Rosa y Espinas

5° PARTE

— Catalina, querida escuché que te casas... — reconozco la voz de Samantha que le habla a su “amiga” con falso afecto — ¿Problemas en el paraíso desde temprano?

— Nada que ver, mi osito me ama,  Tenemos tanta confianza que me da abiertamente consejos de moda ¿o no Sebastian?

— Claro — responde seco

¡Cuanta hipocresía, por Dios!

Mientras Samanta llama la atención de la pareja, unas manos femeninas me reacomodan la bata de forma apresurada. Cuando me van a levantar por los hombros tomo una revista y me la abro en la cara.

Camino de costado como el cangrejo, de espaldas a ellos, aunque las dos chicas del salón que van una a mi lado y otra al otro casi me llevan en peso

— ¿No tendremos el placer de conocer a la modelo?

Nos quedamos petrificadas las Tres cuando Sebastián vuelve a hablarnos.

No se me ocurre que hacer y me echo a llorar de forma exagerada.

Samanta reacciona inmediatamente

— ¡No la alteres más, Sebastian! ¡Es la prima de la prima de una amiga y le tiene fobia a los hombres!

— ¿Qué? — dice confundido — Lo siento, yo...

— Ssshh — le dice Samantha — que te calles, no puede escuchar tu voz y si te ve puede entrar en pánico.

Entendiendo la tapadera, las chicas se apresuran en llevarme mientras yo casi me meto la revista en la boca de tanto apretarla contra mi cara

— Eres un insensible, por eso terminé mi relación contigo — escucho que dice Samanta haciéndose la importante — pero bueno, siempre habrá quien recoja las sobras

Catalina le contesta ...

Para cuando una puerta se abre frente a mí y se cierra, aun puedo sentir la mirada de Sebastián  en mí nunca.

—Tú... Ahora te vas de aquí — me amenaza el estilista apenas me quito la revista de la cara

— ¡No, por favor! No me haga salir ahí fuera.

— Pues entonces tendrás que dejar que te haga la depilación completa...

Varios minutos después, salgo de allí con la piel más suave que nunca, igual de virgen, pero sin atreverme a cerrar bien las piernas...

Por los chismes de las empleadas, sé que Catalina y Sebastián terminaron yéndose por las indirectas de Samantha, mientras me dirige a la boutique, Samanta no deja de hablar emocionada sobre que Sebastián no quiere de verdad a su prometida
Yo solo pienso, "si es así ¿por qué se va a casar con ella?
Entramos a la boutique y es como si entrara a un mundo paralelo, las manos me empiezan a sudar, estoy super  ansios.

— Señorita Villanueva — murmura una joven dependienta con gran alegría acercándose a nosotros con agilidad.

La dependiente truena sus dedos en el aire y las demás trabajadoras se movilizan, con rapidez.

Trayendo para mí lo mejor de toda la temporada, por un momento pensé que con cualquier ropa me sentía bien, pero al ver marcas como Chanel, Versace, Armani, Gucci, Prada entre otras, descarté la idea.

La dependienta es energía pura y no me da tregua, me cambia un vestido por otro, en cuestión de minutos había probado vestidos de todos los colores, unos con encaje, con pedrería, abiertos de espalda o con gran escote.

Estoy abrumada entre tanta tela y sus indicaciones. No sé qué elegir, necesito  solo uno pero entre tantos es imposible.

Pienso en una pequeña venganza por lo de la depilación y decido escoger el más caro, para mi asombro Samanta no se inmuta, entonces lo entiendo: es un asco ser pobre…

Cuando pensé que ya tenía todo, y solo faltaba salir del lugar, apareció Samantha y antes de pagar dijo

— Falta una cosa más — caminando hacia el departamento de lencería.

— ¿Cómo? No creo que sea necesario, lo que tengo está bien.

— Disculpa, Rosa. Pero la que manda aquí soy yo y lo necesitarás — amenazó entre dientes y con los ojos abiertos sin pestañear.

Trague grueso, y accedí a su petición, la joven me llevó a escoger lencería en Carine Gilbson, tomando lo más obvio unas pataletas y un brasiers a juego.

Sin embargo Samantha se dirigió directamente hacia la lencería atrevida y sensual agarrando un baby doll rojo,  con un camisón corto trasparente y unas ligas

Estoy casi segura que las dependientes pudieron ver mi cara roja como un tomate, pero debía representar muy bien el papel de amiga a punto de casarse, a como había dicho Samantha a la hora de entrar.

Con forme pasaba por aquellos pasillos de aquel inmenso lugar pude ver una joyería, donde tenían en exhibición una gran cantidad de joyas que brillaban al pasar. Por un minuto pensé que un collar de esos se vería bien con el vestido que elegí, pero Al notar la expresión de Samantha me di cuenta que era mejor seguir caminando y no preguntar.

— Hemos llegado — anuncia deteniéndose en una óptica.

— Ella necesita unos lentes de contacto — dijo Samantha volviendo a verme

Después de unos minutos ya los tenía puestos. Parpadeo por los lentes de contacto, no es que me molesten, si no que no puede creer que sea yo la mujer que me devuelve la vista frente al espejo.

No es por presumir, ¡pero sí que me veo guapa! Podría perfectamente acostumbrarme a esto...

— No, no podría acostumbrarme a esto... — susurre al intentar dar un pasó y mis piernas se niegan a moverse por estar encaramada en estos zancos...

Luego de la óptica Samantha se empeñó en buscar un par de zapatos adecuados para la ocasión. El resultado es este: una Rosita que parece enyesada del miedo que me da caminar.

— ¿Qué te pasa? — pregunta Samantha sacudiendo el brazo cuando me pego a él para poder caminar.

— Es que no puedo caminar —gimoteo y juro que las piernas me empiezan a temblar.

— Es falta de costumbre, ya lo verás—dice soltándose por completo.

Sin pensar comencé a caminar por mi cuenta pegando por las paredes y las demás personas.

— Camina bien Rosita
— No puedo...

Y al pronunciaron esas palabras las pies se me enredaron cayendo al suelo.

Las personas a nuestro alrededor se ríen mientras yo sigo intentándolo ponerme de pie.



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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