El anillo es precioso, doble, con un diamante cuadrado adornado por otros diminutos alrededor, es de oro blanco y pesa en mi dedo, la pequeña banda extra, es del mismo material. Limpio mis mejillas las cuales están llenas de lágrimas de felicidad.
Esto me hace sentir especial, por primera vez me sentía amada por alguien diferente y no solo por mi madre. Una parte de mí cree merecer esto, pero sé que he conseguido todo esto a base de mentiras.
En todo este tiempo las cosas han cambiado para bien, ¿Quién iba a decir que la Pobretona de barrio humilde, pudiese estar en un lugar de estos? Sin embargo, irónicamente, no me siento así, sentía que Sebastián necesita saber la verdad y lo antes posible, antes que lo haga alguien más.
Respiro profundo y pienso en mi prometido (que en todo este tiempo no ha dejado de sonreír) Y en la ira que podrá sentir al saber la verdad.
"Necesito llevarlo a un lugar alejado, besarlo y de apoco contarle las cosas y el motivo del porqué lo hice, sé que él me entenderá" — pensé eso último con algunas dudas.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando el sonido de una voz familiar se escucha a través del micrófono
La actitud sospechosa de Samantha en llamar la atención, hace que encienda las alarmas, ella saluda a los presentes, bromea un poco, todo sin dejar de mirarme desde lejos, para luego decir
— ¿Les cuento un secreto? —el corazón se me salta un latido pero sus próximas palabras despiertan mi horror — De niña nunca creí en los cuentos de Hadas, pero hoy creo que debo rectificar mi error — el sarcasmo que destilan sus palabras ha llamado la atención de todos y puedo escuchar a mi alrededor murmullos de confusión — Pido un brindis para la persona que me hizo ver que existe el verdadero amor ¡Rosa Muñoz!
Las cabezas se giran hacia mí y las piernas no me sostienen del todo, el agarre rápido de Sebastián alrededor de mi cintura me evita caer.
La vergüenza se intensifica, cuando somos el centro de atención.
"¡Trágame tierra! O sálvame Chapulín Colorado, pero alguien que me salve de ésta"
Samanta hace una seña para que las camareras se muevan con las bebidas por la multitud, las personas toman sus copas, ella toma una y retiene con su mano a la persona que le sirve.
— Espera, por favor — pide con falsa dulzura y extiende una hacia mí — la ocasión amerita que comparta mi exclusivo champán con alguien muy impactante y especial. Acércate, Rosita, brinda conmigo, por favor... deleita a todos los escépticos con tu increíble historia de amor… Estoy segura de que más de uno quiere saber la verdadera historia de nuestra Rosita Muñoz ¿O no?
La malicia tras sus palabras tiene un efecto inmediato, rápidamente la sonrisa que unos segundos antes tenían todos en su rostro se esfumó como por arte de magia; pero yo no puedo dejar de mirar con ojos abiertos a la persona que retiene al lado de ella…
— Animemos con un fuerte aplauso a la moderna Cenicienta que con un baño, ropas limpias, zapatos nuevos y un peinado favorecedor, logró engañar a todos y conquistó al príncipe azul…
Siento como si un puño me hubiese golpeado en la boca del estómago al comprender lo que eso significa. Mi rostro se torna pálido y por un momento siento morir.
Sebastián se tensa detrás de mí.
—¿Qué mierda de espectáculo está montando Samanta? Nunca creí que caería tan bajo como para insinuar algo así — sisea y veo que tiene intenciones de caminar hacia ella pero lo detengo al confirmar que los ojos cansados de la camarera (mi madre) se fijan con estupefacción en mí
— ¿Usted tampoco reconoce a su hija, Lucía Muñoz? — le habla a mi madre mirando aún hacia mí — quizá debamos vestirla con los trapos viejos y los delantales con los que sale de casa, con los que hasta hace nada trabajaba para mí… pero mírenla, ¿no se siente orgullosa? ¡Esta noche parece una princesa! Me pregunto con cuántos de los presentes se habrá acostado para tener la plata suficiente y montar el espectáculo frente a Sebastián…
— ¡Cállate, Samanta! — ladra Sebastián, pero yo no puedo dejar de ver los ojos decepcionados de mi mamá — Rosa es tu media hermana, ¡Respeta, por favor!
Los murmullos y exclamaciones recorren el salón mientras yo siento que me hundo cada vez un poco más, la risa áspera de Samantha los corta
—¿Mi hermana? — pregunta con burla — ¿Resulta que la puta es usted, Lucía Muñoz?
— ¡¿Qué significa esto, Rosa?! — La voz cargada y tensa de mi mamá es apenas un susurro bajo pero resuena alto y claro por todo el salón.
Un nudo corta mi garganta, ella está temblando, y podría jurar que está a punto de desfallecer.
— ¿Vas a negar a tu madre, Cenicienta?
— ¡Mamá! — mi grito corta el aire mientras corro al verla caer.
Las personas se alejan de ella, casi con asco, nadie detiene su caída, como si fuera un trapo asqueroso, no más. Las lágrimas arden en mis mejillas cuando me arrodillo al lado de ella y la intentó incorporar.
— Rosa… — escuchó el llamado precavido de Sebastián detrás de mi, no me importa, ahora no.
— Despierta, por favor… — le pido un poco más calmada al sentir su respiración, aun así la culpa me carcome en el pecho al sentirla tan menuda entre mis brazos, todo el dinero que gasté para impresionar a estas personas, a Sebastián, debí usarlo en atenderla mejor.
—¿Rosa es tu hija, Gustavo? — me llega a los oídos la voz aniñada de Doña Elena, su esposa y la del señor Villanueva resuena por todo el salón.
— No, eso es otra más de sus mentiras — cierro los ojos con fuerza, más aún cuando los insultos y reproches empiezan a llegar hasta mí.
Y el recuerdo de todas las mentiras que dije me hace querer llorar sin parar, pero el orgullo es más poderoso que yo, seco de prisa las lágrimas que bajan por mi mejilla sin permiso, para luego intentar levantarme del suelo junto con mi madre. Todos los miran, pero nadie nos ayuda, en este momento solo somos mi madre y yo, como debió de ser desde un principio.
Editado: 18.09.2022