Rosa Carmesí

El encuentro

Capitulo: 1 El Encuentro

-La escuela es una mierda- Lance una hoja de papel a la papelera, la cual no cayó dentro.

-No te quejes – dijo Emma detrás de mí, dándome un golpe en la espalda de manera suave y juguetona.

-Si lo que tú quieras- Yo deje caer mi cabeza sobre la mesa dándome un golpe en la frente, siempre pesimista.

El ostentoso timbre sonó de manera escandalosa avisando el final de la clase

- ¡El timbre de la libertad! -Tome mis cosas y salí del salón lo más rápido que pude, dejando a Emma detrás de mí, mientras caminaba por el pasillo ella me alcanzó casi corriendo.

-Espérame - dijo ella jadeando- ¿vas a tu casa o al café?

-Al café, tengo que trabajar hoy- dije yo sin ganas, maldito trabajo

Yo había vuelto a caminar hacia la salida y Emma me siguió

-Detente caminas muy rápido – Emma me sostuvo del cuello de la camisa, jalándome hacia atrás, deteniéndome en seco.

-¿Puedes soltarme?-, voltee en su dirección

-Si esperaras, tal vez- dijo ella al fin soltándome

-Está bien, ¿Qué quieres?

-Quería darte esto. - Ella me dio un sobre de papel decorado con un borde dorado, en letras negras y rojas.

-¿Una invitación?- Ella asintió con una sonrisa en su rostro mientras sus ojos se iluminaban de felicidad.

-No creo que tengas tiempo de ir, pero te estaré esperando. - hablo de manera baja, pero sin perder su felicidad, Pues ella sabía que no me gustaba salir y siempre la dejaba plantada con alguna escusa.

-Está bien, pero me tengo que ir- Yo me di media vuelta y seguí caminando hacia la salida.

-Adiós- Ella sacudió la mano con una sonrisa, ella era tan alegre, todo lo contrario a mí, siempre con una sonrisa de felicidad y tranquilidad en su rostro, pues jamás la había visto molesta o que algo le incomodara.

Salí de la escuela y camine por las calles que de día estaban repletas de personas, pero de noche se volvían frías y solitarias, casi que podría decir que me daban miedo, pero la pequeña tienda rosa con gatos adentro que vendía cafés era todo lo contraria era alegre cada momento de su existencia en el cual trabajaba.

El marco de la puerta guindaba una pequeña campana metálica, la cual sonaba de manera aguda cada vez que alguien pasa por ella, avisando que alguien avía entrado en el lugar

-¡Llegue! - grite avisando que mi turno había empezado de el de Adrián terminado

-Hola Elizabeth, me alegra que llegaras, toma - Adrián un chico alto, moreno, de ojos color miel y cabello negro. Me entrego las llaves del pequeño local y se fue de manera casi instantánea.

Mis días no eran tan interesantes, solo estudiaba, cuidaba gatos y servía café con pelos de gato, ¡¿A quién se le dio esta idea?! Además, un gato negro de ojos amarillos y pelaje suave me odiaba y me solía atacar.

-Pero con el chico del turno de mañana te haces el inocente -Dije y lo empuje de la mesa.

*Gruñido*

-Si gruñe todo lo que quieras, que yo soy quien te da de comer -él se fue y se empezó a lamer la pata pasándosela por la cabeza.

La pequeña campana sonó haciendo un ruido detestable que con el rato te daba migraña

Un cliente, pon tu mejor cara de alegría, que no existe y finge que no tienes problemas.

-Hola.

-¿Hola, que es lo que deseas?

-Un café moka por favor -Yo me volteé dando le la espalda a la chica de cabello marrón mientras servía el café -No pareces muy feliz -Dijo con una mueca de fastidio, ¿Cómo te diste cuenta?

-Ten -se lo entregué y ella caminó hacia la salida con disgusto después de soltar su dinero en el mostrador

-Que simpática. -Murmuro ella, antes de irse con un tono apático.

-Tu no tienes que trabajar en un lugar que ni te agrada -espero no me escuchara -tu si me entiendes verdad -mire al gato negro limpiándose e intente acariciarlo.

*Gruñido*

-Maldito gato- Dije lanzándole un sobre de azúcar sobre él.

-¿Todo bien afuera? -Pregunto mi supervisora dentro en su oficina estirando su cabeza para verme casi cayéndose de su silla.

-Sí- Dije yo con obstinación queriendo ignorarla.

Ya había pasado varias horas en mi rutina de vender café que cada vez se volvía más repetitiva.

Servir café, alimentar gatos, limpiar, sonreír de manera hipócrita, y cosas así que me hacían infeliz.

-Bueno, ya es mi hora de salida, yo me voy- dije después de ver el reloj que guindaba en la pared diciendo las 9 pm, avise mientras dejaba alguna cosa dentro de mi pequeño bolso.

-Oye, antes de que te vayas, tengo que hablar contigo.- las peores palabras que puede decirle un jefe a su empleado

-¿Paso algo?- dije fingiendo que nada pasaba

-Tienes que ser un poco más feliz en el trabajo, como Adrián, él es más feliz, ya sabes una sonrisa en ese rostro hermoso- dijo ella con amabilidad mientras asía una seña con sus manos como si estirara una sonrisa en sus labios.

-Sí, está bien -Luego me dirigí a la puerta del vestidor más obstinada que antes -Como si no tuviera suficientes problemas.

-¿Dijiste algo?- preguntó detrás de mí

-¡No, nada!- me apresuré a decir

casi corrí hacia la pequeña habitación color blanco, por fin algo no rosa ene este lugar. Me retire el delantal color blanco dejándolo sobre una silla, me coloque un suéter y me dispuse a salir

la campana volvió a producir su sonido metálico mientras me despedía de Paula moviendo la mano de manera suave

-Esa campana en la estrada me va a dar migraña - ya lo había hecho antes, Luego salí del lugar y camine por las calles -¿Por qué todo está tan solo?

Una calle completamente sola con muy poca luz de luna, la verdad no tenía muy buena pinta. Pero el momento en el que menos lo pensé escuche el murmullo y los pasos de una persona que luego pronuncio con una voz ronca y suave, lo cual hizo que mi cuerpo se llenara de escalofríos

-¿Charlotee eres tú?

Mi cuerpo se tensó y malas sensaciones pasaron por mi cuerpo




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