Rosas negras y un listón

10. Recuerdos

(Vein)

Lleva ya un tiempo desde que Alma y Madame Nyx entraron a su consultorio. Me cuesta un poco terminar de confiar del todo en ella, aunque debo admitir que no podría haber encontrado un refugio mejor. Aquí, al menos Alma puede descansar tranquila.

El gato no parece querer separarse de mí. Ahora mismo está durmiendo sobre mis piernas, llenándome de pelos.

—Supongo que necesitas un nombre. ¿Te gusta Bigotes? No… necesitas algo más original. ¿Felix?

—Vamos, ¿no se te ocurren mejores nombres para un gato? —dice Quince, entrando en la sala.

Me siento algo avergonzado, pero él es la única persona con la que puedo hablar sin ser juzgado.

—¿Conseguiste los uniformes? —pregunto, cambiando de tema. Aparto al gato con cuidado y lo pongo sobre un cojín. Se estira perezosamente, y no tarda en volver a dormirse.

—Sí, creo que la talla es la correcta para ambos —responde, aunque su expresión cambia—. Pero hay un pequeño problema.

Lo miro, invitándolo a continuar.

—Ya notaron la desaparición de Trece. Han iniciado una búsqueda y no creo que tarden en encontrarlo.

—Entonces debemos acelerar los planes. ¿Lograste gestionar la liberación de los presos?

—Sí. ¿Puedes creer que algunos llevan siglos encerrados? Esto raya en la crueldad. Incluso el carcelero está indignado y quiere ayudarnos. Ninguno es peligroso; como tú, rompieron las reglas al negarse a llevarse a alguien. Creo que te caerían bien: hay un par de gruñones como tú.

—Y lo más importante… ¿conseguiste el plano?

—No del todo. Tengo uno general de la Sociedad de la Muerte, pero es antiguo y no muestra los interiores. Sin embargo, una Agente de nuestras filas estuvo a cargo de la última remodelación. Hizo un esquema de las plantas como referencia.

—Con eso bastará.

Quince extiende un pergamino sobre la mesa de centro y señala unos pasillos resaltados.

—Los corredores de mantenimiento son la vía más segura. Casi no se usan, y uno lleva directo al vestíbulo de la oficina principal. Normalmente hay una escolta, pero esperamos que se ausenten si Ella sale.

Entonces, Alma sale del consultorio y corre a la habitación donde durmió, cerrándola de un portazo. Me pongo de pie y me apresuro a ir tras ella.

—Déjala, necesita estar a solas —se interpone Madame Nyx.

—Pero… se veía alterada.

—Créeme, tiene que ordenar sus ideas, pero estará bien.

—¿Qué pasó?

—Solo le devolví los recuerdos de sus vidas pasadas.

Me siento desarmado. Me preocupa cómo se sentirá, pero no puedo evitar emocionarme ante la idea de que podría llegar a recordarme.

—Tranquilo, solo necesita algo de tiempo para procesarlo todo.

—Lamento ser un aguafiestas —interrumpe Quince—, pero tiempo es lo que no tenemos. Debemos terminar los preparativos de inmediato.

Asiento.

—Quizá sea mejor que ella no venga —digo, en parte aliviado.

—Tenemos un par de horas. Iré a hablar con los Agentes para adelantar la protesta. Espero que Alma esté lista para entonces… o tendrá que quedarse —luego, se vuelve hacia Madame Nyx—. ¿Lo hizo por ella? ¿Para protegerla?

—No, sólo pienso en mí misma. ¿No fue eso lo que dijiste?

Quince sonríe, y abre un portal.

—Tres horas. Asegúrate de estar listo.

Se va y me quedo a solas con Madame Nyx. Tengo una pregunta atravesada en la garganta y debo dejarla salir para no explotar.

—¿Cree que ella me recuerde?

—Lo hará tarde o temprano. Pero aún es pronto. Los recuerdos vendrán desde los más recientes a los más lejanos. Por ahora, necesita descansar. Le prepararé un té, eso le hará bien. Te ofrecería uno, pero estás muerto.

Le agradezco y vuelvo al sofá para estudiar los planos. Madame Nyx se alista para salir.

—Voy a salir a comprarle algo de comer a Alma. Puedes usar mi dormitorio para probarte el uniforme. Pero no toques nada.

Le agradezco de nuevo y voy a su dormitorio. El uniforme me queda algo ajustado en los hombros, pero es tolerable.

Extiendo los planos de la torre sobre la cama, y los estudio durante largo rato, haciendo algunas anotaciones para identificar los posibles escondites y lugares más expuestos.

No puedo evitar recordar a las incursiones en mi época como guerrero y, sobre todo, el momento que conocí a Ayse… aunque quizá ahora deba llamarla Alma. Después de todo, fue en una incursión a su aldea. Yo era más joven y ella tenía la edad que tiene ahora. Y pensar que al principio me odiaba…

Intento apartar esos recuerdos. Necesito claridad. Pero al mirarme al espejo, las lágrimas recorren mi rostro. Por esta vez, decido dejarlas correr.

El peso de esta larga existencia me ha alejado del amor de mi vida, y es difícil tenerla tan cerca nuevamente. ¿Podrá recordarme? ¿Qué pasará si eso ocurre? No puedo esperar que me ame solo por eso. Después de todo, ahora es otra persona, aunque pueda recordar que alguna vez me amó en una vida pasada.

Siento una punzada en el pecho y lloro sin consuelo, como un niño. Supongo que, tras tanto tiempo, he llegado a mi límite.

Entonces, unas suaves y cálidas manos me cubren en un abrazo gentil. Levanto la mirada y, en el espejo, veo que es Alma consolándome.

—Yo…

—Shh —susurra, su voz es apenas un suspiro en mi oído— No hables. Solo… suéltalo.

Y lo hago, dejándome arrullar. Todo el dolor y la soledad reprimidos brotan a través de mis ojos, y ella me arrulla. Entonces, entona una canción con una profunda dulzura, quizá esto es lo que creían los humanos que se sentiría morir y entrar al Cielo.

Yo quise ser el aire para estar siempre contigo

pero me decías, que era imposible…

—Tú… ¿me recuerdas? —pregunto con la voz hecha trizas.

—Lo lamento, no del todo… —contesta, y su respuesta me aniquila—. Es como mirar a través del agua… todo se ve borroso, pero puedo distinguir algunas imágenes. En una de ellas estás tú, la cabaña y el rosal de rosas negras.




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