ROSA MUÑOZ
El sonido repetitivo de mi teléfono celular me hace desviar mi atención de mis obligaciones.
Miro la pantalla y en ella aparece el nombre de Sebastián, con algo de intriga, intento contestar y cuando estoy a punto de hacerlo, la voz de Lorena llamándome desde la cocina hace que descarte esa misión. Así que lo guarde en mi bolsillo y camino hacia donde está ella.
— Rosita ¿Dónde estabas? — pregunta, mirándome mientras me entrega una pequeña hoja con la lista de mandados que tengo que hacer en el centro de la ciudad.
— ¿Por qué yo ? — gimoteo, sin lograr nada pues al final me tocó ir.
Ya en el supermercado, tomo un carrito de compras y me adentro en el local, camino entre las columnas, buscando lo que está en la lista.
De pronto el celular suena de nuevo y al revisar, el nombre de Sebastián aparece en la pantalla principal ¿Qué será lo que quiere de mí? que no me ha dejado de llamar desde la buena mañana"
— Aló...
— Aló, Rosita... ¿Cómo estás? — contesta muy enérgico, dejándome un poco aturdida.
— Bien... ¿Sebastián?
— ¿Dónde estás... ? Es que estoy al frente de los condominios y quería invitarte a comer
Casi de inmediato, el corazón comenzó a latir con fuerza, las manos a sudar y las piernas a temblar, me falta el aire y no se como reaccionar.
"Tranquila Rosita... Vas a salir de ésta"
Inhale y exhale varias veces intentando mantener la calma para luego decir
— No estoy en la casa, estoy... — Hice una pausa, mirando a mi alrededor — en el centro comercial. Ya sabes, de compras...
— Ah ok, perfecto, ya te llego...
— No, no, no hace... — no había terminado de hablar cuando escuche como colgó la llamada.
¿Ahora que hago? — susurre mirando el carrito de compras.
"Por Dios en que lío me he metido"
Busco un taxi para que me lleve las compras, ya más tranquila, me dirijo hacia el centro comercial.
Todo en su interior es bello, las vitrinas exhiben un sin fin de trajes formales como informales, ropa de playa, zapatos, joyas... Al pasar por una de las tantas vitrinas mi reflejo me hace entrar a una cruda verdad.
Volteo a ver mi cuerpo con aquel uniforme sencillo y sin nada de vida, con desilusión levante la cabeza y lo único que puedo ver a mi alrededor son tiendas exclusivas.
De nuevo el teléfono celular comenzó a sonar, respiro profundo sabiendo que es él quien me está buscando, muerdo mi labio inferior y contestó.
— Cariño ya estamos aquí , en el centro comercial ¿Dónde estás?
— ¡¿Qué?! — grité a punto de desmayar, mientras que con mi último aliento lo busco entre la gente logrando visualizarlo de lejos.
Sin pensar ingrese a una tienda, en busca de algo para ponerme, no tenía ni la menor idea de como pretendía pagarlo, pero en ese momento eso era lo que menos pensaba.
En el cambiador la voz de una dependiente hablando con un hombre afuera llamó mi atención.
Despacio abro la puerta dejando solo una rendija para poder ver, y ahí estaba él con un traje elegante y su porte de caballero, una persona se encuentra a su espalda, parece estar hablando con alguien más. Retrocedo despacio, cayendo entre la ropa, para luego arrastrándome.
—¿Escuchaste eso? — pregunta uno de ellos con voz entrecortada. Su acompañante gruñe algunas palabras, pero no distingo el sonido de su voz.
Asustada gateo hasta alejarme, estoy llorando, ¡no sé por qué! ¡No tengo ningún motivo! Entre sollozos logro alejarme, ponerme de pie y corriendo hacia la salida, es lo único que conservo seguro. Pero el sonido del detector de metales comienza a sonar haciendo que todos me vuelvan a ver.
Una de las dependiente me mira con cara de enojo mientras camina hacia mi, yo por mi parte solo puedo quedarme en mi sitio como estatua, mi cara está roja y mi corazón acelerado, mi cabeza es un caos intentó justificar lo sucedido pero ninguna idea en este momento es cuerda.
Cierto los ojos y pido a Dios de corazón que todo esto sea un loco sueño, pero los gritos de varios clientes llamándome Ladrona me hacen ver que no es así.
— Espera. No es lo que parece. Yo...
— No necesitas aclararme nada. Sabemos que querías robarme la prenda — me dice mientras me arrastra del brazo dentro del local.
— por favor, no llamen a la policía yo lo devuelvo — gimoteo intentando quitar su agarre
— ya es tarde, eso debiste haberlo pensado antes.
Bajo la cabeza con vergüenza, mientras camino hacia el cuarto del gerente del local.
— Por favor — suplicó en vano. Ya nada me podía salvar, mientras mis lágrimas bajan por mis mejillas sin piedad.
— ¿Qué sucede aquí? — interroga un hombre canoso de avanzada edad.
— jefe. Está mujer intentó robarse un vestido, el más caro...
— Eso es mentira, señor. Yo...
— Vamos adentro, señorita — interrumpe el hombre abriendo la puerta de su oficina para que entre.
En su interior lo único que veo es una mesa color caoba junto con una silla giratoria, con dos más al frente de la misma. Al fondo una ventana que da una vista espectacular a la gran ciudad y un cuadro de un paisaje natural.
Con algo de miedo entre en el recinto mientras que el hombre sigue mis pasos para después sentarme en una de las sillas.
— ¿Cómo te llamas?
— Me llamo Rosa, Rosa Muñoz — contesté bajando la mirada.
— Muñoz — repitió varias veces en voz baja.
— Señor, déjame explicarte lo que pasó.. — me adelanté a decir antes de que él tome este mal entendido en sus manos.
— No hace falta — interrumpe — te lo regalo...
Extrañada lo volví a ver, dándole las gracias y levantándome para irme.
— Antes de que te vayas, quisiera que me respondas algo...
— Claro — respondí girando mi cuerpo,
— ¿Cómo se llama su madre? — su pregunta me deja perpleja, arrugue el entrecejo y abrí la boca con la intención de gritarle "a él que le importa" pero sería algo descortés después del obsequio.
Editado: 18.09.2022