Rosas de Sangre

? Capítulo 4 – Pasillos sin testigos

El salón seguía lleno, pero Isa necesitaba aire.
O fingir que lo necesitaba.

Caminó por el pasillo de mármol, sus tacones haciendo eco entre los muros dorados.
Las sombras eran más honestas que las personas en la mesa.
Y entonces, como si él hubiera leído sus pensamientos, apareció detrás de ella.

No hubo pasos.
No hubo voz.
Solo la presencia. Fría. Inmensa.

—¿Huyendo tan pronto, prometida? —dijo Elías, con esa voz baja que se deslizaba como veneno dulce.

Isa giró despacio.
La luz del pasillo le daba a su rostro un aire casi angelical. Casi.

—Solo necesitaba respirar. No sabía que en tus fiestas también era un crimen.

—No me gustan las sorpresas —respondió él, dando un paso hacia ella.

—Entonces vas a odiarme —susurró, sonriendo.

La distancia entre ellos se volvió peligrosa. No física. Mental. Psicológica.
Él la miró como si estuviera desnudando cada palabra que ella aún no había dicho.
Y ella lo miró como si ya supiera cómo matarlo.

—No eres lo que pareces —le dijo Elías, finalmente.

Isa alzó una ceja, como si él le hubiera dicho que el cielo era azul.

—Tú tampoco.

Silencio. Un duelo sin armas, sin sangre. Pero igualmente letal.
Isa dio un paso más cerca, rozando su brazo al pasar.
Su perfume se quedó flotando, ligero, dulce… peligroso.

—Tarde o temprano, vas a mostrar tus dientes —advirtió él.

Isa sonrió por encima del hombro.

—Tarde o temprano… vas a desear que no lo hubiera hecho.

Y desapareció por el pasillo.
Dejándolo solo.
Y por primera vez, con la duda clavada como una espina.




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