Al salir de esa casa siento mi corazón explotar de felicidad. Mi plan había comenzado y ya no había marcha atrás.
Camino distraída por aquellas aceras angostas, sin notar la mirada ajena de los de mi alrededor, en este momento nada me importa.
— Señorita ¿Estás perdida?
— No, viejo sátiro- respondí malhumorada al notar como su cara tiene un aspecto horriblemente lascivo y su cuerpo ocioso.
Al llegar al sitio donde había dejado mi auto, éste no está. Giró mi cuerpo sobre mi propio eje, con la intención de mirar mejor, aun así no lo logró visualizar.
"Acaso me lo han robado" Pensé de inmediato, para luego sacudir mis hombros y descartar esa mala idea de mi cabeza.
"no puede ser, tuve que haberlo dejado en otro lugar"
Intento caminar, sin mirar a nadie, aunque ellos no dejan de mirarme, no sé si mi rostro me delata mi preocupación o por el contrario les da curiosidad mi aspecto elegante.
Las calles cada vez se hacen más estrellas, convirtiéndose en pasadizos sin ningún final. Ya perdida y con los nervios de punta intentó salir del lugar, para mi sorpresa tengo un tipo detrás de mí, que solo Dios sabe desde cuando me está siguiendo.
Pido permiso para pasar a su lado pero el tipo con ropa sucia, rota y de mal aspecto detiene mi paso.
— ¿Para dónde crees que vas, señorita? — Pregunta él con tono fuerte y nada amable.
— So.. Lo.. Vine... Por... Mi... Ca... Rro. — tartamudee
— Y adonde esta que no lo veo — dijo el hombre borracho acercándose más a mí
— Ahí — grité, señalando detrás de él y al voltear a ver le tiré una patada en medio de sus piernas, para luego salir corriendo.
— Me la pagarás... — escuche que dijo, mientras sus manos cubrían la zona baja y su cuerpo adolorido cae lentamente al suelo.
Corrí por varias cuadras sin poder encontrar la salida y mucho menos el auto, el tipo ha desaparecido pero ahora era yo la que está perdida.
Mire a mi alrededor, y todo está sucio, las calles, aceras, los edificios son oscuros con puertas cerradas muchos de ellos son cantinas de mala muerte, otros son moteles de quinta, de los cuales me imagine que solo deben de tener un baño y una cama, pues solo están hechos para el disfrute de una sola noche loca.
Tengo el corazón a mil y por mi cabeza me imagino lo peor, sin pensar entro al bar inspeccionando sutilmente con la mirada el sitio, no es un lugar de confianza pero ¿Qué más podía hacer? a paso lento llegué a la barra.
— ¿En que te puedo ayudar? — dijo el bartender.
— Me robaron mi auto y estoy perdida — contesté nerviosa, mientras de mi rostro baja una tímida lágrima.
— Deja que te acompañe — dijo el hombre con una sonrisa amable, mientras se quita el delantal y se acomoda las faldas.
El joven tiene un aspecto agradable, no está sucio y se puede decir que olía bien, me sorprendió ver alguien así en un lugar de estos.
— Me llamó Julio. Y tranquila te llevaré a un lugar seguro.
Por una extraña razón sus palabras me hicieron estar segura, haciendo que caminé a su lado hasta una parada de bus. Por varios minutos estuvimos ahí, hasta que el transporte llegó.
Mire de reojo a Julio quien se quedó de pie en la acera mientras mira como yo subo al transporte.
— ¿Eres nueva en el vecindario...? — interrogó el chófer, mirándome de arriba abajo con una sonrisa coqueta.
— No soy de aquí y tampoco lo quiero hacer... — gruñí pagando mi pasaje, a lo que él se hizo a reír.
En su interior todo era muy estrecho, la gente seguía subiendo y ya no había asientos disponibles. Con desagrado agarré aquel tubo arriba de mi cabeza para sostenerme mientras por detrás se colocaba un hombre sucio y de mal aspecto, gire mi cabeza hacia la ventana ignorando su presencia, desde ahí pude ver como Julio se aleja del lugar y desaparecía entre los edificios.
De pronto el suave tacto de una mano tocando mis glúteos me sacó del entresueño, por lo que furiosa volví a ver para saber quién había sido el atrevido para mi sorpresa tenía al hombre de atrás que se reía a carcajadas.
— ¿Quién fue? — grité furiosa a mi alrededor, a lo que los pasajeros se voltearon a ver para luego ignorar mi pregunta.
— Fui yo ¿y? — dijo un hombre con arrogancia, mientras me mira con morbo.
Al terminar de pronunciar su palabras, le lance una cachetada el golpe fue tan duro que incluso me quedó doliendo la mano.
— ¿Cómo te atreves vieja atrevida? — dijo tocando su mejilla y volviéndome a ver con furia, su actitud me hizo palidecer. - Me la pagarás...
Su actitud prepotente, junto con la cara de horror de los presentes me hizo encender las alarmas, como pude caminé entre el estrelló de pasillo, caminando entre la gente, con la intención de alejarme de él, pero al girar a ver noté que él me venía siguiendo, con gran susto y nerviosismo, empuje a unos cuantas personas hasta llegar a la puerta de atrás, estando ahí toqué el timbre varias veces, para que el chófer abriera la puerta.
— Aquí, estás vieja atrevida — dijo el tipo apareciendo de la nada y acercándose a mí, inmediatamente el bus frenó y al escuchar como las puertas se abren me lance al caño sin pensar.
La lluvia del día había provocado que las calles estuvieran llenas de charcos y como era de esperar los caños estaban sucios y llenos de barro.
La suavidad de la tierra mojada amortiguó el golpe, pero las risas de los pasajeros que miran dentro del bus no se hicieron esperar. Había quedado en ridículo y por méritos propios.
Y todo empeoró cuando me levanté, el barro bajó por mi cara, cayó en mi ropa y terminaba en mis zapatos de marca. En definitiva, hoy ha sido el peor día de mi vida.
El bus arrancó dejándome en medio de la nada, Trague grueso y agradecí al cielo al ver que conocía el camino y que puedo llegar a mi casa aunque caminando.
Editado: 18.09.2022