Roomies Por Accidente

CAPITULO | 20 |

SEBASTIAN

Tenía la lectura de guion grupal, y sinceramente, ya iba en caída libre desde el desayuno. Primero, la visita de Tarzia, la amiguita de Oriane. Esa mujer con maleta gigantesca, autoestima en órbita y ningún respeto por las puertas cerradas. ¿Cuál era su problema? Encima que le permitimos quedarse, ¿abre la puerta, así como si nada? ¿Como si fuese su apartamento? ¿Como si no acabara de interrumpir el momento más feliz de mi semana con su enorme boca de “¡oh!” sorpresa?

Santo cielo.

Estaba noventa y ocho por ciento seguro de que esa chica envidiaba a Oriane. Era evidente. Se notaba en la forma en que la miraba, como si estuviera comparándolo todo. Y también en ese tono condescendiente que usaba cuando hablaba de su “mejor amiga”.

Mejor amiga.

Claro.

¿Quién en su sano juicio mira así al novio de su amiga?

Porque sí, lo admitía: yo era irresistible. Era consciente de mi cara, de mi sonrisa, de mi cuerpo esculturalmente bello y de mi existencia en general, no iba a mentir, pero incluso yo tengo un código.

Las mujeres van y vienen. Mas lindas, menos lindas, van y vienen. Los cuerpos atractivos también. Pero las amistades… bueno, las amistades no. y la lealtad lo era todo. Que ella, siendo amiga de Oriane, me recorriera con los ojos como si fuera un menú de comida rápida, era algo imperdonable. Y para rematarlo, la muy infeliz interrumpió nuestro beso.

Nuestro beso.

Todavía tenía el perfume de Oriane en mis fosas nasales. Así que sí: llegar a la lectura del guion y encontrarme a Mags no era precisamente el plato fuerte de mi día. Es más, prefería no tener que lidiar con ella, para empezar.

Caminé por el pasillo largo del estudio, respirando hondo para recomponerme y no entrar ahí con la cara de “me acabo de besar con la mujer que me tiene loco y me interrumpió la versión real de Serena Van Deer Woodsen”.

Pero fracasé.

Apenas vi a Mags, con su sonrisa de tiburón blanco y ese perfume agresivo que podría matar mosquitos en un radio de tres metros, supe que la mañana iba a ponerse peor antes de mejorar.

Tenía que tener la cabeza fría.

Tenía que concentrarme en mi carrera.

Tenía que recordarme que era un adulto responsable con un contrato nuevo y una oportunidad monumental que aún no había sido arruinada por su padre.

Pero cada vez que cerraba los ojos…

…volvía el beso.

A su boca. A sus manos en mi camisa. A ese segundo en el que ella se inclinó hacia mí, y esa sensación de que, por primera vez, ella no estaba escapando.

Perfecto.

Un estado mental impecable para leer guion frente a veinte personas, la ex que quiere sacrificarme en un altar, y una actriz protagónica que probablemente iba a pensar que yo era un idiota.

Me pasé una mano por el cabello y exhalé.

Me acerqué al círculo donde estaban los actores principales. Todos hojeaban el guion con expresión concentrada y café en mano, como si fueran adultos funcionales. La mayoría eran actores emergentes, recomendados por el autor del libro, lo cual me tranquilizaba. Nada de divos. Nada de egos que compitan con el mío. Paz.

Una chica de cabello castaño claro levantó la vista apenas llegué. Tenía esa clase de mirada cálida que te hacía sentir que nunca habías cometido un solo error en tu vida. Lo cual, en mi caso, era mentira, pero se lo agradecí igual.

—Soy Cinthya —dijo, con una sonrisa genuina—. Interpreto a Claire, la pareja de tu personaje. Seremos compañeros.

Le devolví la sonrisa en modo chico encantador, sin que pareciera que buscaba otra cosa.

—Espero que por mucho tiempo, si la serie tiene éxito —respondí.

—Lo tendrá. —Sus mejillas se sonrojaron apenas—. Estaba muy nerviosa por conocerte. Eres un gran actor. Mi novio, Noah, te admira un montón.

Oh wow.

Novio.

Perfecto.

Una mujer bonita, amable e inofensiva no era mi tipo. O sea, sí, pero no en esta circunstancia. Si estaba en una relación, era segura. No iba a intentar seducirme, ni iba a hacerse ideas equivocadas. No iba a besarme sin aviso como ciertas personas. La adoré al instante.

—¿Es actor? —pregunté.

—De teatro. —Sus ojos brillaron—. ¿Puedo pedirte un favor? ¿Le envías un audio saludándolo? Literalmente se va a desmayar cuando lo escuche.

Sonreí. Esto sí podía hacerlo. Además, mi ego necesitaba una victoria no romántica para variar, porque hacía rato un fanático no se me acercaba por una foto.

—Claro —dije—. Dame el teléfono.

Ella lo desbloqueó rápido y me lo pasó como si fuese un objeto sagrado. Yo apreté el botón de grabar.

—Hola, Noah —dije, con mi voz más cinematográfica—. Aquí Sebastián FitzGerald, reportándose para decirte que tu novia es la persona más encantadora de este set y que deberías traerle flores más seguido. También que sigas actuando, porque el mundo necesita más artistas.

Cinthya soltó una carcajada.

—¡Le va a dar un infarto! Muchas gracias.

—De nada. Me gusta darle alegrías a la gente —respondí.

Y justo cuando pensé que el día iba a seguir así de tranquilo… un perfume conocido, fuerte, muy caro e insoportablemente agresivo invadió el área.

Mags.

Por supuesto.

—Sebastián —canturreó, apareciendo a mi derecha como una maldición con tacones—. Qué puntual. Estás muy guapo hoy.

Ay no.

Ya empezaba.

Mientras se acercaba más de lo necesario, Cinthya levantó una ceja y yo le sonreí tenso. Porque, honestamente, habría preferido luchar contra un oso armado que lidiar con mi ex acosadora antes de las diez de la mañana.

—Margaret —la saludé—. Cinthya me estaba contando sobre su personaje.

—Ay, sí, sí —respondió ella desinteresadamente—. Claire, la chica dulce que nadie quiere ver morir en el piloto. Súper linda. Pero bueno, Sebastián, ven conmigo, quiero mostrarte algo de la escena del capítulo tres…




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