Rosa pastel

25. Luchar por él

No bastaron muchos días para que todo recobrara color y forma. Dan regresó a Angol, pues su trabajo se lo exigía, y en su ausencia, Kalei despertó.

Cuanta ironía, ¿no?

Durante las primeras horas, su familia más cercana estuvo con ella, y aunque la desorientada mujer escuchó todas las versiones de la historia y compartió agradables momentos con sus pequeñas hijas y su hermana, seguía sintiendo que algo le faltaba.

Kelly se encargó de mostrarle la verdad de los hechos, donde Juan era el cruel y despiadado hombre que la había enviado a esa camilla de hospital durante casi diez días, y aunque Kalei seguía sin entender mucho, todas aquellas piezas de puzle que su cabeza seguía ordenado tuvieron sentido en cuanto Abril le recordó el destrozado barquito de colección y a Violeta.

Para cuando la hermana de Kalei quiso hablarle de Dan y de su constante presencia, y toda la ayuda que les había brindado, los policías a cargo del caso llegaron para hablar con ella, y es que la condena de Juan podía ser superior si obtenían mejor información en la que respaldar los hechos y las constantes agresiones que Kalei y sus niñas habían mantenido durante años y así también, las denuncias que nunca habían sido escuchadas.

Algunas horas transcurrieron, y Kalei se mostró participativa con el caso y los policías, donde terminó sorprendida y desconsolada en cuando percibió las consecuencias a las que Violeta se había visto expuesta, y su corazón se molió para cuando vislumbró lo que Juan había hecho con ella. 

No solo estaba el daño físico, sino también el emocional. Juan la había destrozado con tanto frenesí, que ya no recordaba bien en donde se había olvidado del amor propio que sentía hacia ella y el valor de su alma.

Muchos pendientes llegaron a la vida de Kalei, y así también, muchas personas que alcanzaron a escucharla y a acompañarla. 

Sus padres se mantuvieron allí durante cada segundo de su recuperación, y es que el sentimiento de culpabilidad que su madre sentía parecía no ser aliviado con nada. 

Poco a poco, la ausencia de Dan fue tranquilizándose con el cariño que el resto del mundo le brindaba, y como sus hijas le ayudaban a calmar ese extraño sentimiento de amargor y desconsuelo que Kalei, aún destrozada por lo ocurrido, seguía sin comprender desde donde provenía.

A pesar de que Juan ya se encontraba en prisión, Kalei no quiso regresar a aquella casa que alguna vez la había visto ser feliz y sonreír, pues la mujer vislumbraba que los recuerdos estaban allí, estampados entre los muros, tal cual su sangre, la cual había quedado ensuciando el entorno desde la noche en que su marido le había arrebatado más que su propio ser.

Kelly volvió a albergarla en su departamento en la zona central de Santiago, pero en esta oportunidad, no existían rencores ni rencillas entre ellas, y aquella razón por la que se habían separado, había permanecido extinta entre los muchos recuerdos que juntas habían vivido. 

Abril se vio predestinada a regresar a su antiguo colegio, y Violeta fue destinada a una nueva guardería, un establecimiento en donde la menor recibía constante atención por la agresión vivida. 

Mientras que Kalei vivió su recuperación en casa, pausada y armoniosamente, a su propio ritmo, donde en sus solitarias mañanas, tuvo la opción de pensar en todas aquellas cosas que alguna vez había dejado olvidadas por cumplir los sueños de alguien más , los sueños de Juan. Y aunque Kei jamás podría arrepentirse de la llegada de sus pequeñas hijas, si se arrepentía de todas aquellas cosas que había pausado para satisfacer a alguien más .

¿Qué había de ella y de sus propios sueños?

—¿Kei? —escuchó y se levantó con prisa desde la cama, desparramando por el desordenado colchón y la alfombra del suelo, todas aquellas ideas y proyectos en los que había trabajado por las últimas semanas—. ¡Aquí estas! —anticipó Kelly en cuanto logró encontrarse con ella en el inicio de la cocina—. Pensé que habías salido —murmuró, avanzando hacia ella.

Kalei se rio y es que apenas podía caminar sin sentir dolor y cuando se movía mucho, le faltaba el aire. De seguro eran las consecuencias de los golpes de Juan. 

—No, estaba organizando el dinero a mi favor, proyectándome, ya sabes —contestó, y se ordenó el cabello en una coleta—. ¿Cómo te ha ido? —preguntó, ayudando a su hermana con su hija menor.

Violeta dormía cómodamente en su silla para auto y con mucho cuidado, Kei la llevó hasta la habitación de las menores, tomándose unos minutos para admirarse con aquella paz que la menor transmitía, incluso tras lo vivido. Suspiró y se emocionó con notoria, sintiéndose más torpe que nunca, pero muy hinchada de aquella creación que con orgullo podía llamar hijas.

—Mamá, ¿quieres comer? —interrumpió Abril y decidida a no mostrarse vulnerable ante ella, se limpió las lágrimas con presteza, levantándose por igual desde la cama en la que descasaba.

Los dolores físicos que seguían allí no tuvieron importancia y quedaron olvidados por la fuerza que ella quería transmitirles a sus pequeñas. 

—Sí, tengo mucha hambre —confesó risueña y caminó hacia ella con prontitud—. Vamos afuera, Violeta ya duerme y no queremos despertarla, ¿verdad?

—Claro que no. La cuidadora de la guardería dijo que había sido un día bueno para ella. Y yo saqué un diez en arte —contó animosa, casi como una adulta en miniatura.



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En el texto hay: maltrato, divorcio

Editado: 24.04.2019

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