé a pensar mientras ordenaba todo en la caja, no sabía si decirle o no. A estas alturas ya no perdía nada cada noche era golpeada y violada daba lo mismo si él se entera de mi nombre. Caminé con la caja cerrada y se la entregué en sus manos para susurrarle.
—Amy...—fue todo lo que dije al salir de la habitación dejando aquel chico solo, me dediqué a mis demás pacientes para intentar olvidarme del Sr. Maddox, cuando él llegó aquí era un hombre terco y cascarrabias pero cuando lo conocías a fondo sabías lo tierno y buena persona que era.
Yo lo había descubierto así, ya eran las dos de la mañana, solté un suspiro y fui a tomar un taxi para el departamento, al entrar mire la puerta de aquel chico, a decir verdad lo había visto cientos de veces subir y bajar, en cambio a mi jamás me había visto hasta esa noche que llegue tarde y ahora en el hospital. Entre a el departamento con cuidado de no hacer ruido, gracias a Dios esta noche no estaban despiertos, al parecer mi abuela estaba ebria con mi primo era seguro que no iban a levantarse.
Al menos una noche podría dormir tranquila, pero las últimas palabras que del Sr. Maddox estaban en mi cabeza haciéndome llorar.
...
Había pasado unos días desde que el Sr. Maddox había fallecido, ya no tenía con quienes conversar pero cuidaba de los niños de la ala intensiva de quemaduras, me habían reasignado allí porque mi supervisor quería animarme y sabía lo bien que trabajaba con los niños, eran tarde y ya me podía ir pero no quería irme. Solté un suspiro si llegaba temprano ellos estarían despiertos listos para golpearme y para abusarme, caminé a la salida sin ánimos y algo me detuvo.
—Hola—dijo llamando mi atención.
Lo mire y baje la cabeza.
—h... Hola-—dije tímidamente.
— ¿Me recuerdas?—dijo haciendo que levantara mi vista un poco.