Camino entre la gente en busca de Sebastián, de pronto el tacto de una mano sobre mi hombro me hizo voltear a ver.
— Rosita, mi amor. Te estaba esperando — dice Sebastián con gran alegría.
— Hola — fueron las únicas que puede decir después de escuchar de su boca la palabra "mi amor"
— ¡Ven! vamos a almorzar... — tocando mi cintura y atrayéndome hacia él, tanto como es posible. — Papá, ella es mi novia, Rosita Muñoz.
A lo que niego con la cabeza, aún sin saber lo que está pasando a mi alrededor.
— Ella es un poco tímida... — dice mientras me mira de forma intensa, como señal para que le siga el juego.
— Disculpe señor, es que a veces se me olvida que somos novios, ya sabes, por el poco tiempo que llevamos juntos...
A lo que Sebastián, como señal de agradecimiento, me da un beso. Su suave contacto de sus labios sobre mi frente, hace que cierre los ojos y me sonroje.
— Estos jóvenes de ahora — susurra su padre con una sonrisa de satisfacción — creo que mejor te espero en el restaurante... — Sebastián asiente con la cabeza, mientras su padre gira su cuerpo y se va.
— ¿Cómo que somos novios? — gruñí alejándome de su cuerpo.
Él toma mi mentón para que lo observe a los ojos y con voz dulce dice
— ¿Quieres ser mi novia? — me pregunta con una extraña sonrisa en los labios para luego besar mi boca suavemente.
No pudo evitar pensar que la amabilidad de éste hombre se debe a que quiere que tengamos un compromiso pero ¿Porqué?
Sus labios rozan sutilmente los míos y mi cuerpo se estremece delante de él sin poderlo detener, quiero desmayar en sus brazos ahí mismo, pero sé que me tengo que controlar.
— ¿Qué dices? ¿Aceptas?
Yo solo tengo la mente en blanco, no logró reaccionar, por varios minutos él se me queda viendo como esperando una respuesta de mi parte.
— Piensas demasiado en las cosas muñeca...
— ¿Yo ... ¿Y tú? — contestó volviendo en mí, mientras lo miro confundida, él en cambió solo me vuelve a besar enredó su lengua con la mía, entretanto siento su sabor, una mezcla de whisky con fresas y aceitunas, narcótico, delicioso, y sobre todo, pasajero.
— Vamos te invito a comer — tomando mi mano, mientras caminamos el uno al lado del otro.
Dando pasos a su lado solo sonrió, pero de una forma patética, ¿Por qué? Porque me río de mí misma
"Soy tan patética"
¿Qué haré cuando Samantha se entere de esto? O peor aún ¿Qué haré cuando Sebastián se de cuenta que no soy lo que aparento? Muerdo mi labio inferior, mientras lo miro y él me sonríe.
De repente, mi mundo se paralizó al ver en él un leve sentimiento de cariño.
— Llegamos — deteniendo su paso en uno de esos excluidos restaurantes de lujo. — sabes que puedes elegir lo que quieras, no importa el costo de ello. — Tomando de nuevo mi mano y dándome un beso, como cada vez que lo hace siento como la piel se me eriza.
— Bienvenida — saluda un hombre vestido de mujer, acercándose a donde estamos, dando pasos lentos como si estuviera caminando en una pasarela.
- Un gu.. gu.. gusto - tartamudee y parpadeo mucho del asombro.
— Es agradable tu novia — dice, mirando a Sebastián.
— Gracias...
— Pase cariño. La familia nos espera — ordena Sebastián, abriendo la puerta para que yo entre.
En este momento no supe por qué obedecí sus órdenes ¿Habrá sido magia o porque sus tentadores ojos me hacen lo que yo haga lo que él diga?
Al llegar a la mesa, pude ver a varias caras desconocidas, quienes me miran con curiosidad.
— Ella es mi hermana Amalia — me la presenta Sebastián. Ella me mira de arriba a abajo, con algo de desprecio. Pará luego darme la mano y saludar.
— Es un placer verte de nuevo...
— Muchas gracias...
Por alguna extraña razón, Amalia siempre me mira con desprecio como si mi presencia le molestara.
— Ella es mi madre— continúa Sebastián presentando a la familia.
La señora de avanzada edad se levanta de su silla e igual que su hija me mira de arriba abajo para terminar dándome un beso.
— Y para terminar Matina, la madre de María — la mujer quien desde mi llegada había mantenido la cabeza baja, me miró y por un instante y mi mundo se paralizó
Al verla fijamente a los ojos pude saber que era nada más y nada menos que la amante de mi jefe. Con un leve golpe con el codo, Sebastián me hizo volver a la realidad. En consecuencia, reaccione estrellado su mano.
— Es un gusto conocerte señora Martina
— El gusto es mío — contestó a la ligera, volviendo a su sitio.
— Ven siéntate aquí — grita Amalia desde el otro lado de la mesa, señalando una silla vacía.
Confundida, miré a Sebastián y el asiente.
— ¿Y Samantha? — pregunta mirando a mi alrededor — pensé que andabas de compras con ella.
— Ella no pudo venir — conteste algo nerviosa.
— ¿Por qué te fuiste otra vez de la fiesta? No me pude despedir de ti...
Al parecer, Amalia había decidido por alguna extraña razón alterar mis nervios, sacando el tema del que no quería hablar
Para mi suerte Sebastián que estaba a mi lado interrumpió y con un tono frío y cortante le dijo
— Amalia porque no te dedicas a tus asuntos y dejas de preguntar cosas que no van al caso.
La tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo, a lo que ella me miró furiosa, para luego como niña malcriada, tiró su cuerpo al respaldar de la silla, cruzó los brazos y no dijo nada más.
Satisfecho, él procedió a terminar de saludar a los otros miembros de la familia que faltaban.
— ¿Con que vives en los condominios Valle del Sol? — dice su padre en un intento por cambiar de tema, con una sonrisa educada.
— Sí — contesté con orgullo, mirando a mi alrededor.
— La verdad es que soy hija del dueño de la compañía de buses de la ciudad.
Al instante una traviesa sonrisa aparece en el rostro de Sebastián, mientras me mira a los ojos.
Editado: 18.09.2022