Rosa y Espinas

13° PARTE

En cuestión de segundos una multitud de gente nos rodeaba, unas intentan calmar a Don Gustavo que grita y llora del dolor mientras su nariz sangra sin parar.

Otra en cambio murmura sobre mis malas acciones ¿Qué sí lo hizo sin ninguna intención?o por lo contrario ¿quería vengarme de él? Por la forma en que me habló. ¿Quizá sea ella su amante? Dijo una por ahí metiendo cizaña, no, no más bien parece su hija... 

— Vámonos de aquí, Rosita — ordena Sebastián entre dientes, mientras me toma del brazo y me saca de la multitud.

Al salir la lluvia detiene mi paso mientras los truenos se escuchaban  tenebrosamente muy cerca de nosotros, poniéndome los pelos de punta. 

Por unos segundos contemplo las gotas de agua caer sobre el pavimento, volteo a ver hacia el interior del lugar, y logró ver a la gente quien me observan desde lejos con desprecio por mi salida tan abrupta, dejando al patrón mal herido.

— Ven, súbete a mi auto... — grita Sebastián desde el interior del auto con la ventana baja a lo que obedezco sin protestar. 

Él conduce sin decir ni una palabra y yo solo lo puedo mirar de reojo, y pienso en lo afortunada que puede ser la chica que esté con él. 

Mientras maneja, una de sus mano se escurre hasta mi rodilla y mi nerviosismo aumenta al punto en el que casi empiezo a temblar

—¿A dónde vamos? — tartamudeo al percatarme que no ha dicho nada acerca de a donde me lleva ni me ha preguntado a dónde quiero ir.

Una sonrisa torcida y sexy aparece en sus labios antes de responder

—La noche es joven ¿No crees? — se para en un alto y su mano sube rozando mi cuerpo hasta atrapar mi barbilla y acariciar mis labios con su pulgar— creo que tú y yo dejamos algo pendiente la última vez que nos vimos y me aseguraré de que esta vez no puedas huir.

Aparta su mano como si nada, mira al frente y sigue manejando mientras los labios me escuecen por su contacto y un calorcito se ha instalado en mi intimidad.

¿Quiero estar con Sebastián? — pienso, y a juzgar por las reacciones de mi cuerpo, estoy segura de que sí, pero...

A mi mente viene inmediatamente el hecho de que debajo de esta ropa llevo una tanga y un ajustador casero que para colmo no son del mismo color. ¡inmediatamente se me baja el calentón!

— Eh... eh... —hablo con el corazón a mil, ¿que diré para escaparme de esta? De pronto una idea tonta llega a mí — estoy indispuesta... —lanzó el tiro y Sebastian frunce el ceño por lo que me esfuerzo un poco más —ya sabes... —respondo bajito— la "indisposición" de las mujeres de una vez al mes...

Me muero de vergüenza cuando Sebastian capta la idea y sus ojos me miran con incredulidad.

¿Acaso querrá ver para comprobar? 

¡Espero que no! No sería tan sucio, ¿o sí?

— Okey... — Responde después de una larga pausa y puedo asegurar que no me cree del todo, bien por él— al menos me das tu número para que podamos mantenernos en contacto ¿no?

— Claro que sí... — respondo inmediatamente mientras el corazón me salta con emoción.

¡Me quiere volver a ver!

Revisé su guantera, un periódico viejo y una pluma me sirven para anotarle mi número.

Escucho la risa floja de Sebastian al ver mi emoción. ¿Me llamará? Quiero creer que si

— ¿Dónde vives? Y no me digas que en un lugar lejano, muy lejano... 

De pronto mi mundo se detuvo, mientras mi corazón comenzó a latir con fuerza ¿cómo le diré que vivo en una ciudadela de clase pobre, que si llegase ahí le podrían robar el carro, la placa, incluso hasta la ropa que anda, eso sin contar en que tendría que  justificar las mentiras que he dicho en todo este tiempo. 

— No, en realidad vivo... — Hice una pausa para analizar lo que iba a decir — residencia valle del Sol. 

— Los que quedan...

— Si esos mismos. — respondí segura, mientras tragaba grueso. Pues eran unos de los más exclusivos de la ciudad y donde solo vivía la gente de alto prestigio.

Sebastian se dirige hacia allí y yo estoy haciendo cálculos para ver cual autobús puedo coger desde allí.

— ¿Tu familia a que se dedica? 

— Soy hija de Gustavo Torres. Soy la hija ilegítima, y hermana de Samantha. Pero es un secreto que nadie puede saber, porque incluso Doña Elena no lo sabe.

Por unos minutos todo quedó en silencio, lo único que se escucha es la  música romántica de una emisora popular

Él solo maneja mientras las escobillas se deslizan por el parabrisas de aquí para allá con la única intención de dar visibilidad. 

¡Qué he hecho! ¿Cómo le explicaré este embrollo a los Villanueva...? Mi cabeza gira buscando una salida ante semejante mentira. Y se que en la de él busca una explicación ante la supuesta infidelidad de Don Gustavo años atrás, pues Samantha y yo éramos de la misma edad.

— ¡Llegamos! — me dijo estacionando el auto al frente del residencial mientras me miraba fijamente. sé que él busca un parecido entre Samantha y yo. Pero éramos diferentes hasta en la forma de ser.

— Gracias — me apresure a decir, abriendo la sombrilla y corriendo hasta la caseta de los guardas de seguridad. 

Estando ahí le dije adiós con la mano, mientras un guarda me pregunta si algún propietario de las casas de adentro me está esperando a lo que sin mirar dije no dando la media vuelta para comenzar a caminar. 

Ya en la parada de bus, observaba las gotas caer sin parar, la gente corre intentando buscar un refugio, yo simplemente mantengo la esperanza de que la lluvia cediera, o de la nada un bus apareciera con destino a mi casa, mi hogar. 

Tengo que esperar bastante hasta que finalmente pasa el último.

Allí, apretujada entre un bulto de personas, que apenas me dan chance para respirar. Me doy cuenta lo patética que soy y que para colmo no hago más que enredar las cosas cada vez más.

¿Cómo se me ocurre decir que soy una hija ilegítima? Y para colmo hermana de Samantha, nada más.

¡Si esto se corre me podrían hasta demandar!.



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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