Rosas de Sangre

? Capítulo 21 – El precio de la lealtad

El informe llegó al amanecer.
Un sobre sellado con cera negra, sobre el escritorio de Isa en la sala oculta de su imperio.

Uno de los suyos había vendido coordenadas de una operación en Dubái.
Datos que solo los líderes de la segunda línea conocían.
Datos que ahora estaban en manos de la competencia.

Isa se quedó en silencio por exactamente diez segundos.
Y luego dijo una sola palabra:

—Tráiganlo.

Lo llevaron con una bolsa negra cubriéndole la cabeza.
De rodillas.
Respirando con dificultad.

Isa caminó alrededor de él en círculos lentos.
Sus tacones resonaban como el tictac de un reloj al borde de estallar.

—¿Sabés cuál fue tu primer error?

El hombre no contestó.

Ella le quitó la bolsa.
Su rostro estaba golpeado.
Sangre seca en la comisura del labio.

—Creíste que podías traicionar a alguien que nadie ha podido tocar —dijo ella, con calma glacial.

El hombre temblaba.

—No fue así, jefa… yo sólo—solo vendí una información menor, algo sin peso…

—¿Algo sin peso? —interrumpió ella—.
¿Y si mataban a mis hombres allá? ¿Iban a escribirte y darte las gracias?

Isa se inclinó hasta quedar frente a él.

—Miráme bien.
Esto es lo último que vas a ver.

Le hizo una seña a uno de sus soldados.
Y le entregaron un cuchillo.
Ella no lo dudó.
Ni un segundo.
La hoja bajó en un solo movimiento limpio.

Nada de gritos.
Solo el sonido de un cuerpo cayendo.
Y el eco del silencio que solo el respeto puede dejar atrás.

Isa limpió la hoja.
Y se giró hacia los demás.

—Cualquier otro que quiera hablar con la mafia rusa, italiana o el Silenciador, hágalo sabiendo esto:
si yo me entero, no hay advertencia.
Solo ejecución.

Todos asintieron.

Uno se atrevió a hablar:

—¿Incluso el Silenciador, jefa?

Isa sonrió.
Fría.
Letal.

—Él quiere contratar a Umbra.
Pero no sabe que ya duerme conmigo.

Esa noche, Elías recibió una oferta anónima.
Un sobre gris, sin remitente.
Solo una frase:

Umbra declina su invitación.
No trabaja con hombres que subestiman a sus mujeres.

Elías encendió un cigarro.
Y lo dejó consumir entero en su mano.

Umbra lo estaba rechazando.
Y se estaba burlando.

No lo sabía aún…
pero estaba a punto de descubrir que la guerra más peligrosa que podía enfrentar
ya dormía en su cama.




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