Rosa y Espinas

20° PARTE

Camino por aquellos estrechos pasillos para llegar hacia la habitación de Samantha. Tenía una cuenta pendiente con ella que necesitaba aclarar. 

Toco la puerta y como de costumbre ella responde desde el interior para que pase.

Ya adentro la veo sentada en una butaca maquillando su perfecto rostro frente al espejo. Samantha posee una belleza descomunal capaz de opacar a cualquier mujer a su lado. Posee un cuerpo de infarto que se ejercita todos los días y es algo que la enorgullece. Así que no me sorprendía que Sebastisn Duarte, haya caído en su momento ante sus encantos.

— ¡Señorita Samantha! Necesito hablar con usted — Dije dando pasos lentos dirigiéndome hacia donde está.

— ¿Qué ocurre ...? — responde, volviéndome a ver como si no hubiese hecho nada.

Trago saliva mientras su actitud mimada me molesta, la miró fijamente y ella inmediatamente se percata de mi mirada de reproche. 

—¿Por qué lo hiciste?

—¿Qué fue lo que hice?

— Sabes muy bien de lo que estoy hablando, Samantha Villanueva... — ella me vuelve a ver de reojo, en su boca sale una sonrisa de satisfacción.

— Será mejor que te vayas y no vuelvas a mi cuerpo nunca más... Empleada atrevida. — susurro esas últimas palabras. 

— Fuiste la que me convenció de no decir nada sobre la colonia... Cuando sabías, perfectamente que fue un error y que tenía que reportarlo a Lorena de inmediato 

Sonrió a modo de disculpa y se encogió de hombros cuando se dio cuenta de que no me lo iba a callar. 

— ¡Me mentiste! — grité — cuando necesitaste de mi ayuda me utilizaste y ahora me tiras a los perros para que me coman... − Explote al fin, al filo de insultar a la hija del jefe − Me has hecho quedar como una inútil que no sirve para nada, delante de tu padre...

— Si viniste aquí para que interceda ante mi padre, lo haré. Pero si lo que quieres es una disculpa de mi parte, pues estás muy equivocada, eso jamás lo haré. No me arrepiento de haberte utilizado para mis propósitos y te confieso que en un principio dudé de tus encantos. Pero funcionó, Sebastián Duarte está soltero y ahora es mi turno de conquistarlo. Ahora, fuera de mi cuarto, porque me tengo que alistar... — respondió caminando hacia la puerta para que me fuera. 

— No necesito tu intervención porque sé que en ti no puedo confiar... — Hice una pausa al ver como Samantha sigue maquillándose ignorando mis palabras, — Aunque pensándolo bien, podríamos ir donde tu padre y contarle sobre la noche y lo que tuve que hacer por órdenes tuyas... Creo que será una historia que a tú padre le encantará escuchar... — llena de rabia se levantó, caminó hacia mí y tomó mi brazo bruscamente.

— Eres una maldita, me la vas a pagar. Empleada igualada... 

— ¡Suéltame! — grité furiosa, el solo hecho de ver que me toca me lleno de furia, a lo que ella me empujo fuera de su cuarto cayendo en el pasadizo.

— Allí es donde deberías quedarte en el suelo, como la plebeya que eres, en vez de estar metiéndote en los asuntos de tu jefa, ahora ve a hacer sus obligaciones, en especial limpia los baños que es donde perteneces. 

Realmente me sentía humillada, quince  levantarme y gritar sus verdades a los cuatro vientos pero los ojos aguados me lo impidieron, como pude me levanté, sin ayuda de ninguno de mis otros compañeros quienes solo se quedaron en sus lugares viendo, atómicos de lo que estaba pasando.

Sabía que todo se me había salido de las manos, y no pudo reaccionar, la actitud de Samantha me había trasladado a los pocos momentos que pasaba en casa de los patrones de mi madre y donde igual manera ella era

humillada. 

— Te diré una sola vez lo que ocurre y espero no volver a repetir todo esto. Se realmente no eres nadie en esta ciudad, que eres una chica sin

recursos, que necesita un trabajo mediocre para costear los

gastos a su madre. Ahora te pido una disculpa de tu parte para que sigas trabajando aquí, bajo mis condiciones o te largas de mi casa... Eso sí, te olvidas de que vas a conseguir trabajo en otro lugar, porque me encargaré de que nadie te lo dé. — yo solo la miraba, mientras que  con cada palabra me ponía más roja y de la impotencia estaba a punto de llorar.

— ¿Es en serio?, me estás amenazando... — me ríe tontamente para no llorar delante de ella 

—Sí y ni se te ocurra comentar algo de lo que ocurrió aquella noche, porque si lo haces conocerás la verdadera Samantha... — grito furiosa a su alrededor dónde están los demás empleados con la cabeza baja, para luego, dar la vuelta para incorporarse de nuevo en su cuarto.

Me cubro mi rostro bañado en lágrimas mientras corro hacia uno de los baños, de los que casualmente tengo que limpiar. Al ingresar un pesar en mi pecho se apodera de mí, "¿cómo pude quedarme callada...? ¿cómo?"

Levantó la mirada y veo en el espejo a una chica patética bañada en lágrimas "que bajó has caído Rosita, dejarte humillar por Samantha" me seco inútilmente las lágrimas quienes bajan sin permiso por mis mejillas "pero esto me las vas a pagar Samantha, te lo juro" 

No sé por cuánto tiempo me quedé ahí, solo se que los gritos de Lorena llamándome detrás de la puerta me hicieron volver en sí.

— Sal, Rosita, tenemos que hablar

— Solo vete y déjame en paz — gritó acostada en el suelo en forma fetal

— Está bien — escucho que dice en voz baja y se va.

Al salir ya era de noche, camino hacia la cocina por mis pertenencias, y antes de que pudiera salir Lorena me estaba esperando en la puerta, impidiendo que diera un paso más.

— ¿Sabes que te equivocaste?

— Sí lo sé.

— ¿Y eso trajo consecuencias? 

— también lo sé

— mi niña... — me dijo acercándose a mí, y en sus ojos veo como baja una tímida lágrima. — El patrón ha decidido despedirte y no hay nada en este mundo que lo haga cambiar.

Sus palabras estrujan mi corazón, mientras mi cabeza quiere explotar por tanto llorar. Pensé en correr y gritarle que como mi falso padre que era, no me podía despedir. Pero era imposible porque sino lo hacía él, lo hacía Elena su esposa.



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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