Rosa pastel

24. Amar sin miedo

Su trabajo lo había mantenido lejos de ella, pero a pesar de todas aquellas responsabilidades con las que debía lidiar, aprovechó de un par de días libres para escapar y regresar a Santiago, lugar en donde Kei aún se mantenía. 

Se levantó temprano aquel día y se dirigió de manera inmediata al departamento de Kelly, todo con la intención de llevar a Abril al colegio. Sabía bien que la niña estaba atravesando una mala racha de tristeza, y aunque su hermana menor ya se encontraba con buena salud, su madre aún seguía en coma y a pesar de los días transcurridos, ningún especialista que trataba su caso parecía encontrar mejoras.

—Dan, no pensé que vendrías tan temprano —respondió Kelly al abrir la puerta y encontrarse con su presencia—. ¿Cómo estás? Pasa, por favor.

—Mejor —respondió con una mueca de angustia dibujada en el rostro y de manera inmediata, recibió a la hija de Kei entre sus brazos—. Pequeña, vine para llevarte al colegio. Después podemos ir a comer a Chuck and Cheese y a divertirnos al parque —siseó fingiendo una sonrisa para ella, pero la niña negó.

—No quiero ir al colegio. ¿Podemos ir a ver a mamá?

—No sé si es muy buena idea, nena —anticipó Dan, un tanto nervioso por la insistencia de Abril.

—Tal vez si la sea. Puedo quedarme con Violeta y tú puedes ayudarme con Abril. Ella solo quiere verla, pero por el trabajo en el salón no he podido llevarla —anticipó Kelly, mirando a Dan con tristeza.

Dan se mantuvo mudo unos segundos, luchando con aquella tristeza que seguía apoderándose de él, y tras eso, asintió conforme, pues tampoco quería romper el corazón de la pequeña niña.

—Está bien. Iremos a ver a tu madre, pero después iremos a comer.

—¡Siiii! —la niña chilló feliz y se echó a correr por el espacioso departamento—. ¡Le escribí una carta y le hice un dibujo! —gritó, corriendo con su arte entre sus manos, agitada y muy emocionada.

—¡Recuerda cepillar tu cabello y tus dientes! —gritó Kelly y la niña desapareció en el fondo de la propiedad, de seguro obedeciendo a lo que su tía exigía—. Es una niña muy dulce y obediente... ¿Qué es esto? —preguntó ante lo que Dan le ofrecía. 

Un cheque con una alta cifra de dinero.

—Anoche, en cuanto llegué, pasé por el hospital, y aunque no pude verla, si hablé con el doctor que evalúa su caso. Las enfermeras me recordaron la deuda. —Se frotó la nariz con nerviosismo, con una extraña sensación de emoción dentro de su pecho—. Tengo que hacer algo por ella y pagar su estadía en el hospital es lo único que está a mi alcance —refirió, pues a pesar de que había intentado todo para con Kalei, la mujer seguía sin responder a los estímulos que los doctores establecían para ella.

—No sé cómo agradecértelo, Dan. Me dejas sin palabras —respondió la hermana de Kalei, llorando con emoción por lo ocurrido—. Había solicitado un crédito, pero me lo han denegado, pues el año pasado pedí uno para ampliar el salón y… —lloró producto de la frustración y por primera vez pudo entender a su hermana cuando se refería al dinero y a los gastos y deudas que la perseguían. 

—Cualquier cosa que necesites, no dudes en pedírmela —contestó, orgulloso por su simple ofrecimiento—. Te he estipulado una cifra más alta, me imagino lo mucho que debes gastar con las niñas.

—Lo hago. Nunca voy a entender cómo lo hacía Kalei —respondió ella sonriente y suspiró—. Todavía la quieres, ¿verdad? —cuestionó y Dan abrió enormes ojos ante su interrogatorio, simple pero intenso.

Negó, sentándose en un pequeño diván en la mitad de la sala. Kelly imitó y lo siguió por el lugar, curiosa por esa negativa que el hombre le había dedicado a modo de respuesta.

—A ti te quiero... con-con ella es diferente. —Se tocó las rodillas y ocultó la mirada—. A Kei la amo. Pero no solo a ella, amo sus manías, su sonrisa, sus defectos, lo torpe que es, ¡amo hasta sus hijas!

—¿Me amas, tío Dan? —preguntó de imprevisto Abril, quien caminó hacia él con un block de dibujos entre las manos. Él asintió sonriente, recibiendo a la niña en su regazo—. Mamá también te ama —contestó y Dan se quebró ante la dulce inocencia de la menor—. Siempre se preguntaba por qué no querías verle. Te echaba mucho de menos.

—Y yo a ella —respondió, besándole la manito con dulzura—. ¿Y qué tienes ahí? —preguntó, tratando de desviar la conversación, pues tras aquella confesión que lo carcomía por dentro, Kelly lo admiraba a la distancia, con enormes ojos y una suave sonrisa dibujada en todo el rostro.

Abril abrió su block de dibujos y con timidez le mostró los bosquejos que antes había hecho. En la mayoría de ellos, Dan apreció a Kei y a su hermana, en un parque y algunos en la playa, pero al final, y en el último dibujo que la niña había pintado, estaba él, Maron y su gato. Todo en un completo grupo familiar que lo llevaron a revivir hermosos recuerdos que había pasado junto a ellas. Con el puño de una de sus manos, se cubrió la boca para carraspear y es que tenía la vital urgencia de controlarse, de calmarse de todo ese conjunto de conmociones que lo mantenían endeble y sensiblero.

—Iremos a desayunar y visitaremos a tu madre —respondió, cogiendo a Abril desde la cintura para levantarla hacia su pecho. 

La niña rió y se mantuvo firme, sosteniéndose desde su cuello, conforme se despidió de su tía y de su hermana, quien seguía dormida.



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En el texto hay: maltrato, divorcio

Editado: 24.04.2019

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