Rosa y Espinas

6° PARTE

Al llegar la noche y desde ese instante me comencé a sentir ansiosa, siempre había estado en esos eventos como azafata sirviendo los cócteles o ayudando en la cocina, en esta ocasión era diferente, el solo hecho de saber que estaría como invitada me ponía bastante nerviosa.

Tomé un baño caliente en casa de los Villanueva, y así comenzar mi interminable rutina de belleza, con ayuda de un tutorial de you tube.

Con cada pincelada que doy a mi rostro siento como me tiemblan las manos. Respiro profundo, intentándolo calmar mis ansias, mientras me miro en el espejo, nunca en mi vida me había visto tan preciosa, con este cabello rubio que cae en ondas por encima de mis hombros y este vestido ajustado color champagne que hace justicia a mi increíble figura. Al bajar la escaleras, caminando despacio para no caer, hasta llegar a las puertas dobles que dan al garaje de la casa.

Al abrirlas Samantha se me queda viendo, sus ojos cafés me miran con asombro, y con ambas mano tapa su boca. Sonreí con satisfacción al pensar que le he casado asombro, sé que me veo bella, elegante y porque no, refinada.

— Rosita, ¿Quién te maquillo? — pregunta mirando mi rostro sin pestañear

— Yo patrona — Respondo nerviosa, al notar en ella un tono algo serio y preocupado

— Pareces una vieja loca a la cuál acaban de dejar salir del manicomio

— Patrona, por favor, no me ofenda... — a lo que ella se hecha a reír.

— Vamos a mi cuarto — gruñó tomando mi brazo a la carrera.

— Patrona, más despacio que no puedo caminar — chille, pero ella no hizo caso.

Dentro de su habitación comenzó a realizó la rutina de belleza. En definitiva ella sabe lo que hacía, pintando con delicadeza cada parte de mi rosto, con productos de muy buena calidad, por último sujeto mi pelo con una coleta y dejando Suelto unos pequeños mechones.

Al terminar camino hasta su coqueta, abrió el primer cajón hurgando dentro de sus objetos personales, sacó una caja negra, y me la entregó en mis manos, y al abrirla deja visible un cadena de oro con dije pequeño.

Mientras me lo coloca en mi cuello yo solo puedo parpadear de asombro al ver una cosa tan bonita puesta en mí.

— ¿Qué significa esto, patrona? — pregunte  aun anonadada al pensar que me lo puede estar regalado

— Es una cadena y te la estoy prestando por esta noche, cuídala y no la pierdas — ordeno y con esas palabras se esfumó la loca idea que tuve unos segundos antes.

— Gracias señorita, así lo haré...

— Por hoy llámame Samantha...

— Perdón patrona, es la costumbre, — conteste a la vez que siento como la sangre agolpa en mis mejillas de vergüenza.

Llegamos a la fiesta, ya habían varios amigos de Samantha y sin dudar ella los saludó ignorando su mala cara por su presencia.

La velada dio inicio con la magnífica sorpresa preparada para Sebastián Duarte, quien no se lo esperaba.

De lejos lo mire con una leve sonrisa en su rostro, no es la misma que me dio aquella noche del fatídico accidente de auto. Esta parecía ser una sonrisa falsa, sin ganas de estar aquí, como si estuviera ahí por obligación y no por felicidad...

— Samantha, querida, me extraña que estés aquí — saludo una de sus amigas al verla entrar en aquella majestuosa casa

— No quise desaprovechar la oportunidad de poderle dar mis buenos deseos al novio.

— Ay querida, no hacía falta — dice mientras mantiene una sonrisa fingida en su rostro, y me vuelve a ver

— Y tú ¿Quién eres?

Ambas nos volvimos a ver de reojo, sin saber que responder, abrí la boca en busca de alguna palabra pero nada justificaba mi llegada imprevista ahí, de pronto Samantha se adelantó y dice

— Ella es Rosa y es mi amiga — la joven extrañada me mira de arriba abajo, para luego sonreír

— Mucho gusto Rosa. Yo soy Amelia, la dueña de la propiedad.

— Mucho gusto... — dije estirando mi cuello para saludar, pero la joven me rechaza tirando su cuerpo para atrás.

— Espero que disfruten la velada — para luego alejarse sin más. Su reacción nos dejó convencidas de que estábamos en el juego nuevamente.

— Necesito que llames la atención de Sebastián...

— Pero ¿Cómo lo hago? — respondí nerviosa.

— No lo sé, ese es tú problema... — concluyó mirando a su alrededor — por ahora quédate aquí, mientras voy a traer un trago de champan

La miro alejarse de mi lado, he intento seguirle sus pasos y así no quedarme aquí sola como tonta, pero no puedo los zapatos son tan incómodos que en vez de caminar con soltura más bien me amarran a este lugar

Por varios minutos me quedo de pie  como estatua. Hasta que de lejos visualice a Sebastián quien se había quedado solo de casualidad "Esta es mi oportunidad"

Camine despacio repitiendo las palabras que Samantha había repetido todo el el día: punta, tacón, punta, tacón. Una zafata interrumpe mi pasó ofreciéndome un trago de cortesía de un solo golpe lo tomé, de inmediato siento como baja por mi garganta y la quema, sacó la lengua en busca de aire a lo que la joven me vuelve a ver con desprendió. Así que hecho mi cuerpo hacia atrás para tomar una postura firme y así seguir aparentando ser una persona de la alta sociedad.

Voltee a ver a mi alrededor y note que los demás invitados la toman el vino de a pocos. Volviendo a tomar otra copa pero está vez alzando la misma con sólo dos dedos del tallo, saboreando el líquido despacio, pero el pequeño sorbo hizo que mi paladar lo rechazará de inmediato escupiéndolo en la cara a la joven.

Ella molesta se limpia la cara con una mano, a lo que yo le sonrió con vergüenza sin saber qué hacer.

— Perdón — susurre con vergüenza
— No te preocupes... — respondió pasando las manos por su cara y ropa alejándose del lugar.

Sacudí el cuerpo para alejar ese mal entendido, hoy es un día importante y nada puede salir mal — siseé con orgullo, mientras intento caminar de nuevo.

Punta, tacón, punta, tacón — repito de nuevo. 
Al faltar poco para llegar hasta donde está Sebastián, Amalia se atraviesa en mi camino mirándome de arriba abajo en señal de desprecio, sin importar lo que ella piense de mí, la ignoro pero al pasar por su lado Amalia hace una zancadilla, me voy hacia delante y parte de la bebida vuela por los aires. Cuando pienso que es eminente mi caída, mi cuerpo choca contra un cuerpo fibroso y unas manos grandes agarran mi cintura pegándome por completo a la persona que se ha interpuesto entre mi cara y el suelo. 
Escucho un quejido suave
El corazón me late fuerte mientras no encuentro el valor de levantar la vista hacia el cuerpo claramente masculino que parece encajar perfectamente con el mío. 
Levanto mi cabeza nerviosa y mis ojos pudieron ver los de él tan brillantes y oscuros
—¿Nos conocemos? —la pregunta por parte de Sebastián sale tan cargada y su cara ha quedado tan cerca de mi rostro que su aliento acaricia mis labios.



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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