Rosas de Sangre

? Capítulo 30 – Plan de guerra

El penthouse estaba silencioso.

Los cuerpos ya no estaban.
Los vidrios se habían limpiado.
Pero el aire seguía espeso.
Como si la violencia hubiera impregnado las paredes.

Isa se ató el cabello en una coleta baja.
Sus ojos, frente al espejo, no mostraban ni una grieta.

—Umbra —susurró su reflejo—.
Es hora de recordarle al mundo quién sos.

Esa noche, convocó a su consejo más cerrado.
Cinco personas.
Cada uno con rostros distintos, acentos distintos, habilidades letales.

—Los Rosetti cruzaron la línea —dijo Isa, mientras desplegaba planos, fotografías y documentos sobre la mesa redonda en una de sus propiedades ocultas—.
No sólo intentaron matarme.
Intentaron matar a él.

—¿Elías? —preguntó Sombra Dos.

—Sí. Y eso, mis amores…
no se perdona.

Isa dio la orden.

—Quiero todo:
los barcos, los cargamentos, los contadores, sus sobornos, sus escondites, sus amantes.
Quiero que sus aliados tengan miedo de levantar el teléfono.
Quiero que sus hijos pregunten por qué sus padres no volvieron a casa.
Quiero que se arrepientan de haber respirado cerca de nosotros.

Sus ojos brillaban.

—Y cuando todo eso se haya desmoronado…
cuando estén solos, desangrándose en un rincón…
entonces aparezco yo.

Dos días después…

—Isa —la voz de Elías, desde su oficina—. Tenemos que hablar.

Ella entró, con una taza en la mano.

—¿Sobre qué?

—Los Rosetti.
Alguien está atacando todos sus puntos a la vez.
Sus barcos están ardiendo. Sus hombres desaparecen.
Incluso su contadora personal fue encontrada flotando en el Tíber.

Isa se sentó.

—Qué tragedia. ¿No?

Elías la observó.
Fijamente.

—¿Fuiste vos?

Ella lo miró por encima del borde de la taza.

—¿Qué dice tu instinto?

Él apretó la mandíbula.

—Dice que no tengo idea de quién sos, realmente.

—Entonces escuchalo.
Porque por ahora…
es lo único que te va a mantener con vida.

Esa noche, Isa recibió la llamada.

—Caído el depósito en Palermo. Cuarenta millones perdidos. El sobrino de Alessandro Rosetti muerto.

—Perfecto —susurró ella—.
Ahora… vamos por la joya.

—¿Cuál es?

—Su refugio en Suiza.
Ahí guarda a su familia, sus obras de arte, sus documentos más importantes.

—¿Lo arrasamos?

—No —dijo Isa, con una sonrisa—.
Lo dejamos intacto.

—¿Por qué?

—Porque quiero que Alessandro Rosetti corra hasta ahí buscando consuelo…
y cuando entre,
quiero estar sentada en su sillón favorito,
con una copa de vino en la mano
y su mujer amordazada a mis pies.

Silencio al otro lado.

Luego:
—A la orden, Umbra.

Mientras tanto, Elías observaba los movimientos.
Su red de inteligencia le decía que esto no era una simple venganza.
Era una guerra quirúrgica.
Alguien con poder, recursos… y sed de sangre.

Y por dentro,
una idea empezaba a retorcerse en su mente.

¿Y si Umbra siempre estuvo al alcance de su mano?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.