Rosas de Sangre

Cápitulo 10

-Si mañana en la facu te cuento, no es difícil vas a ver.

-Bueno dale ¿Pero fuiste hoy al final? –chilló Morena del otro lado de la línea.

-Si mañana te explico y vas a entender –contesté mientras veía que mamá entraba a la cocina mirándome de reojo.

- Está bien, no podés hablar. –siempre decía aquella frase como señal cuando mamá estaba a la escucha. De todos modos ahora no podía estar segura de que en algún momento ella no escuchase algo –Bueno mañana me contás, nos vemos. Cuidate y besito.

-Beso y cuidate vos también. –colgó.

-¿Con quién hablabas Emilia? –interrogó mamá volviendo a ponerse sigilosa de nuevo.

-Con More ¿Por?

Mamá tomó aire y mirándome disimuladamente desde el otro lado de la cocina solto quedamente:

-No por nada. Ni hablaste hoy con tu abuela ¿Están peleadas?

  Mamá sabia como hacer para sacar información, pero no le iba a dar el gusto, encontrarme tan cerca de ella, me daba por un lado miedo y por otro desesperación, porque era mi mamá y ahora sentía que era una completa desconocida.

-¡No! ¿Por qué pensas eso? Es que estaba ocupada con cosas de la facultad y no tuve mucho tiempo. Ya sabes que en unos dias nos vamos y quiero tener todo listo –contesté tratando de ser creíble.

-Claro, fue una impresión mia. No me hagas caso –dijo haciendose la distraída.

-Si seguramente ma. –Contesté –Siempre percibís ciertas cosas que uno no sabe de donde la sacás –luego de decirlo me mordí la lengua por estúpida.

   Mamá se dió vuelta y me miró. Traté de esquivarla soltando el torrente de pelo delante de mi cara. Fingí por completo que no la había visto.

-Te parecerá a vos Emilia. –dijo al cabo de unos instantes.

- Me voy a bañar. -anuncié –Hoy pase un calor terrible y necesito sacarme el día de encima.

-¿Te pasó algo en especial para querer sacarte el día de encima?

-¡Si el calor ma! –otra vez quise morderme la lengua. A cada segundo que pasaba más deseos de desaparecer tenía. Estaba aterrada de mi propia madre y su comportamiento tan evidente me ponía los pelos de punta. 

    Mientras me bañaba escuché pasos en la puerta y la voz de mi mamá que discutía quedamente con papá en la habitación, pero aunque me esforcé no pude oír nada. Esto me puso más nerviosa de lo que estaba. Me quede inmóvil y apenas respirando bajo el agua que caía ruidosamente en la céramica de la tina. Estaba aterrada de mi misma. Tenía esos genes y podían despertar con las emociones fuertes. Y precisamente ahora estaba sintiendo emociones bastante fuertes. Traté de controlarme como pude. Respiré hondo y exhalé tan fuerte que me ardieron los pulmones, busqué guiar mi conciencia a otro lado, aunque se resistía. Si bien siempre había tenido una mente muy fantasiosa ayudada por todas las novelas que consumía, esto me superaba totalmente. Enterarme de un día para otro que era un vampiro en estado de reposo, me metía dentro de esas historias que solo imaginaba vivir sentada leyendo. Pero ahora esas historias me habían adoptado como la protagonista de una novela de terror sin pedirme permiso.

   Salí del baño temblando a pesar del calor, y con el pelo chorreando agua. Entré en la cocina tratando de no ver a mamá que estaba juntando unos libros de cocina, a buscar un vaso de agua.

-Emi secate más el pelo, te va a hacer mal dormir asi -mamá parecía la de siempre, esto me facilito más la actuación de ser yo la misma de siempre.-

-Si ahora se me seca mientras termino de leer una obra de Freud ma.

-Bueno, que descanses Emi –dijo saliendo de la cocina sin siquiera mirarme.-

   Respiré. No podía creer lo difícil que se me hacía estar con ella. Sería mejor pensar en algo que me permitiese estar tranquila sin temblar o que me transpiren las manos. Al fin y al cabo había pasado diecinueve años con ella, y si se ponía así de misteriosa era porque estaba asustada por mí y por mi seguridad, ya me lo había dicho la abuela. Solo me quedaban once días más en su compañía, y después en Bosque Viejo tendría tiempo de tranquilizarme y buscar el modo de llevarlo adelante. Tendría demasiado en lo que pensar allá como para seguir pendiente de aquella historia antigua. O eso o acabaría loca. Pensando en esto me encaminé hasta la habitación y a la pasada de la estantería ubicada cerca de mi cama saqué un volúmen de Los significados de sueños, de Freud. Lo tomé y el color verdoso de su tapa me hizo acordar al de las memorias de mi bisabuela Elena. Unos deseos terribles de continuar con esa lectura me invadieron el estómago. Casi sentía reptar gusanos por él. Miré en derredor. Mis hermanos dormían quedamente. Me acerqué a la puerta que comunicaba con la habitación de mis padres. Nada. Todo estaba en un completo silencio. Caminé hasta el extremo sur de la habitación, más cercano a la ventana que daba al jardin y saqué de debajo del ropero una caja de madera llena de vestidos de disfraces, en su interior estaban las viejas memorias. Allí las había escondido, segura de que mamá jamás las buscaría en esa caja tan olvidada.  Acto seguido me metí en la cama, prendí la lámpara de cabecera y acomodé el libro de psicológia entre mis rodillas flexionadas. Dentro de él, para leerla en secreto la primera de las memorias. Comencé desde donde la había dejado la última vez:



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En el texto hay: fantasia, vampiros, amor

Editado: 13.05.2019

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