Rosa y Espinas

7° PARTE

Caminamos entre la gente que nos mira, yo por ser una extraña a él por la camisa chorrada del trago que le he tirado encima.

Al llegar a la barra donde está el bartender, Sebastián lo mira y le dice:

— Regalame una cerveza fría — luego me mira y me pregunta — ¿Qué quieres? Yo invitó… 

Mire el sin fin de botellas llenas en la estantería, nunca en mi vida había visto una cosa así. 

— Lo que sea... — el bartender comienza a mezclar un sin fin de líquidos en un vaso, luego lo agüita de arriba para abajo y al terminar lo sirve en una copa

— Listo — sirvió al terminar la mezcla y entregándolo en las manos. 

— Gracias — tomando la bebida y dándole un sorbo, de la anterior bebida está ahí mucha diferencia, esta tiene un sabor dulce nada empalagoso, tomando otro trago y así hasta terminar mi bebida. 

Sebastián me mira, sonríe y solicita otro trago para mi, y así fui tomando trago tras trago 

— ¿Cómo te llamas? — viéndome fijo 

— Me llamo Rosa. Rosa Muñoz... — contesté con una sonrisa creyendo que con mi nombre él sabría quién era. 

— No eres de aquí ¿Verdad? — pregunta viendo mi rostro. Lo miré con desilusión pues por un momento pensé que él se acordaría de mí, al pronunciar mi nombre. 

Baje la cabeza, algo desanimada, pues en ese instante comprendí que él olvidó aquella chica despeinada y mal vestida, que cargó en sus regados hasta el hospital. Él nunca se fijaría en mí si llevará puesto un traje elegante y unos zapatos de marca. 

— No, soy de un pueblo lejano, muy lejano. 

— Mmm y se puede saber dónde queda ese pueblo lejano, muy lejano… 

Por un momento quedé en blanco, no sabía que decir. De pronto recordé todas las palabras de Samantha

— Llevalo a un cuarto privado, quítate la ropa, y seducelo. Si él no quiere, ponte el babydoll que te compre. Ningún hombre se resiste a los encantos de una mujer...

— ¿Y porque no lo haces tú?

Eso jamás, soy su ex, soy la que lo traicione con otro y por el motivo de su sufrimiento por muchos meses incluso años. 

— ¿Tendré que acostarme con él?

— No, mi niña. Cuando ya tengas varios minutos dentro del cuarto. Iré, tocaré la puerta y gritaré

— Servicio de habitación, y tú gritarás

— ¿Vete!  cuarto ocupado. 

Esa será la señal de que están desnudo y podré entrar para tomar la foto. Ya después que arda troya porque inmediatamente le mandaré la foto a su prometida. 

— Pobrecita…

— No le tengas lástima, ella ha hecho peores cosas…

— ¿Cómo que?

— Cómo llamar a Sebastián para que fuera al hotel donde estaba con otro hombre y así se viera con sus propios ojos mi infidelidad. Por culpa de ella, él se dio cuenta y juré que me las pagaría y hoy por fin es el día.

Al volver en sí, lo miré con resentimiento, había venido a esta fiesta con una misión y la haría cumplir. 

Tomé el trago de un solo golpe, cerré los ojos y estiré la trompa, con la intención de que él me besara. A mis 18 años nunca había dado un beso pero había visto por televisión con detenimiento como se daban.

— ¿Qué haces? — pregunta él asustado, tirando su cuerpo para atrás.

— te quiero dar un beso... 

 Riéndose a carcajadas, mientras yo lo miro seria. Pues no entendía el motivo de su risa. 

— Vamos te invito a bailar — tomando mi mano para llevarme hasta el centro del gran salón estando en ahí comencé a bailar. El ritmo es lento pero sabroso, sus caderas se mueven al son de la música y los efectos del alcohol se comienzan a ver en mi. 

Contempló a mi alrededor y todo lo veo borroso, intentó concentrarme en el baile pero mis movimientos son torpes y bruscos. 

— Descansamos — ordenó Sebastián algo molestó, sacudiendo sus pies donde varias veces lo había mojado, los colores se me suben al rostro, sin saber que hacer, pues no quería desaprovechar la oportunidad de estar a su lado. 

— ¡Espera! — grité para que me escuchara en medio de la música 

Me quité las incómodas zapatillas corriendo hacia un rincón alejado para dejarlas ahí, por fin me sentía libre ya no tenía esos zapatos apretados en mis pies.

Luego camine hacia donde está el dj para reclamar su mal gusto en todo este rato que había estado bailando en el salón sólo música romántica había puesto. Era entendible el motivo de su música si solo había parejas en el salón. Pero yo quería mover el cuerpo, dejar salir esos movimientos que emanan desde mi interior y quieren salir, ya sea con bachata, cumbia o salsa. 

Después de solicitar mis canciones favoritas me dijo hacía dónde está Sebastián observando, intentos caminar lo más recto posible ahora que no tengo los zapatos pero por una extraña razón no lo logro, caminando de un lado a otro, el hecho me provoca mucha gracia y por mas que que intento decir algo él solo me mira con una sonrisa en su rostro.

— Rosita creo que estás borracha... — acercándose a su lado

— ¿yo? para nada... 

— ¿Cuántos tragos te has tomado? 

Miro mi mano para señalar la cantidad pero por una extraña razón veo más dedos de lo normal "creo que estoy viendo doble" 

— cinco — respondo, levantando 3 dedos. Mi torpeza lo hizo reír por varios minutos. 

Y yo solo siento que mi cabeza comienza a girar sin rumbo, intentando sugerirme de su bazo, pero de pronto unas ganas de vomitar aparecen de pronto. Y antes de causar un desastre aquí mismo salgo corriendo hacia el patio de atrás. 

— ¿Te encuentras bien? - pregunta alguien desde atrás.

— Creo, creo que sí — girando mi cuerpo para descubrir a Sebastián parado en el marco de la puerta. Los colores se me suben al pensar que pudo verme vomitar hasta la cómoda de ayer.

— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? — pregunté limpiando la boca y los cachetes rojos de vergüenza.

A lo que él no responde y solo sonríe

—Vamos te invito a pasear por la casa— dijo después de unos minutos, dándome el brazo para que lo acompañe. 



#1105 en Novela romántica
#428 en Otros
#151 en Humor

En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.