Rosa y Espinas

19° PARTE

Un trueno se escuchó tenebrosamente a los lejos, provocando que despertará de golpe, casi de inmediato me puso los pelos de punta. 

Había comenzado a llover sin parar por toda la  ciudad, las enormes gotas caen y golpean las ventanas del inmenso departamento. Intento moverme pero no puedo, siento como si algo muy pesado me lo impidiera.

Conforme pasa el tiempo más fuerte lluvia, haciendo un sonido estrepitoso. "porque me duele tanto la cintura y la espalda" murmure, abriendo lentamente los ojos. Fue cuando entonces al voltear la cabeza vi el rostro de Sebastián junto al mío y los ojos se me abrieron intensamente.

— ¡Santo Dios! — exclamé al ver mi cuerpo sin ropa y envuelta en una sábana de seda de su cama. 

— Me gustas más dormida —dijo él con una sonrisa. Fue cuando los detalles de la noche juntos revoloteaban por mi mente, con eso en mente empujó su pecho, para quitar su cuerpo encima de mi cuerpo. 

— ¿Qué pasa? —pregunta. Pero me quedo sin aire al verlo enfundado con Bóxers de color azul marino. Su cuerpo es simplemente perfecto. Trago saliva antes de regresar a la realidad.

— Tengo que ir a trabajar— conteste, mirando el reloj, el cual marca las once de la mañana. 

Recojo la ropa esparcida por el cuarto, mientras pienso que ya es tarde. 

— ¿Dónde trabajas? — pregunta arrugando el entrecejo y una sonrisa coqueta. Jamás en mi vida vi una sonrisa tan hermosa. 

Me le quedó viendo, su cuerpo perfecto y sus contornos tan bien firmados ha logrado que mi pulso se acelere, por unos segundos me quedé ahí, sin saber qué contestar.

— ¡En la empresa de mi padre! — dije entre dientes, corriendo directo a la puerta en la que creo está el baño mientras agradezco al de arriba por darme esa idea y sacarme del apuro.

Cuando me veo al espejo abro los ojos como platos, al ver que no tengo a la vista el uniforme del trabajo.

—¡Claro! lo perdí en aquella tienda exclusiva!

— ¿Te veré de nuevo...?— dije al salir del baño. Él en cambio no presta atención a lo que digo porque sus ojos están pegados en mi cuerpo. De pronto vuelve en sí dando un gran suspiró y caminando hacia mi dirección. 

— Me gustaría conocer a tu mamá. Debe de ser bien hermosa igual que tú... — dijo sin dejar de mirarme con fascinación.

Por una extraña razón solo puedo concentrarme en cómo pronunciar cada palabra, sus movimientos de boca son malditamente sensuales.

— No cabe duda de que eres la mujer más hermosa que existe —dijo hablándome, mientras sus brazos abrazaron mi cintura y con su cuerpo me estampa contra la pared. Me mira fijo a los ojos y sin pensarlo besa mis labios de forma lenta y suave, su lengua se incorpora en mi boca, mientras una mano coqueta toca un glúteo. Ese mínimo contacto hizo que cayera en razón empujándolo hacia atrás, provocado que él reaccione casi de inmediato.

— ¿Qué sucede?

— Me tengo que ir... — dije con la respiración acelerada y el corazón a mil. Saliendo de su departamento.

En el momento que abrí la última puerta para salir del edificio la lluvia cesó. Mientras camino realmente esperaba que mi tardanza no tuviese muchas consecuencias y lo más importante de todo, que Samantha no se enterara de lo que había hecho o estaría en grandes problemas.

Con resignación entró a la casa de los Villanueva. Tenía que incorporarme de inmediato a mis quehaceres, y cambiarme de ropa. 

—Genial, no hay pájaros en el alambre — murmure al estar en la cocina y descubrir que está vacía. — Quizá Lorena haya salido a hacer los mandados y con suerte la familia estaría ocupada en sus cosas.

Dio un paso y el silencio fue interrumpido por el sonido de su tacón. Resopló y se quitó los zapatos con suerte, nadie se enteraría de que no había llegado tarde, dio uno, dos y tres pasos hacia el cuarto de servicio y antes de que pudiera echarse a correr sus intenciones fueron cortadas abruptamente.

—¡Rosita Muñoz!

— Trágame Tierra y escúpeme en Marte — sisee al escuchar la voz de Lorena 

—¿Se puede saber dónde dormiste anoche?

Cerré los ojos, con la intención de que la voz detrás, solo fuera un sueños 

—No podía tener tanta mala suerte... 

—¡Buenos días, Lorena! — dije girando mi cuerpo y fingiendo una sonrisa falsa junto con una felicidad que no sentía.

El corazón me martillea como si estuviera en una carrera de caballos.

—Te hice una pregunta — gruñó con seriedad. En ese preciso momento supe que estaba perdida y solo quedaba rogarle para que esto no llegara a boca del patrón. 

— Anoche tuve una fiesta con mis amigas y llegué a casa muy tarde. Ya sabes, fiesta, amigos, tragos... 

— ¡Rosita! Te quiero en mi despacho ahora mismo — dijo Don Gustavo al entrar a la cocina y escuchar nuestra conversación. Yo solo le sonrió con nerviosismo mientras lloro internamente, pues sabía que esto iba de mal en peor.

Al entrar a su oficina siento que algo no anda bien, esa sensación me agobia un poco, pero sacudo la cabeza restándole importancia. 

Una vez dentro lo veo sentarse en su silla giratoria en frente del escritorio de madera color caoba. 

— Buenas Tardes — saluda con sarcasmo, mientras me acerco despacio a donde está.

— Buenos días... — conteste nerviosa

— Siéntate — dijo señalando una silla desocupada al frente de su escritorio.

El lugar cada vez se sentía más tenso e incómodo. 

— Quiero hablar contigo sobre sus llegadas tardes y el abandono de trabajo... Ayer te fuiste a hacer los mandados al supermercado y no volviste más...

Yo solo pude bajar la cabeza y aceptar con vergüenza lo que él está diciendo.

Él tenía toda la razón, yo simplemente soy una simple empleada que había tomado atribuciones que no me correspondía y él un ejecutivo de alto renombre que podía hacer de mí lo que se le diera la gana. 

— Ahora — dice en su asiento, tranquilo — ¿que tienes que decirme sobre la colonia que rompiste de Samantha? ¿Y el porqué no me habías dicho nada? 



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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