Rosa y Espinas

23° PARTE

SEBASTIÁN DUARTE

Al verla así, sentía la necesidad de ofrecerle un cambio de ropa, pero ella estaba completamente paralizada, mirándome sin pestañear. Su cara no reflejaba ninguna expresión, como queriendo ver mi reacción ante su desafortunado suceso.

Me siento a su lado, se ve tan frágil, tan delicada, su cuerpo tiembla por el frío, extiendo mi brazo para pasarlo sobre su cuello, ella me vuelve a ver para luego acercarse más a mí.

No sé cuántos minutos pasaron solo se que la lluvia disminuyó, mientras nuestros cuerpos seguían siendo uno solo.

— ¿Quieres ir a casa? — a lo que ella muerde su labio inferior con algo de duda. — te prometo que no pasará nada — dije en son de broma a lo que ella volvió a sonreír.

— Creo que me iré en bus...

Su negativa a querer montarse al carro me deja atónito, ¿acaso piensa que le haré algo malo? Aunque no puedo negar que me encantaría llevármela a mi departamento y hacerle el amor sin parar?

Se levanta y puedo ver su vestido de empleada doméstica, que se ajusta perfectamente a su cuerpo, sus pezones resaltan sobre la blusa y sus piernas morenas llaman mi atención. 

— ¿Por qué estás vestida así? ¿Acaso ibas a una fiesta de disfraz? 

Ella baja la cabeza, mientras que con sus manos intenta cubrir su vestido mojado. 

— Simplemente de eso no quiero hablar — dijo levantándose de prisa. 

De pronto las alarmas se me activaron, ¿qué estaba pasando aquí? Primero no quiere irse en mi auto y ahora no me quiere contar sobre su vestido.

— Rosita de mi corazón. Ahora eres mi novia, mi compañera y mi amiga. Si algo quieres contarme pues hazlo yo no te juzgare

Ella me mira a los ojos, y en sus ojos puedo ver como estos se llenan de lágrimas. 

— Samantha... — hizo una pausa, y después continuó — me echó de su casa. 

— ¿Qué hizo que? — grité sin pensar. Ella asustada encoge los hombros, mientras baja la mirada — perdón mi Rosita — dije con más calma — ¿Porqué Samantha, te echo de la casa?

— Porqué le quebré una colonia fina— tartamudeo, luego me volví a ver y más segura comenzó a hablar con más seguridad — ella me hizo pagar esa colonia yendo a su fiesta de despedida...

Mientras ella contaba con lujos y detalles, todo lo que tuvo que hacer por órdenes de Samantha la sangre me hervía. ¿Cómo pudo ser ella capaz de tan atroz acto?

Gire mi cuerpo en dirección del auto, golpeándolo con fuerza, ese pequeño acto hizo que me sintiera mejor, Rosita desde atrás toca mi hombro para que me calme.

— Samantha sabe ¿Qué ustedes son medias hermanas? — pregunté aún sabiendo su respuesta. A lo que ella afirma con la cabeza algo avergonzada.

De pronto el corazón se me achico al pensar en todo lo que tuvo que haber pasado en toda su vida, pero la ternura de su rostro, junto con su cuerpo pálido, hacen que quiera derretirme a su merced. Quien iba a creer que por esos ojos saltones y su actitud a veces ingenua pasa una vida de grandes humillaciones.

Por largo rato la abracé, jurandome a mi mismo defenderla hasta más no poder.

— Tengo que irme a casa — dijo alejándose de mi cuerpo y sin pensarlo la bese. Como amaba tocar esos dulces labios de color rojo carmesí.

Como acto seguido dejé a Rosita en la parada de bus para luego dirigirme hacia la casa de los Villanueva. Samantha tenía mucho que aclarar y esto es algo que yo no podía esperar.

En la casa de los Villanueva, Samantha llegó con gran euforia a saludarme. 

— ¡Ven! siéntate aquí— dijo señalando el sillón grande de la sala. — ¿A qué se debe tan agradable visita?

— Vengo a hablar sobre Rosita...

— De ella no quiero hablar... 

— ¡No te hagas! Se lo que le hiciste... 

Intento mantenerme firme aun cuando el odio llena mis ojos de lágrimas, la miró furiosa y le preguntó

— ¿Por qué la humillas? Si ustedes son hermanas... 

— ¿Qué fue lo que dijiste? _ grita furiosa. 

Por mi cabeza pasa cualquier cantidad de cosas. Respiro profundo y caminó hacia donde está sentada. 

— Rosita es tu hermana... 

— Sebastián ... — interrumpió despacio, luchando por poder terminar de hablar. _¡Te juro que ella te mintió! 

Su mirada era fría como un témpano de hielo. — ella te está utilizando, aquí ella es una simple empleada doméstica, que se sobre paso de sus funciones... _ inquiere con un profundo desprecio en sus ojos. 

Mi rostro se palidece ante las falsas acusaciones. 

— ¿Por qué ella mentiría? _ interrogue con ira.

— ¡Por qué ella me odia! — gruñó con rabia. 

Su mirada estaba fija en mí, sus ojos brillaron con malicia, como desafiandome a que acepte lo que está diciendo. 

— Si es verdad lo que dices ¿Porqué la llevaste a la fiesta ?

— Pregúntale a ella. — responde con tono despiadado. 

En tanto continuaban las acusaciones, mis ojos se llenaban de ira. 

— ¡no te creo! — hablo apretando cada vez más la mandíbula. 

Samantha da unos pasos hacia mi dirección y me mira a los ojos

— ella solo quiere tu dinero, esa fue su intención desde un principio. Y caímos como siervos menguados, yo le compré la ropa, los zapatos la vestí bien y tu caíste en su trampa. Si no me crees vea esto — dijo mirando hacia abajo con la intención de enseñarme algo

Bajo la mirada en busca de sus manos y abro los ojos como platos al ver el collar que Rosita llevaba esa noche. El collar es de oro sólido, con un dije de corazón, adornado en su alrededor por unos pequeños diamantes que rodean la fina figura. 

— Yo fui a tu casa para contarte todo esto pero quien me recibió fue tu hermana, y como era de esperar, ella no me creyó, en cambio me trató mal con palabras ofensivas incluso llegó a echarme de la casa de tus pares 

— Eso es mentira — digo negándole con la cabeza

— Yo me equivoque al llevarla a tu fiesta, pero no quiero que tu te equivoques en andar con una arribista... — concluye ella con lágrimas en los ojos



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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