Rosas

|Capítulo uno|


Sabía bien que no debería de haber ido a esa fiesta, era una mala idea y su subconsciente se lo había advertido, pero él como siempre la había ignorado y ahí estaban las consecuencias.
Bebió el último trago de su cerveza, y caminó hacia la cocina, no era lo suficientemente fuerte para soportar ver esa escena tan hiriente.

Tomó una cerveza de la nevera y la abrió con el destapador que se encontraba a su lado izquierdo en la mesa: — Harry... Lo siento mucho, no sabía que estaría aquí — se disculpó Niall, su mejor amigo.

Bebió de su cerveza: — No te preocupes Niall — tomó otro trago — eso ya no importa — no esperó a que Niall dijera algo, simplemente caminó hacia la salida, paso todo el montonal de personas y se dirigió al patio principal, donde no se encontraba nadie, solo el resplandor de la luna y una que otra estrella en el  cielo.

Bebió otro trago de cerveza, y secó las lágrimas que comenzaban a formarse, no necesitaba que recorrieran sus mejillas y con ellas, su poco orgullo que le quedaba. No es que el fuera un sensible, simplemente era muy duró para él, la impotencia lo estaba matando y sus ojeras avalaban eso.

— Es una noche fría, deberías ir adentro — murmuró mientras se ponía a su lado y frotaba sus manos.

— No te importa, mejor ve tú adentro — respondió tomando un trago más.

Louis suspiró soltando vapor de su boca: — Lo sé, ¿cómo estás? — preguntó buscando algo en el bolsillo de su chaqueta,

Harry se río y finalmente ya no pudo detener sus lágrimas: — Bien, muy bien Louis,

Louis sacó una cajetilla de cigarros y un encendedor, sacó uno y lo encendió, lo llevó directo a su boca y sostuvo el humo durante unos segundos para finalmente soltarlo y suspirar con el humo divagando en el aire: — Hablo en serio Harry,

— ¡¿Cómo quieres que esté después de lo qué me hiciste?! — preguntó casi gritando y con las lágrimas cayendo hacia el césped revolviéndose con el rocío que los acompañaba en esa fría velada.

— Baja la voz — pidió mirando hacia los lados y dando una calada al cigarro que reposaba entre sus dedos — caminemos.

Harry secó sus lágrimas, ¿qué más daba una última caminata?, ya suficiente se había humillado, una vez  más ya no era nada para él, así que comenzó a caminar hacia la calle con la mitad de cerveza en la botella. Louis lo siguió fumando más de su cigarrillo.

Caminaban juntos, en silencio frío y la luna como luz: — Sé que soy un cobarde...

— ¿No?, ¿tú creés? — se burló Harry.

— Pero tienes que entender, no puedo dejarla, de eso depende mi futuro, depende mi vida...

— Una vida dónde siempre serás un actor, donde siempre te dolerán los pómulos de tanto fingir sonrisas — contestó con amargura.

— Lo sé Harry, pero muero del miedo... Soy un cobarde, y no tengo fuerzas para dejar de serlo.

Harry secó las lágrimas que tenía acumuladas en sus heladas mejillas, no necesitaba escuchar lo que él ya sabía: — Ya lo sé Lou — se detuvo bajo el farol en la esquina de la calle y observó a Louis — quiero darte mi regalo de bodas — dijo con la sonrisa más sincera que había tenido en los últimos meses.

Harry Styles era la humillación en persona, si tu creías que te habías humillado lo suficiente necesitarías tener una charla con él para darte cuenta que serías una burla para él: — ¿En serio?, ¿qué es? — preguntó Louis sonriendo y acercándose hasta tocar su mejilla con sus dedos.

— Si me llevas a tu casa te lo mostraré — respondió mostrando sus hoyuelos.

Louis caminó de regreso a la casa de la que minutos atrás salieron. Harry se sentó en la banqueta de la calle, evitaba pensar, ya que si lo hacia se arrepentiría, y en realidad estaba decidido a hacerlo.
Observó hacia el cielo, observando a la luna que siempre había sido su confesora y aliada cuando tenia que ir caminado sólo de regresó a casa, cuando simplemente lloraba, la luna siempre había estado para él, ni siquiera las estrellas o su familia lo  conocían tanto como ese simple satélite en el cielo.

— Sube — dijo Louis con su auto encendido, Harry subió azotando la puerta y llevando sus manos directamente hacia el estéreo del auto colocando una canción cualquiera que sonaba en la radio.

Iban en silencio, pues no había palabras por decir, solo había cicatrices abiertas y un sin fin de oraciones con el hubiera en cada palabra. Harry tenia tanto por decir, pero sabia que cualquier cosa que tuviera por decir no serviría más que para empezar una estúpida discusión, y honestamente él no quería irse escuchando los gritos de Louis. No esa noche.

Llegar a la casa de Louis fueron como una ola de aire formada por recuerdos que en realidad se sentían más como un terremoto arrancando sensaciones dolorosas en el pecho de Harry que las mostraba con lágrimas y jadeos de dolor.
Entrar a aquellas paredes eran gritos de placer y dolor, eran arañazos de masoquismo y ecos de risas a alrededor.

Harry sentía los labios de Louis en su cuello, recordándole el porque estaba ahí, recordándole él porque nunca pudo irse, Louis llevaba sus manos hacia su pecho, acariciándolo por encima de la camisa de seda, continuaba besando con delicadeza su cuello, acariciando su cuerpo, Harry gemía,  y su piel ardía, dieron pasos hacia la habitación, con besos compartidos y el arrullo de sus gemidos.
La ropa sobraba, ambos se necesitaban desnudos, desnudos del alma, recorriendo la piel que ambos ya conocían, oliendo aquellos perfumes que siempre llevarían consigo, dejando besos como tatuajes en la piel, mordidas como prueba de que esa pasión fugaz fue real esa noche, gemidos y gritos que escucharían como su canción favorita, saliva regada por sus cuerpos refrescando la sequía en sus almas.

Aquella noche fue única, con cuerpos y almas entrelazadas, con tatuajes de besos y suspiros de satisfacción. Harry se encontraba jadeando con el sudor adornando su frente y con el pecho de Louis como almohada.

— ¿Recuerdas cuando nos conocimos? — preguntó Louis.




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