Rosa y Espinas

32° PARTE

Son las ocho de la mañana y es hora de levantarse, me voy directo al baño para luego enfundarme en un precioso vestido corto floreado junto con unas zapatillas blancas que hacían juego con los pendientes y el collar.

Suelto mi cabello, para lucir mi extensa cabellera negra la cuál llega hasta la cintura para luego terminar, con un sutil maquillaje, un poco de brillo en los labios y polvos en el rostro, antes de salir de la habitación, me miro en el espejo por última vez, con la intención de verificar que todo esté bien, para luego dar pasos lentos en dirección a la sala. 

Camino por el pasillo escuchando los gritos de mis padres en la parte de abajo, mientras bajó los escalón de mármol cuidándome de no caer, al final de las mismas puedo ver mi padre y al frente a mi madre está última con los ojos brillosos.

Mi madre al percatarse de mi presencia, me mira con empatía, e inmediatamente se secó las lágrimas. 

— Samantha, mi niña... ¿Qué haces aquí? 

Volteo a ver a mi padre quien inmediatamente gira su cuerpo hacia la mesita de al lado tomando una copa y llenándolo de whisky. 

Sabía perfectamente lo que estaba pasando, en las últimas semanas las discusiones de ellos dos eran cosa de todos los días, mi padre se niega a firmar el divorcio, pues al hacerlo perdía todo; la fábrica, la casa, los lujos y los carros. Mientras mi madre le recuerda que todo le pertenece a ella por herencia. 

—  Voy a salir... — digo con la cabeza firme. 

—  ¡Cuidate! y no llegues tarde... — se despide mi madre y al cerrar la puerta principal la discusión comenzó de nuevo 

Me subo al auto y enciendo la radio, la música es buena y el clima es perfecto. Conduzco por toda la ciudad hasta llegar al departamento de Sebastián. 

Tomó unas cuantas respiraciones profundas teniendo en mente mantener la calma. Después de recuperar la compostura me desabroché el cinturón de seguridad, salgo del auto y caminé en dirección hacia la puerta principal. 

Después de tocar por varios minutos y al no obtener respuesta, decidí abrir la puerta por mi cuenta. Al entrar comprendí lo mal que estaba Sebastián todo a mi alrededor era un desastre, un completo basurero. 

Camine entre botellas de licor vacías, vasos sucios, copas por todo lado,  también había papeles, revistas, periódicos viejos, ropa y zapatos por doquier. 

— ¿Qué haces aquí? — preguntó con desdén recostado en el marco de la puerta de su cuarto, levante la cabeza para verlo, sin poner contener asombro en mi rostro. 

— Sebastián... ¿Qué te pasó?

— No has respondido mi pregunta ¿Qué haces aquí? 

— Te vengo a buscar

— Si ya veo, pero ¿Pará qué?

— Te quería invitar a comer, pero veo que necesitas de mi ayuda y urgentemente. —contesté moviendo las manos para que viera todo el lugar. 

Su tranquilidad se esfumó y el mal humor apareció, habiendo un gesto de disgusto ante mi presencia. 

— ¡Vete, Samantha!  ¡No te quiero ver a ti ni a nadie! 

— Pues no me iré a ningún lado — contesté, tomando algunos adjetivos del suelo y poniéndolos en su lugar. 

— Creo que estás sorda, porque no escuchas lo que te estoy pidiendo ¡quiero que te vayas y me dejes solo! ¿Es mucho pedir para ti? 

— Te me vas por las buenas o por las malas — grito tomándome de la mano y arrastrándome hacia la salida.

— ¡Suélteme! ¿qué le ocurre, está loco?! — grité molesta por todo lo que está pasando.

— No lo estoy... Simplemente no te quiero ver más aquí... — Lleno de ira se pega a mi pecho, mientras me sujeta por los brazos. 

— No, No lo voy a obedecer ¿Quién se cree para tratarme así?, ni siquiera entiendo qué pasa contigo, estamos comprometidos y ni me vuelves a ver. 

— ¿Dónde está la chica linda que vivía su vida al máximo? ¿Esa Samantha de risas interminables y noches de locura? ¿Esa chica de la que un día me enamoré? Creo que me equivoque ahora esa chica se llena de orgullo humillando a otras por su clase social. Esa chica que ideó todo una estrategia para salirse con la suya. Pues aquí estoy delante de ti, felicitándote, has ganado, aquí está tu premio. — ella se me queda viendo sin decir una sola palabra por lo que la solté, colocandome cerca de la puerta 

para evitar que salga en cualquier momento.

— Te diré una sola vez lo que ocurre y espero no volver a repetir todo esto. Me caso contigo por el puesto en la empresa, por callar a los medios y porque así lo quiere el destino. Pero escuchame bien, Samantha Villanueva, no te amo, nunca te amaré... Mi corazón le pertenece a Rosa Muñoz y la buscaré por mar y tierra y cuando la encuentre me divorciaré de ti para irme con ella. 

Samantha me vuelve a ver y puedo ver como sus ojos se llenan de lágrimas, mientras su mandíbula se tensa y su cuerpo quiere explotar de ira. 

— realmente no te puedo entender, Sebastián Duarte, como te pudiste enamorar de una chica sin recursos, que vive en un barrio pobre fuera de la ciudad y que además necesita trabajar obligatoriamente para costear los gastos a su familia. 

— Eso a tí no te importa... Ahora bien,  te casas conmigo bajo mis condiciones o cortamos aquí mismo... Eso sí, le dirás a los medios que todo esto lo planteaste tú, que me fuiste infiel y que lo dicho esa fiesta fue mentira.

— Pero lo de Rosita es verdad... — contesté con una gruesa mirada, mientras mis ojos posan fijos hacia los de él, pelando capa a capa como una afilada cuchilla que pela una cebolla

— Eso ellos no lo tienen que saber... 

— ¡Eso nunca...! — Grito

poniéndose más roja y de la impotencia a punto de llorar.

—  ¡¿Es en serio?! Prefieres seguir esta farsa antes de aceptar que una sirvienta te ganó...

Al terminar de pronunciar sus palabras me eché a reír, realmente no sabía qué responder, mientras intento analizar la situación en voz alta.

— No estoy jugando Samantha esto es serio, quiero terminar todo esto, no me quiero casar contigo — dijo molesto. 



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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