(Alma)
La puerta de la cabaña se abre con un chirrido y una oleada de terror me recorre la espina dorsal. Frente a nosotros hay un Agente.
La máscara blanca parece brillar bajo la luz de la luna, y tras ella destellan unos ojos brillantes. Camina hacia Vein con paso firme, casi militar. Con cada paso, el suelo parece retumbar, aunque quizá es solo mi impresión por el pánico.
Vein no le aparta la mirada. Ambos se dirigen directamente el uno al otro. Están muy cerca, cada vez más. Quisiera poder retroceder para alejarme de la pelea y planear alguna forma de ayudar, pero estoy cerca del precipicio, por lo que me aferro al árbol de tronco torcido.
Cuando espero el impacto inminente producto de dos fuerzas de la naturaleza colisionando, ambos extienden sus brazos, como dos pavos reales.
Entonces… se abrazan.
En serio, ¿se están abrazando? ¿Qué rayos está pasando?
Vein se vuelve hacia mí, y alza la voz para hacerse oír sobre el viento.
—Acércate, Alma —dice con una sonrisa, mientras el otro le rodea el hombro con el brazo—. Éste es Quince, el amigo del que te hablé.
El otro Agente se quita la máscara y revela un rostro jovial y de facciones suaves, con una amplia sonrisa de niño que contrasta con su estatura y porte. Tiene la piel morena y lleva el cabello muy corto, parece un soldado recién enlistado.
Ambos ríen y charlan como dos muchachos que se encuentran en una feria. Me acerco a ellos, y noto que Quince es un poco más alto que Vein.
—Querida dama —me saluda, haciendo una exagerada reverencia—, es todo un placer conocerla al fin.
—G-gracias —respondo extendiendo una mano—, mi nombre es Alma. Soy…
Me cuesta un poco describirme. ¿Qué debería decir? No creo que a un Agente le interese saber que soy estudiante de medicina. No tengo ningún logro importante y la única manera de relacionarme con su realidad sería explicar que Vein ayudó a mi madre. Lo que significa que por mi culpa se puso en riesgo. Quince parece notar mi duda, porque se apresura en interrumpirme.
—Tranquila, ya me contó todo —le da unas palmadas en el hombro a Vein—, y yo estoy aquí para ayudarles a ambos.
Su sonrisa resulta contagiosa, de aquellas que iluminan y provocan paz. Quince es muy distinto a Vein, que siempre luce serio. De hecho, es extraño verlo contento ahora, solo lo he visto reír por un instante cuando ambos se reencontraron.
—Por cierto —se dirige a Vein—, ¿cómo llegaste hasta aquí? No pensé que podrías venir a pie, pero cuando no llegaste al punto de reunión no pude pensar en otro lugar donde buscarte.
—Le quité la máscara a un Supervisor y me vi forzado a venir aquí —responde frotándose la cabeza—. No pude pensar en otro lugar…
—¡¿Que hiciste qué?! —se llevó una mano al rostro—. Si siguen el rastro en el Velo, podrían llegar aquí. Si se ponen a investigar, quizá descubran que también vine. ¿Cómo se supone que saldremos de esta?
—Tendremos que adelantar nuestros planes. Gané algo de tiempo, pero no creo que sea mucho —no le dice que ha enviado al Supervisor por el alcantarillado—. Por lo pronto, debemos buscar otro refugio para terminar los preparativos. ¿Se te ocurre alguno?
Quince se frota la barbilla, y pone una expresión de resignación.
—De hecho, sí. Pero no te va a gustar.
Nos alejamos de la cabaña a pie, y Vein utiliza la máscara agrietada para abrir un portal hacia un callejón cercano a mi casa. Entra por él y Quince y yo lo esperamos en el patio.
—Tranquila, estarás bien.
—Gracias. No pensé que Vein tuviera un amigo… Son bastante diferentes. ¿Son amigos desde hace mucho?
—Unos ciento cincuenta años —responde, caminando por el patio con las manos en la espalda—. Cada Agente nuevo es asignado bajo la supervisión de un Agente más experimentado para que lo guíe en sus primeras misiones, hasta que esté preparado —luego, se acerca a mi y me dice en voz baja—… Prácticamente lo obligué a ser mi amigo. Me costó décadas hacer que me hablase.
Sonreí. Sé que Vein es de pocas palabras.
Entonces, él regresa del portal, seguido por un gato callejero. Sus grandes y verdes ojos brillan ante la luz de la luna, y parece estar encariñado con Vein, ya que camina entre sus pies, intentando frotarse contra él.
—Veo que encontraste otro amigo —comenta Quince—. Tranquilo, no soy celoso.
Me acuclillo e intento atraer la atención del gatito, pero éste me ignora.
—Intenté que no me siguiera —dice Vein, resignado—, pero creo que a Madame Nyx le gustará.
—¿Y por qué volviste a ese lugar? —pregunto, algo intrigada—. ¿Querías comprobar que Trece no se haya liberado?
—Si siguen el rastro, quizá vean que conduce de nuevo al mismo lugar —explica—. Eso los confundirá, podrían creer que solo vine a recoger algo, y que volví al lugar del incidente. Ahí se confundirá con el rastro de los viajes previos de Trece. Es lo único que se me ocurre para ganar algo de tiempo.
—Vamos a visitarla de una vez —interviene Quince—. Me pregunto si estará despierta…
—Es de madrugada, lo dudo —responde Vein, sin apartar la vista del gato.
Quince asiente, y luego abre un portal espiritual.
—Me adelantaré, la despertaré y le avisaré que vendrán conmigo. Alisten sus cosas y síganme en cuanto estén listos. Dejaré el portal abierto.
Volvemos a la cabaña y recojo mi mochila. Vein entra a una habitación. Aprovecho en ir a desenterrar la rosa negra antes de partir, ya que aparentemente Vein no podrá regresar a este lugar.
Luego de guardar la rosa en mi mochila, el gato me maúlla. Se acerca a mí y me deja acariciarlo por un momento.
Vein sale de la cabaña y se acerca al portal. Me extiende la mano para que lo acompañe. Levanto al gato y tomo la mano de Vein. Me ruborizo un poco al sentir aquella firme mano, algo áspera como la de un leñador.
Cruzamos el portal y salimos hacia una salita pequeña y llena de artículos esotéricos. Seguro a Liz le encantaría estar aquí. «Liz», pienso, recordando que dentro de poco mamá despertará y no me encontrará en casa. Ahora dependerá de mi amiga el consolarla y asegurarse de que no se sienta sola hasta que pueda regresar. «Valdrá la pena, mamá. Sólo espérame».
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paranormal, romance con un ser sobrenatural, dos puntos de vista
Editado: 26.04.2025