Rosalie y Emmett, su historia

Forks

*Narra Rosalie:

Teníamos todo empacado. Bueno, sólo las cosas importantes, no había mucho que se pudiera llevar de nuestra pobre casa en ruinas. Emmett se encargó de las maletas. Llevaba cinco maletas mías y apenas dos de él. Yo sólo llevaba su oso de peluche que le regalé en su cumpleaños.
-Rose, ¿tienes que llevar tantas cosas?. No es que pesen, pero molestan amor.
Le lancé un gruñido en respuesta.
-Ok ok, entendí. – Dijo resignado.
Nos juntamos en el centro de la ciudad junto con el resto de la familia. Edward venía enojado porque no pudo traerse su piano favorito. Caprichoso. Esme venía apenas con dos maletas a cada lado, y atrás venía Carlisle cargando una mesa de centro a medio reparar. Para ser un vampiro se veía incómodo.
-Carlisle apúrate, y deja ya de quejarte, es sólo una mesa. - Le ordenaba Esme a mi padre. El se apuraba lo cual hacía que la mesa se moviera en muchas direcciones, arriesgando su existencia. Esme cada tanto se daba vuelta para lanzarle una mirada fulminante.
-Parece que las mujeres de la familia son el factor dominante en la casa. -Pude oír a Emmett y Carlisle refunfuñar juntos acerca de la situación. Edward sólo se preocupaba de sus maletas y no apoyaba a ningún bando.
Tomamos el tren camino a Forks. Un perfecto día nublado nos acompañaba pues se acerca ya la navidad. Me aseguré de que Em se alimentara bien antes de viajar, y por supuesto le amenacé con un año sin tocarme si atacaba a un humano. Eso lo hizo correr por el bosque como loco buscando las mejores presas. La idea de la abstinencia no nos venía bien a ninguno de los dos.
-Lo sé. - respondió Edward a mis pensamientos. Emmett nos quedó mirando confundido. Pero siguió mirando a la ventana, concentrado en no matar a nadie hoy. Pasamos por paisajes hermosos. Cada tanto veíamos que el sol iba a aparecer, lo cual nos asustaba, pero era como si las nubes estuvieran de nuestra parte. De pronto entramos a una zona de muchos pinos. El día era nublado por donde lo miraras. No era una ciudad muy habitada.
-Próxima parada, ¡Forks!. – Anunció el asistente. Nos preparamos para salir.
El tren nos dejó en plena ciudad. Carlisle, por supuesto, ya había comprado una casa para nosotros. Viviríamos todos juntos aunque a Edward eso no le gustaba mucho. Si se buscara una novia quizás nos entendería. En esos momentos se dio la vuelta y me miro un tanto molesto enarcando una ceja. Me encogí de hombros en respuesta. Emmett odiaba nuestras peleas mentales. Así que cuando las notaba, le lanzaba a Edward un compilado de nuestras mejores noches, a lo que mi hermano respondía con un estremecimiento y cara de asco.

-Emmett deja tranquilo a Edward. – Ordenaba Esme, quien siempre se daba cuenta de todo.
-Si mamá. – Obedecía mi esposo.
Cruzamos el pueblo, y no pasamos muy desapercibidos. La gente nos quedaba mirando como atónitos, cómo si no creyeran lo que vieran. Al fin llegamos a nuestro hogar, entre los bosques. La última tecnología de autos aún no llegaba a Forks, así que debíamos transportarnos a pie, lo cual era mucho más rápido que los cacharros de la época. La casa era grande, incluso más aún que la de Vancouver. Era de dos pisos y muy amplia. Tenía ventanales en el frente, una gran calzada y un hermoso jardín. Estaba pintaba de un color blanco invierno. Se veía que era una casa de la época, una de las más nuevas. Carlisle y Esme habían elegido todo por supuesto. Además era alejada del pueblo, lo cual era mejor para nosotros.

*Narra Emmett:

Entramos en la enorme casa y Edward desapareció. Pude oír abrirse todas las puertas del segundo piso. ¿Acaso buscaba el baño?. Bueno el viaje fue largo… .
-Emmett. – Dijo del segundo piso - Estoy eligiendo la mejor pieza. - Respondió a mis pensamientos.
Rosalie gruñó y tiró el oso al suelo enojada. Dios, mi mujer y su carácter.
-Amor no importa, estoy seguro que nuestra pieza será perfecta. Además. - Le dije al oído. - Podemos usar la de Edward cuando él esté de caza.
-¡Ni se les ocurra!. - Gritó Edward.
-Rose, ¿podrías elegir nuestra pieza por favor?. - Le miré de forma picarona.

Mi esposa desapareció de la sala y pude oírla maldecir. Seguramente miró la habitación de Edward primero. Subí las escaleras para calmarla. En eso, una maleta empezó a caerse, y por intentar recogerla se cayeron tres más. Un sonido que no quería oír se repartió por todo el salón. Algo se rompió. Cerré los ojos y rogué porque no haya sido nada importante. Me mordí el labio y con los ojos aún cerrados esperé el grito.

-¡Emmett Cullen!. – Mi querida esposa gruñó. De repente sentí su olor muy cerca y fuerte, como si estuviera a mi lado, ya debía estar acá. - Dime que no fue mi maleta.
-Su voz aún se oía lejos, pero sentía su olor tan cerca… . Oh Dios, por favor que no sea lo que estoy pensando. Entonces abrí los ojos y pude percibir de donde salía su olor. Se esparcía con rapidez y yo inútilmente le pegaba al aire para que no se moviera de acá. Rosalie llegó a mi lado con la boca abierta y los ojos llenos de ira. Se agachó y recogió la maleta de la cual provenía el aroma. La abrió y yo retrocedí lentamente.

-Ni un paso más Emmett. – Amenazó Rose. Edward veía todo como si estuviera viendo una obra de teatro. Le lancé una mirada fulminante. - ¡Mi perfume favorito desparramado sobre mi chaqueta favorita!.
-Amor perdóname, eran muchas maletas y yo… , soy el vampiro menos ágil de la tierra… .
Pasaron dos minutos de silencio. Esme y Carlisle prefirieron irse al nuevo estudio de mi padre. No querían presenciar esto. Podía ver como mi mujer se controlaba para no hacer nada malo. Entonces Edward rompió el silencio con una risa. Rose me miró.
-Un mes sin tocarme un pelo Emmett Cullen. Un mes completo. Nada de nada.



#12686 en Novela romántica
#1983 en Fanfic

En el texto hay: amor

Editado: 09.09.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.