Rosa y Espinas

35° PARTE

SAMANTHA VILLANUEVA

El gran día llegó, hoy se realizará mi boda en una pequeña iglesia en los suburbios con un elegante vestido de novia realmente hermoso, es de encaje delicado y seda suave, con un detalle muy hermoso en la parte baja del busto, la espalda descubierta hasta la cintura y una larga cola. Mi cabello está suelto y una linda tiara de diamantes pequeños que brillan sobre él. Mi maquillaje es sutil pero resalta mis hermosos ojos café oscuro, y mis labios mantienen un leve color rosa. 

Hoy por fin me convertiré en la esposa de Sebastián Duarte y eso me tiene los nervios de punta, las manos me sudan y mi cuerpo tiembla, estoy realmente ilusionada.

Días antes había preparado yo sola todo lo de la boda, pues el novio poco o nada le importaba este día y lo hacía notar con su mal genio a la hora de hablar sobre este tema en particular. Por lo que compre un ramo de flores blancas con morado y le pedí al vendedor que le diera una cinta de seda blanca adicional para trenzar su cabello. Al final, lo que quería lograr era verme pura e inocente. 

Aunque ya es la hora de la boda, el novio aún no llega. El lugar donde se llevará a cabo la ceremonia está casi vacío, pues muchas personas se habían marchado pues se cansaron de esperar al novio que aún no llega.

— No te preocupes, Samantha, probablemente esté atrapado en el tráfico. Esperemos un poco más — dijo mi madre a modo de consuelo. 

— ¿Por qué el novio y su familia no han llegado todavía? — cuestionó mi padre con el ceño fruncido mientras mira al puñado de personas en la iglesia. 

—¿Qué haremos si Sebastián no llega... ? — preguntó mi madre inclinándose más cerca de mí. 

— Oye, no digan eso. Él llegará... — conteste de mala gana, mientras le pido al de más arriba que Sebastián no se le ocurra dejarme plantada en el altar. 

En ese momento, llegó Catalina la ex prometida de Sebastián con un atuendo llamativo y joyas costosas, ella entró a la iglesia del brazo de su novio. 

Entró Sonriendo engreída, se pavoneó hacia mí y se sentó en uno de los asientos cerca del altar junto a la par de Julio. 

En un pasado yo le había arruinado su fiesta de despedida, junto con Rosita y ahora tiene un novio super rico, hijo de los más grandes magnates del país. 

Desde lejos me miró y sus cejas se fruncieron cuando vio mi vestido de novia, y enseguida un nudo se instaló en la boca de su estómago. 

Los ojos de Julio, mi amigo del barrio y al cual había invitado a la ceremonia están fijos en Catalina, y por una extraña razón no podía soportar verlo boquiabierto ante la mujer que tanto desprecio.

Nada había cambiado después pues siempre Catalina lograba cautivar a todos con su encanto. La gente siempre le prestaba atención a ella en lugar de a mí y eso me enoja.

Los celos no tardaron en brotarme por los poros, y furiosa, comencé a gritarle a Julio sin importarme un bledo la ocasión. 

— ¿Qué diablos tiene de bueno esa pe... ? ¿Por qué la miras así?". 

Catalina se giró hacia mí y en son de burla dijo 

— ¿Por qué no ha llegado tu novio? Si llega tarde a su propia boda, da mucho qué decir... Y su familia tampoco se ha molestado en venir. Parece que no les importa este compromiso. 

Casi de inmediato, un murmuró de voces se hizo notar por todo la iglesia, mi comportamiento malcriado y presuntuoso se convirtió en el tema en las bocas de todos los presentes 

— Estás en una iglesia, Samantha ¡así que cuida tu boca! ¿Acaso no tienes modales?" — gruñó mi padre, su actitud me sorprendió porque nunca lo había visto así. Es decir, mi padre desde muy pequeña había sido tolerante con mis actitudes. 

Ante eso, la iglesia se quedó en silencio, de pronto la puerta se abrió con un crujido y desde el exterior entró un hombre alto, y la deslumbrante luz del sol reflejó su esbelto cuerpo. 

Cuando la puerta se cerró detrás de él,  miró hacia arriba y sus profundos ojos recorrieron la multitud, sus labios están apretados en una fina línea. Luego se abotonó el traje y a plancho su saco con las manos, como si hubiera llegado aquí con prisa.

— ¿Por qué llegas tan tarde? — le pregunté mientras me acerco a su lado. Él se sonrojo y sonrió.

— Llegué tarde porque tuve que ocuparme de unos asuntos personales — dijo rotundamente al tiempo que se rascaba las cejas. 

Casi al instante mi rostro ardía de vergüenza, tanto la timidez como la emoción se desvanecieron en ese instante. 

— Bueno, eso ya no importa.. — respondí con alegría al saber que por lo menos había llegado a la boda. 

— Ya que el novio está aquí. ¿Por qué la boda no ha comenzado todavía? — interrogó mi madre con voz dulce. 

Sonriente avance mi cuerpo hacia el brazo de Sebastián, quien solo está de pie mirando hacia el frente. 

— Ya podemos comenzar esta boda... — dije elevando la voz a propósito.

Sebastián rápidamente bajó la cabeza avergonzado para ni siquiera mirarme a los ojos, para luego comenzar a caminar despacio por el angosto pasillo hasta llegar el alta. 

Pronto el sacerdote llegó, y la boda se llevó a cabo. 

Al llegar volteo a ver a Sebastián quien está frente a mí y con una sonrisa en mi rostro, le susurro un te amo. Él solo me vuelve a ver, para luego ignorar mis palabras. 

— Señorita Samantha... — me llama el sacerdote y yo lo vuelvo a ver. — ¿Acepta usted como esposo al señor Sebastián Duarte, para amarlo, respetarlo, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe? — siento que el aire abandona mis pulmones al oír esas palabras.

— Aceptó — contesté con gran euforia mientras deslizo el anillo por su dedo. 

— ¿Y usted Sebastián Duarte acepta como esposa a la señorita Samantha Villanueva, para amarla, respetarla, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Él voltee a ver hacia la puerta, donde están sus padres, quienes están esperando una respuesta al igual que yo, luego me vuelve a ver y antes de que hable, algo en sus ojos me dice cual va a ser su respuesta.



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En el texto hay: humor, mentiras, romance

Editado: 18.09.2022

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