(Vein)
Por un momento, pensé que no saldríamos de esa. De entre todos los Agentes que pudiesen enviar por Alma, no pensé que a quien enviarían sería a un Supervisor.
Traje a Alma al primer lugar en el que pude pensar: la cabaña.
Siento que mi corazón da un vuelco al tenerla aquí, junto a mí, en mi lugar seguro. Mira con curiosidad el interior de la cabaña, como una turista explorando unas ruinas. Sé que esta cabaña es muy vieja y algo desvencijada, casi es un milagro que se mantenga en pie. Me avergüenza que a ella pudiera no gustarle el único lugar al que puedo llamar mi hogar.
Entonces, siento una punzada en el hombro que me hace caer de rodillas ante ella.
—¿Estás bien? —Pregunta con preocupación, dejando su mochila a un lado, acuclillándose para examinar mi hombro— ¿Te duele mucho?
—No, no duele. Pero es la primera vez que sufro una herida desde que soy un Agente, es más como… una sensación de vacío.
La bruma negra sigue brotando del hombro, y aprieto con mi mano para evitar que mi energía espiritual siga escapando.
Ella toma el listón de mi muñeca, y deshace el nudo. Retira mi mano y me venda el hombro con el trozo de tela roja, apretando con una fuerza que no esperaba de ella. El improvisado vendaje ayuda a calmar la sensación y le agradezco con una sonrisa.
Ambos estamos arrodillados frente al otro. Es la primera vez que tengo su rostro tan cerca y siento una sensación de vacío nuevamente, pero esta vez en el pecho.
Me quita con cuidado la máscara agrietada, y la coloca sobre una apolillada y descolorida mesa de centro. Nos miramos de cerca por un instante, y al ser consciente de ello ambos nos sobresaltamos.
—¿Tienes algo de ropa? —Desvía la mirada hacia su mochila—, ¿O te presto algo mío…? Aunque no creo que te quede —Esto último lo dice casi en un susurro, como si hablase para ella misma.
—Espérame un momento —digo y me pongo de pie. Le extiendo una mano para que también se incorpore.
Voy a la habitación y regreso vistiendo una camisa blanca que tenía guardada. La encuentro observando el paisaje a través de la ventana, y su silueta a contraluz me trae recuerdos de un pasado lejano. Casi cometo el error de llamarla por el nombre por el que la conocí.
—¿Qué es este lugar? —Pregunta, y me saca de mis cavilaciones.
—Cuando estaba vivo, solía vivir aquí —respondo, acercándome a la puerta por la que entramos, que ahora conduce hacia un patio exterior que se extiende hasta el borde de un acantilado.
Se queda en silencio. Sale al patio y camina hipnotizada por la belleza del lugar. A pesar de ser de noche, la luna ilumina las cumbres rocosas con todo su esplendor. Las estrellas pintan el cielo como escarcha sobre terciopelo.
—Estamos en medio de la nada, me sorprende que esta cabaña se mantenga en pie —comenta, sin apartar la vista del horizonte surcado por un río plateado—. Por cierto…¿hace cuánto que eres un Agente?
Noto su sutileza para no preguntar cuánto tiempo llevo muerto.
—Cerca de setecientos años —se gira bruscamente hacia mí, con la boca abierta y los ojos como platos—. No es exactamente la misma cabaña en la que viví ya que, con el tiempo, otras personas la encontraron y la ocuparon. Hicieron cambios, y ahora mismo lleva un par de décadas abandonada.
La expresión de sorpresa no se borra de su rostro. Me causa algo de gracia, sus gestos son muy expresivos y no parece notarlo. Se limita a asentir con una sonrisa apretada y continúa su caminata.
Cuando noto que está a punto de entrar al antiguo jardín, corro hacia ella y la tomo del brazo. Ahoga un grito y se sobresalta, llevándose una mano al pecho. Examina los alrededores, sin encontrar nada.
—¿Qué pasó? ¿Pisé algo?
—Lo siento, es solo que… antes solía haber aquí un rosal. Me gustaría poder replantarlo alguna vez.
Al oír eso, parece tratar de decirme algo, pero se contiene y me hace una seña para que la espere. Va corriendo a la cabaña y regresa escondiendo algo tras de sí.
—Hablando de eso —me mira fijamente, entornando los ojos—, tú dejaste esta rosa negra en mi velador, ¿cierto?
Asentí y evadí su mirada. Pensaba que sabría que fui yo, pero aún así me avergüenza un poco que descubra que entré a su habitación sin que ella se diera cuenta.
—¿Por qué lo hiciste? Me preocupó que pudiera tratarse de un mal presagio.
No había pensado en eso.
—Alguien me enseñó a separar un fragmento de mi alma, y a cambiar su forma en la de un objeto. De ese modo, pude aparecerme junto a ti cuando sentí que estabas en peligro.
—¿Te teletransportaste hacia mí? ¿Como un traslador?
—¿Un qué…? Bueno, pensé que sería lo más seguro. Apenas aprendí a hacerlo, fui a dejarlo en tu habitación, pero no pensé que tendría que utilizarlo tan pronto.
Alma se limita a asentir. Se acerca al yermo que antes era el jardín, y remueve un poco la tierra. Me sorprendo cuando planta la rosa, y la acomoda con delicadeza.
—Listo —dice al fin—. ¿Querías replantar tu rosal, cierto? Pues este es el primer paso. A partir de ahora huiremos juntos, por lo que no tendrás que preocuparte por ir a salvarme. En su lugar, puedes venir a este lugar si necesitas escapar…
Siento un nudo en la garganta y le doy la espalda. Al llevar mi mano al rostro noto una lágrima rebelde escapando sin permiso, la cual limpio de inmediato. Guardo la compostura y, cuando me giro nuevamente, ya no está en el rosal. Ahora camina en dirección hacia un viejo árbol torcido.
Me sorprende lo peculiar e inquieta que es, como una ráfaga de viento que aparece por un instante a alborotarte el cabello. Después de todo, ahora tiene apenas dieciocho años.
Me pregunto si…
—¿Puedes recordarlo? —Pregunto, sin saber qué respuesta esperar.
—¿Este árbol? —Responde, sin quitarle sus ojos curiosos de encima—. Qué casualidad que se parezca tanto al de mi Universidad…
#288 en Paranormal
#7202 en Novela romántica
paranormal, romance con un ser sobrenatural, dos puntos de vista
Editado: 26.04.2025