Rosas de Sangre

? Capítulo 8 – El beso que no debió pasar

Isa no durmió esa noche.
Ni por el beso.
Ni por Elías.

Sino por todo lo que sintió al responderle.

Se había prometido no ser una de esas mujeres.
Las que se doblaban por un hombre con poder.
Las que confundían protección con deseo.

Pero sus labios aún ardían.
Y cuando se miró al espejo al amanecer, no vio debilidad.
Vio algo peor:
Ansias.

Bajó a desayunar como si nada.
Vestido rosa pálido, sonrisa suave, ojos tranquilos.

Y lo vio.
Elías. En el comedor.
Hablando con uno de sus hombres, como si no la hubiese besado contra una pared hace unas horas.

Cuando ella entró, no se inmutó.
No la miró.
Eso fue lo peor.

Isa se sentó, colocó la servilleta en su regazo. Tomó té. Fingió.

Hasta que él habló.

—Dormiste bien.

No fue una pregunta. Fue un disparo silencioso.

—Como una piedra —respondió ella, sin alzar la mirada.

—Interesante.
Yo no dormí.

Ahora sí, la miró.
Y ese cruce de ojos encendió algo salvaje entre los dos.

Ella se inclinó apenas hacia él, sin perder la sonrisa:

—Quizá porque hiciste algo de lo que te arrepientes.

—¿Y tú?

Isa se detuvo.
Tomó aire.
Respondió como solo ella sabía hacer: con verdad disfrazada de veneno.

—Yo nunca me arrepiento de lo que deseo.

Elías se tensó.
Fue un segundo. Una grieta. Pero ella la vio.

Antes de que pudiera hablar, uno de sus hombres entró y murmuró algo al oído de él.
Algo serio.
Algo que cambió el ambiente.

—Necesito salir. No te muevas de la casa —ordenó.

—¿Me estás dando órdenes? —preguntó Isa con voz inocente.

Elías se acercó. Muy cerca.
Se inclinó sobre su oído y susurró:

—No. Te estoy protegiendo… de mí.

Y se fue.

Isa cerró los ojos un segundo.
Estaba perdiendo terreno.
No ante él.
Ante sí misma.




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