Hago solo lo que debo, de la mejor forma que puedo y los demás que hagan lo que quieran. Vi tantos perros correr sin sentido por aquellas calles estrechas, que aprendí a ser tortuga en este pueblo olvidando y apreciar el recorrido por muy tonto que parezca.
Bajo del bus con destino a mi lugar de trabajo, el calor es insoportable provocando que de mi frente baje unas cuantas gotas de sudor, las cuales limpio a la ligera con mi brazo derecho y sigo mi camino hacia ese lugar de alto prestigio.
Ya adentro me visto con el incómodo y ridículo vestido blanco con negro característico de las empleadas domésticas; que ese es lo que soy en ésta mansion, para luego incorporarme a mis labores diarias.
Casi de la nada, se escuchan golpes provenientes del cuarto de Samantha, disipando por completo el silencio aterrador que minutos antes había en este lugar.
La joven grita, maldice pero nadie se atreve a preguntar, porque incluso sus padres le tienen temor.
— ¿Por qué está tan furiosa? — le pregunto a Lorena la cocinera quién está a mi lado.
— ¡No te metas, Rosita! si no quieres que te despidan hoy mismo. — Respondió sin voltearme a ver, mientras continúa sumergida en sus quehaceres.
Intento distraer mi mente haciendo mis obligaciones en la casa de los Villanueva, pero la curiosidad invade mi cuerpo por cada poro de mi ser.
Sin pensar, y con la excusa de limpiar la enorme mansión, busco la escoba para barrer en el cuarto de suministros, camino mirando de un lado hasta llegar a su cuarto. Ya estando allí disimuladamente coloco mi oído en la puerta para escuchar mejor.
Necesitaba entender el motivo de su enfado, ¿Quién habrá provocado tal actitud para felicitarlo? Pues su actitud de diva y niña mimada me caía mal.
Desde su interior logró escuchar:
— Eres un Idiota Sebastián Duarte, te odio — grita tirando algún objeto de vidrio al suelo.
De pronto los golpes desaparecen al comenzar el sonido repetitivo del teléfono celular, el cual sonó por varios minutos.
— Alo... , Sí... , ya me enteré... , el estúpido se casa la otra semana..., claro que no estoy invitada... , sí, la estúpida de Camila no me quiere... ¡Ya, ya,! no tienes porque recordarme lo que hice en el pasado... ¿Cómo que le van a ser una despedida de soltero... ?¿Cuándo... ? Pues ahí estaré... — Concluyó.
De pronto todo se quedó callado todo quedó en silencio, para luego comenzar de nuevo el festín de artículos lanzados por el cuarto, pero esta vez con más fuerza.
Por fin entendía el porqué de su comportamiento "el ex novio se le casa con otra" Con las manos tapé mi boca del asombro, saliendo de mi boca una risa maliciosa, casi al instante la escoba al no tener donde sujetarse cayó al suelo, haciendo un ruido espantoso.
— Maldición — dije con voz suave.
La levanté lo más rápido posible, pero antes de que pueda huir, la puerta se abrió, y de sus adentros salió Samantha con cara de pocos amigos.
La miré a los ojos y lo único que se me ocurrió fue sonreírle y girar mi cuerpo para retirarme como si nada hubiera pasado.
— ¿Qué haces aquí? ¿Acaso estabas escuchando detrás de la puerta? — casi de inmediato percibo enojo en su voz.
Ante sus preguntas, trago grueso, giro de nuevo mi cuerpo hacia su dirección y con voz entrecortada respondí — No patrona, solo pasaba por aquí ¿Necesita que haga algo por tí?
— Pasa limpia todo este desastre. Gruñe moviendo su cuerpo hacía un lado para darme paso.
Para mi sorpresa el cuarto es un desorden, la ropa está en el suelo, los zapatos por doquier, la cama sin acomodar, vidrios rotos por todo lado y un espejo quebrado.
A pasos lentos pero seguros camino por sobre los objetos quebrados en el piso y con las manos recogí alguno que otro vidrio atravesado con la intención de comenzar a acomodar aquel desastre.
De reojo la volví a verla, ella está frente de la ventana sumergida en sus pensamientos "Daría todo mi salario por saber que pasa por su mente, de seguro debe de estar odiando a su ex novio por casarse con la que fue su mejor amiga"
Después de un largo rato logré ordenar el cuarto, dejando de último una colonia carisma que esta tirada en el suelo.
— Chanel n°5 — susurre, colocándola en la coqueta. Pero la curiosidad me ganó de nuevo, la levanté despacio con la intención de apreciar ese rico olor a rosas y a vainilla, "En definitiva huele a mujer"
— ¿Qué haces estúpida, deja eso donde está? — grita furiosa Samantha acercándose a mi lado.
Tal fue mi susto que sin querer lance la colonia al aire cayendo al suelo, esparciéndose de inmediato el rico aroma por toda la habitación.
Las piernas me flaquearon, el cuerpo comenzó a temblar, el corazón golpea con fuerza queriendo salirse de mi cuerpo y yo solo quiero desaparecer, pero en cambio solo me deslizó sobre la pared para terminar hincada delante de Samantha llorando y pidiendo perdón.
— ¿Sabes qué significa esto... ? — dijo ella con maldad y al levantar mi rostro pude ver en sus labios delgados una sonrisa de satisfacción.
— ¡Perdón señorita! No fue mi intención. — volví a suplicar, tocando sus piernas y volviendo a bajar la cabeza.
— Esa colonia cuesta varios meses de trabajo sin remuneración para ti.
— Sí, lo sé, perdón, yo se la pagaré pero no me despida. Mi madre está enferma y soy quien mantiene la casa. — implore con la intención de causar lástima.
— Eso tenías que haberlo pensado antes de tomar las cosas que no te pertenecen, — gruñó.— Pero no te preocupes, pues no seré yo quien te expulse a la calle. Va a ser mi padre. A quién tendrás que contarle lo sucedido.
— Está bien — dije desanimada y sin ganas de contrariar.
Sabía que de esta no me iba a salvar de un despido aseguradorado, por lo que me levante de prisa, la mire a los ojos secando mis ultimas lágrimas.
— ¡Qué más da! si ya sé mi destino... — dije tome la escoba que está a mi lado, pero antes de marcharme Samantha toma mi brazo, y se me queda viendo.
Editado: 18.09.2022