Rosa y Espinas

27° PARTE

Los días pasaban y yo sentía estar en el paraíso, tenía un novio cariñoso, un trabajo divino, una vida de ensueño, donde prevalecían los lujos y las grandes extravagancias de la alta sociedad.

Pero como toda mentira la verdad comenzó a surgir y sin poderla detener. Mi declive comenzó un viernes por la mañana, como es costumbre me levanté temprano, me arreglé formar, después de todo, mi armario había cambiado radicalmente de la noche a la mañana. Contemple mi pequeño guardarropa y como éste ya no le cabía ni una prenda más. "Tendré que comprar un guardarropa más grande" Pensé vagamente, mientras peinó mi extensa melena rubia, el celular comenzó a sonar.

— Buenos días ¿Estás lista? — pregunta Don Jorge, ahora mi jefe, al otro lado de la línea. 

Extrañada mire la hora en mi reloj de mano, el cual marca las 7 en punto.

- Si, en un rato salgo, tomó el bus y llegó al trabajo. ¿Necesitas que haga algo por tí?

— Perfecto, no te tardes... — concluyó terminando la llamada de golpe. 

— Creo que no necesita nada de mí... — dije, tirando el teléfono en la cama, mientras vuelvo a mi rutina de belleza.

Sin darme cuenta los minutos pasaron, pero el sonido de un pito de un auto me hizo entrar en razón, voltee a ver hacia la ventana para darme cuenta que había un carro estacionado al frente de la casa. 

Eso no puede ser posible, no puede ser Don Jorge... ¡Debí quedarme en cama! ¡Y todavía estoy dormida y todo esto es un sueño.

El sonido agudo del auto llamó la atención de mi madre, que no duró ni un minuto en llegar a mi cuarto y preguntar. ¿Quién es ese hombre que me busca?

— Es Don Jorge Casasola, mi jefe... — contesté a la carrera con la intención de salir lo antes posible y no hacerlo esperar más. 

— ¡Espera.. ! — vocifera ella cuando siento una fuerte mano agarrarme del brazo, junto con un firme jalón que me hace cerrar la ventana Y al voltearla a ver ella está llorando sin ninguna razón.

— ¿Qué te pasa, mamá? ¿Por qué lloras?

— Él no puede estar afuera, no puede ser él — habla sin sentido, mientras da vueltas por toda la habitación. 

—¿Qué te sucede? ¿Por qué estás tan pálida? — pregunté arrugando el entrecejo sorprendida de su extraño comportamiento. Como acto seguido, se acercó a mi lado con la intención de decir algo, pero las palabras no le salían. 

— Siéntese en esta silla, antes de que caigas al suelo. — ordené y ella obedeció obedientemente a mi orden. — ¿Cómo conoces a mi jefe? — pregunte, mirándola a los ojos, a lo que ella arruga el entrecejo. 

— Él es un viejo conocido... — contesta volviendo en sí — Rosita, no quiero que vuelvas a ver a ese hombre...  Me dijo acariciando mi mejillas y viéndome fijo a los ojos.

— ¿Por qué quieres que haga eso? — respondí rápidamente.

— Él es... — Hace una larga pausa para luego concluir — simplemente él no es un buen hombre ... 

Una punzada de confusión junto con una de desesperación se me atravesó en el corazón en ese instante. Por más que mi madre intenta justificar sus palabras, para mí Don Jorge es todo lo contrario. 

De pronto el ruido de la bocina comenzó a sonar de nuevo, dejando escapar un sonido muy agudo, volteo a ver hacia afuera para gritarle que ¡Ya voy a Salir! A lo que esté de inmediato el sonido desaparece, rápidamente me despido de mi madre y ella de mala gana me da su bendición. 

Camino hasta el Mustang negro, el hombre abre la puerta del copiloto para mí, me quedo de pie viendo hacia la ventana cerrada donde se que esta mi madre oculta y le digo adiós, sé que no voy a recibir respuesta pero no me importa.

Don Jorge se queda a mi lado viendo hacia la misma dirección al no ver movimiento, demanda que suba al vehículo y así lo hago, cierra mi puerta de un fuerte golpe para luego caminar hacia la otra puerta.

— ¿llevas mucho tiempo esperando... ? — cuestionó en cuanto se sienta al frente del volante, el vehículo está encendido así que solo acelera.

— Cinturón — gruñe. Giro mis ojos hacia donde está, se nota que está enojado. 

— Perdón por tardar. Es que mi madre...

— No hace falta que me expliques nada, yo entiendo... — sisea. 

— ¿Cómo supiste donde vivo? - Pregunté arrugando el entrecejo pues podía asegurar que nunca se lo había dicho. 

— la pudiste en el currículum — Respondió sin voltearme a ver 

"¿Qué le habrá molestado a este hombre, para que venga a desquitarse conmigo? " 

— Este barrio es peligroso, no es recomendable venir en un carro de estos y solo. Te pueden asaltar... 

— No te preocupes por mí, conozco estos barrios perfectamente. 

"Ups no es momento de ser listilla" Pensé 

Después de esa respuesta no habla más, aplica la ley del silencio. Pero mi cabeza no deja de hablar de preguntar ¿cómo puede este hombre de clase conocer este mundo? ¿Y el motivo del porqué los conoce? Sacudo la cabeza con la intención de olvidar esos pensamientos, pero ni así lo logró, porque de la nada una duda aparece de nuevo ¿cómo mi madre conoce a este hombre? Y ¿por qué dice que es un hombre malo? 

Estoy abrumada por todo, no sé qué pensar, ni que decir en este momento. Mientras él conduce por toda la ciudad, en un cruce se desvía del camino.

— ¿para dónde vamos, Don Jorge?

— Hoy hay una gran fiesta... y quiero que tú me acompañes... — dijo volviéndome a ver 

— ¿Yo?

— Sí, tú...  Y quiero que seas la más linda del evento. 

No quiero ser grosera, así que solo me encojo ligeramente para luego liberarse, mientras él toma la procesión en la que estaba. 

—¿Alguna vez te has dejado suelto el cabello ? —pregunta de la nada.

— ¿porque me preguntas eso?

— Nunca te he visto con el cabello suelto, siempre lo prensas con alguna coleta o con un moño. A lo que sin pensarlo dejé que mi rubia cabellera cayera libremente sobre mis hombros. 

— Te pareces tanto a tu madre...

— ¿conoces a mi madre? — pero él no contestó mi pregunta. 



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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