Rosa y Espinas

12° PARTE

El sábados llego y con él grandes lluvias, mire al cielo y reze para que mi ropa se mantenga seca por mientras llego al restaurante y Marisqueria PURA VIDA.

Abro la sombrilla, para que está realizara su trabajo de proteger cierta parte de mí cuerpo, pero aun tomando ciertos cuidados, no impido que mis zapatos recién comprados no se mojaran. 

Con dificultad pude llegar al lugar, cerrando la sombrilla, sacudiendo inútilmente las gotas que bajan por mi enagua y caen en el asfalto... a toda prisa camino hacia la puerta... 

El frío se apodera de mi ser, mientras mi cuerpo tiembla sin parar, me encojo de hombros para mantenerme caliente y camino hacia donde está él.

— Hola — tartamudee

— Hola — responde a la vez que sus ojos se bajan hasta mis pesones que se resaltan por encima del vestido mojado. Con vergüenza abrazo mi cuerpo intentando tapar mis pechos con los brazos, él al ver mi gesto, baja la mirada mientras los colores se le suben al rostro, después se levanta con timidez y me presta su abrigo.

— gracias — respondí con un suspiro al ver como la temperatura de mi cuerpo volvia a su estado natural. Mientras él se queda viendo mis lentes.

— ¿Quieres algo de comer o de tomar?

— Sí, quiero un chocolate caliente, para terminar de calentar mi cuerpo. A lo que él sintie

— no creo que la leche le vaya bien con los mariscos — su respuesta me heló, pues en toda mi vida jamas había comido nada del mar.

— Entonces tomare un refresco — conteste tranquila, intentando disimular mi ignorancia al respecto, mientras bajó la mirada de sus ojos que me miran con asombro.

— Sabias que los mariscos son afrodisíacos.

— ¿Afro... Que? — y él se hecho a reír

— Olvidalo — dijo manteniendo aún su sonrisa en su boca.

— Buenas ¿En que les puedo ayudar? — interrumpe el mesero al llegar a la mesa

— El precio de una rozza a mi cuenta y me sentiré satisfecho — le responde al camarero mirándome fijamente y por alguna razón su petición me confunde y me incomoda

— No, yo no estoy a la venta... — dije seria.

" Como se le ocurre a este hombre decir que me quiere a mí al mesero, ni que fuera yo ganado"

A lo que ambos hombres se hecharon a reír.

— No, no Rosita, a lo que me refiero es a un trago llamado vino Rozza. Casi de inmediato siento mis mejillas enrojecer, colocando mis manos sobre el rostro para que no se note mi vergüenza.

"Comportarte Rosita no puedes ser tan evidente de que nunca has venido a este lugar"

— Será ¿Que le puedo pedir una paella.? — pregunta él, mirando al mesero.

— Yo puedo pedir sola — volví a contestar pero esta vez brava, pues sentía que ya él se lo estaba tomando personal, volviendo a mirar el menú algo irritada. A lo que de nuevo se volvieron a reír

— Creo que mejor lo cambió por un ceviche — mirándome a los ojos a lo que pedí lo mismo. No quería pecar nuevamente de ignorante y que se rieran de mi.

Despues de varios minutos ls comida llegó, mis ojos se abrieron como platos al ver una plato hondo con un pescado crudo a dentro junto con agua.

Sebastián lo probó aprobando con el dedo pulgar su buen sabor, mientras que con la otra se tapa la boca. Yo en cambio arrugue la cara pues no de me apetecía ni siquiera probarlo. Si me hubiesen dado a elegir hubiese preferido un pinto con huevo y sanchichon de mi madre.

— Pruébalo Rosita. Esta rico...

Esa primer bocado lo tomé muy despacio, arrugando mi rostro, y en cámara lenta, lleve mi cuchara hasta la boca, para mi sorpresa sabía rico, no sabía para nada a agua, llevando otro bocado a la boca. A lo que Sebastián sonrió con satisfacción.

Para después de un rato ya me había comido todo mi plato y estaba pudiendo más. Mientras esperaba voltee a ver a mi alrededor todos los comensales eran ricos y refinados, algunos incluso mantenían su corbata y su saco. Otros em cambio estaban vestidos con trajes informales. Las damas por su parte en sus debidos grupos pero todas bien vestidas, con su bolso de mano y sus zapatos de tacón.

— Huiste con mi ropa aquella noche... ¿Por qué?

De pronto no supe que responder o como actuar, como explicarle mis motivos, y peor como decirle sobre la trampa que teníamos planeada en contra de él y la cual salió mal.

Me levante de la mesa con el pretexto de ir al baño, mientras camino hacia el baño, la figura de un hombre grueso besando a una mujer mucho más joven llamó mi atención y al acercarme mas pude notar que era nada más y nada menos que Don Gustavo, intente no meterme en sus asuntos pero la curiosidad invadió cada poro de mi ser, sentandome en una mesa vecina.

Ellos ríen y conversan libremente sin percatarse que los había descubierto, Ocultó mi rostro detrás de un menú mientras con el celular les tomó fotos.

Cuando por fin tengo lo que quiero me levanto rápidamente pero un mesero que iba pasando se me atravesa tirando la bandeja de llena de bebidas alcohólicas.

Para nuestra desgracia al intentar dar un pasó el piso caí al suelo. Él joven intenta levantarme pero el peso de su cuerpo no es suficiente callendo él también al suelo.

El joven clama que me quite de encima pero el piso esta resbaloso que se me hace difícil esa tarea. De la nada un brazo fuerte me sostiene logrando ponerme de pie y antes de que pueda agradecer una voz desde atrás diciendo mi nombre llamo mi atención. con la charola en mi mano gire rápidamente mi cuerpo dando un fuerte golpe en la cabeza a la persona qur estaba detrás de mí.

El hombre casi de inmediato comienza s chillar y al abrir los ojos ne encuentro con el jefe tocandose la cabeza y la nariz

— ¡Don Gustavo...!

— ¡Rosita! mañana hablamos en la casa... — logró decir en medio del dolor, y mirándome a los ojos.



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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