Los días pasaron y de pronto me vi escribiendo poemas de desamor, donde la fantasía me suplica que todavía estoy vivo y debo volver a ser yo, a ese lugar interno donde nunca debí haber salido. Estoy cansado de vagar de aquí para allá, en busca del que creí que sería el amor de mi vida Rosita Muñoz.
En un principio la busqué por todo lados en las paradas de buses, en la casa de Samantha, incluso me adentre a uno de esos barrios de mala muerte, temiendo ser robado, asaltado o secuestrado pero al final no la encontré. Pareciera que ella está huyendo de mí.
Desesperado y con la esperanza puesta en la última persona que me puede ayudar, tocó la puerta de su casa, el cuál al verme llegar me hizo mala cara. Y entendía perfectamente su disgusto, me había portado mal en la fiesta, a tal punto de estar a unos días de pedirle el divorcio a su mujer.
Con lágrimas en los ojos implore por el paradero de Rosita, pero Don Jorge solo contestó que no sabía, y que también la andaba buscando. Esas últimas palabras me dejaron con muchas dudas pero no quise interrogar más, quizás por el estado de ebriedad en el que se encontraba ese pobre hombre o por la forma de contestar mis preguntas, con palabras frías y cortantes.
Se nota que me odia de corazón, y aunque pedí disculpas, él solo me volvió a ver con odio, para luego llenar de nuevo su copa de vino para seguir bebiendo.
Ahora estoy en el departamento solo, sin nadie con quien contar, mis amigos rara vez me llaman, y cuando lo hacen se burlan por haberme metido con una "sinvergüenza" a como llaman a Rosita.
Tengo que confesar que aún la extraño, y que a veces me siento en la cama para volver a ver fotos antiguas donde aparecemos juntos, cada uno con una sonrisa en nuestro rostro. Un pesar abunda en mi corazón, como si quisiera regresar el tiempo para poderla besar de nuevo.
Tomó el abrigo que le presté la noche en que me dijo que me amaba. La noche que pensó que estaba en el cielo y yo era un ángel, de pronto salió de mi boca una tímida sonrisa, abrazo el abrigo y el su olor penetra mi nariz, huele tan rico, es una mezcla entre rosas, fresas y vainilla, que me hace querer tenerla a mi lado.
Por las noches voy al bar que queda cerca de casa, pido mi bebida favorita, bailo con alguna chica bonita a veces una quiere algo más de lo normal a lo que yo solo sonrió con un pequeño movimientos de labios y me alejó del lugar. Porque a pesar del tiempo aún no lograba olvidarla.
Pero un día todo cambió.
Esa mañana el teléfono celular, rompiendo el silencio de la habitación. Giro mi cuerpo hacia el otro lado de la cama, de donde proviene el ruido y con una expresión confusa contempló el nombre de mi madre en la pantalla.
— ¡Hola... !
— ¿Estás en casa? — responde ella al otro lado del teléfono
— Sí — y aunque mi madre no me puede ver, peino mi suave cabello con las manos. — ¿Necesitas que haga algo por ti? — contesté nervioso, pues siempre venía a mi departamento a dar órdenes de limpieza.
— ¡No! — Simplemente necesito que vengas a la oficina...
De pronto mi corazón comienza a latir con fuerza, sabía lo que eso significaba "volver a trabajo, bajo la supervisión de mi familia"
Me levanto muy temprano, me baño poniéndome la misma ropa que traía el día anterior, con desánimo me miró en el espejo. "Qué estaré pagando" susurro abotonando mi último botón de la camisa para luego hacerle el nudo a la corbata.
Aunque ya han pasado dos semanas desde la fiesta donde supe la verdad. Mi familia desde ese día me comenzó a tratar con desdén algunos con palabras hirientes y otros con malos tratos.
Me acerco con pasos lentos hacia la oficina de mi padre, siento que algo no anda bien, esa sensación me agobia un poco, pero sacudo la cabeza restándole importancia. Pero hasta que no veo mi mano temblar al alzarla para tocar la puerta, no soy verdaderamente consciente del estado en el que me encuentro.
Cuando entro a la oficina, veo que mi padre no se encuentra solo, en la oficina se encuentra mi madre, mi hermana Amalia, Samantha y su familia.
— Me alegra volverte a ver de nuevo ¿Estás cansado? ¿Quieres algo?
A pesar de que el trato de mi madre es gentil y amable yo solo me quedo inmóvil en la puerta con una expresión impasible pues no sabia que pensar ni qué decirle...
— ¿Qué sucede aquí ? — interrogue a lo que ella toma mi mano para que pasara delante.
El corazón me comenza a latir con mucha rapidez al entrar a su oficina, la temperatura es cálida pero las caras de las personas en su interior reflejan tensión como si algo grave fuera a pasar.
Como acto seguido se sienta en una silla y me invita a que haga lo mismo, mientras mi padre desde la silla principal saque unos documentos de su portafolio.
— ¿Ocurre algo? — preguntó con mucha preocupación, pero con una expresión firme.
Samantha se acerca y se posiciona justo a mi lado.
— Dime, ¿Qué se siente avergonzar a la familia? — pregunta Samantha al oído apretando la mandíbula.
— Lo mismo que engañar a un amigo con una fiesta falsa para vengarse de una empleada... — a lo que ella no dice nada y vuelve a ver hacia adelante en dirección a mi padre.
—Buenos días — comienza a decir— sé que están ansiosos por saber el motivo de esta reunión, pero necesito informarles algo importante, cómo ustedes saben ya estoy en edad de jubilarme y lo haré esté mes que viene, quiero descansar desentenderse de la empresa, ya saben cosas de la vejez... A la vez quiero que sepan que Sebastián seguirá en la presidencia, y me gustaría que lo apoyen como lo han estado haciendo en estos últimos años.
Casi al instante, mi corazón comienza a latir con fuerza, las manos me sudan, la alegría en mi corazón es tanta que siento que puede explotar ahí mismo. Por fin seré el máximo líder en la compañía; por fin no tendré que justificar mis decisiones a mi padre y estoy más que listo para seguir llevando las riendas de la compañía.
Editado: 18.09.2022