Rosa y Espinas

4° PARTE

Al día siguiente al bajar del autobus vi estacionado al otro lado de la calle, el carro marca audi negro del año de Samantha.

Ella esta sentada en el asiento del conductor con el codo en el marco de la ventana, la mano contra el rostro y sus ojos puestos hacia el frente.

"¿Acaso viene a recogerme?" Pensé al verla así, luego sacudí mi cabeza para alejar esas ideas tontas de mi cabeza "De seguro esta aquí por otra cosa"

Giré mi cuerpo hacia otra dirección, ignorándola por completo, ni siquiera la mire para no molestarla.

De pronto el ruido de su bocina comenzó a sonar dejando escapar un sonido muy agudo, mirando hacia su dirección por curiosidad.

— ¡Maldición, Rosita! ¿Qué te pasa? ¿Acaso no ves que te estoy esperando? — grita ella con enojo.

— Samantha ¿Qué haces aquí? ¿Viniste a buscarme? ¿Llevas mucho tiempo esperándome? — pregunté sorprendida acercándome a su auto.

Ella me mira de arriba a bajo, arruga la frente y sin responder a ninguna de mis preguntas, gira su cabeza y dice

— Rosa ¿Vas a entrar al auto o no? —avergonzada asentí con la cabeza, y subí a su auto.

Es mi segunda vez en un auto así y creo me estoy acostumbrando a su comodidad

Samantha por su lado solo me mira de reojo y sonríe con arrogancia.

— ¿Pará donde vamos? — pregunte, al observar el cambio de dirección,  tomando unas calles lejos de su casa.

— Iremos de compras, necesitarás un vestido de gala, junto con un par de zapatos. ¡Ah! y un cambio de imagen urgente.

La impresión vino primero, ¿Porqué Samantha querría cambiar mi imagen?  después la derrota al saber que no la podía contradecir, después de todo era un trato que teníamos ella y yo.

— No te preocupes por el dinero, será un regalo de mi parte... Pero no te acostumbres pues será lo único que obtendrás de mí.

Mientras Samantha conduce yo solo miró en silencio la gran ciudad, para luego entrar a uno de esos salónes de belleza de los que solo he visto en las pelis, comerciales o bueno, por las vidrieras; pero nada comparado con poner un pie dentro. Es realmente increíble la magia que ahí dentro se respira.

Con gran ilusión me senté en una de las tantas sillas giratorias, mientras me veía en el espejo. Samantha por otro lado da instrucciones a una joven bien vestida y un delantal negro donde lleva en sus bolsillo un peine y una plancha de pelo. Está de una vez en cuando me vuelve a ver y afirma con la cabeza.

Luego, la Joven llega donde estoy, deshace mi coleta, y al hacerlo mi pelo largo reseco y algo maltratado se abre esponja a mi alrededor como una casa de campaña

— Necesitas un cambio de look, algo urgente... — anuncia mientras me peina

Pronuncia un montón de conceptos y productos que yo no entiendo mientras me lava el cabello y yo me limito a decirle que si a todo para no parecer una idiota.

De un momento a otro tenía el cabello más corto pero sin puntas maltratadas, teñido de rubio, sin mi frizz característico y con ondas en las puntas y por una extraña razón, en vez de enojarme me encantó.

Un par de jóvenes pintan las uñas de mis pies y manos mientras otra me masajea la espalda, yo estoy que se me cierran los ojos, ¡esto de tener plata es pura vida!

— Rosita ¿Algunas vez te has depilado? — pregunta Samantha al llegar a mi lado y ver mis piernas peludas

— No patrona — ella sonrió y se aleja sin preguntar nada más.

La joven que está realizando el pedicura levanta la mirada y dijo

— Te aconsejo que te prepares...

— ¿Porqué lo dices? — pregunté con ignorancia a lo que ella se quedó callada y siguió con su trabajo

Al terminar me levanto de prisa, con la intención de buscar a mi jefa e irme del local pero un hombre delgado, vestido con un pantalón apretado, una camisa rosa y un pañuelo en el cuello, se acercó y dijo

— Cariño ¿Eres rosa? — afirmé con la cabeza viendo su conducta algo femenina.

— Acompáñame — ordenó girando su cuerpo y caminando como modelo de pasarela.

El cuarto donde llegué es pequeño, y lo único que ahí es una cama delgada en el medio, a un lado una mesa con una olla caliente, que emana un vapor de color verde claro desde su interior.

Con cierto recelo, sigo sus instrucciones y me quedo en bragas.
Me acuesto en la cama, pero cuando lo veo remover la olla con la paleta mientras se me acerca, empiezo a patalear

— ¡Está loco! ¿Acaso me quiere quemar? — gruño molesta lanzándole patadas mientras busco con la mirada como salir de aquí

— ¡Eso no pasará, te lo prometo. Esto es el primer paso para poderte depilar! —dice esquivando mis movimientos— mira... ¿ves? todo está bien — me dice irritado mientras deja caer un poco en su brazo.

— Okey — respondo avergonzada mientras lo escucho mascullar un "¿de dónde habrán sacado a esta burra?"

Me relajo, la masa viscosa seca rápido y la verdad no duele para nada; pero entonces Él sujetó mi pierna con fuerza y jalo, haciéndome gritara de dolor.

Para cuando termina estoy llorando a moco tendido, mis piernas arden pero la verdad se ven limpias y suaves. Respiro con alivio, al menos ya acabó el infierno.

— Tienes que quitarte también la braga. — habla dándome la espalda.

— ¡Ah no, eso no! — respondí enojada tapando mi cuerpo semidesnudo con la bata y dando pasos hacia atrás — ¡Usted no va a ser el primer hombre en ver mi melocotón!

—¡Soy gay! —me grita irritado, yo ya estoy cerca de la puerta pero él también se acerca y extiende una mano hacia mis bragas

—¡Gay mi abuela! ¡Que el mejor amigo de mi prima era "gay" y la dejó encargada!

Salgo de un movimiento, solo que... Escucho como se rasga la braga

¡Ay no!

Igual salgo corriendo mientras me amarro la bata en la cintura e intento con ambas manos mantenerla pegada a mis piernas

—¡Rosa!—Escucho que me grita Samanta

—¡Ni de coña! —le respondo corriendo mientras el hombre raro y ella me persiguen por todo el local— ¡Si usted lo que quería era vengarse de mí, que sepa que con mi botoncito no se juega!



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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